Mi rostro debía lucir bastante demacrado debido a la falta de sueño porque Margared se apresuro a tomarlo entre sus manos revisando mi temperatura.
-Estoy bien – me apresure a tranquilizarla – es solo que no he podido dormir bien.
Me pregunte si decirle lo ocurrido sería buena idea, pero no quería que me tacharan de loca. Pensé muy seriamente durante la noche entera en tomar mis pertenencias y volver a casa, pero no soportaba la idea de volver a la granja, a ordeñar vacas y trabajar sin descanso, cuidar día y noche a mis hermanos menores y soportar los insultos de mis hermanos mayores.
Tristemente, esto era mejor que aquello. Solo debía asegurarme se cerrar bien tanto la puerta como al ventana por la noche.
La mañana era gris, y debíamos acostumbrarnos pues el invierno ya estaba sobre nosotros. La mansión de por si fría se tornaría helada así que Hernán paso el día entero cortando leña.
Decidí tratar de olvidarme del asunto de la sombra en mi habitación y continúe con mis labores diarias. Nada mejor para olvidar un asunto anormal, que la normalidad del día a día.
Por desgracia para mi, esta vez me tope con algo fuera de lo común. El señor bajo a desayunar.
Mi aliento se atoro en mi garganta cuando lo vi.
Era pálido como la nieve, podía ver sus venas azules debajo de su piel. Su cabello era negro como el azabache y su mirada, tan oscura como un pozo sin fondo.
Margaret le sirvió el desayuno, él lo miró sin expresión. No podía decidir si odiaba los huevos tibios o los amaba. Me miró durante un par de segundos hasta que Margaret hablo.
-Ella es Julia, mi señor. La chica nueva que contratamos.
El conde asintió levemente y tomó el tenedor, aunque me di cuenta de que solo picoteo la comida, nunca llevo nada a su boca.
No podía dejar de mirarlo, aunque la voz de Hernán resonaba en mi cabeza:
Cuando el amo se presente, tienes estrictamente prohibido mirarlo a los ojos, bajaras la mirada con el respeto que debes demostrarle.
Así que baje la cabeza, aunque mis curiosos ojos lo seguían en lo que fuera que hiciese.
Margaret y yo nos quedamos junto a él esperando cualquier orden todo lo que duró el desayuno del amo, que no fue mucho. Y no comió nada en absoluto.
Cuando se retiro a su habitación, al fin mi respiración se controlo y pude sentir que el ambiente se calentaba un poco. Como si fuese él quien trajera el hielo consigo.
Margaret recogió el plato con la comida solo picada y sonrió nostálgica.
-Bueno, al menos bajo. Eso es algo. – soltó con algo de tristeza.
Cuando Margaret se retiró a la cocina me di cuenta de que apretaba fuertemente mi rosario entre mis manos. Ni siquiera me di cuenta de cuando lo había tomado.
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La mansión Pontiack
ParanormalJulia llega a trabajar a la mansión Pontiack, y para una chica de campo, con siete hermanos pequeños, sin estudios, sin dote, sin más futuro que la tristeza y la pobreza, venir a trabajar a una casona como esta era a lo mejor que podía aspirar. O e...