El pacto

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De pronto, un viento helado arraso la habitación entera, lo curioso es que yo no alcanzaba a ver ninguna ventana, en realidad, esta habitación se encontraba bajo tierra, no había forma de que el viento proviniese de afuera.

Cerré mis ojos unos segundos, mientras mi piel se erizaba, si era posible, aun más. Cuando los abrí, la oscuridad reinaba. Ninguna vela había quedado prendida después del ventarrón.

El silencio retumbaba en mis oídos. Nada, nada se escuchaba, además de mi respiración agitada.

-Por... por favor ayuda... - susurre.

De alguna manera, sabía que no estaba sola, era obvio que el conde y sus vasallos seguían ahí, pero algo dentro de mí me decía que había esperanza.

De pronto, después de un par de minutos sin escuchar absolutamente nada, un susurro me hablo al oído.

-Te advertí que te fueras...

Mi cuerpo salto violentamente aun atado a aquel burdo pedestal de piedra. Esa voz, ese... susurro, era frio como el hielo, atemorizante pero al mismo tiempo, infundía en mí esperanzas.

Un rostro delgado y pálido, con rubios cabellos vino a mi mente. Era ella, la antigua criada. Quien había tratado de avisarme que corría un grave peligro, ahora estaba aquí, tratando de ayudarme, pero... ¿Qué podría hacer un fantasma contra tres despreciables y enfermos seres?

-Por... por favor ayúdame. – le suplique, podía sentir las lagrimas resbalar por mis mejillas, pero su presencia se desvaneció.

De pronto, una vela se encendió en una de las esquinas de la habitación.

-Está impaciente – soltó el conde con su fría voz. La llama de la vela iluminaba tétricamente su rostro pálido. Sus ojos... sin una pizca de emoción se posaron sobre mí.

Comencé a temblar violentamente. Él se acerco a mí con pasos lentos, como un felino acechando a un roedor. Un par de llamas mas se encendieron, supe que eran Hernán y Margared.

-¿Quién...? – me atreví a preguntar. - ¿Quién está impaciente?

-Veras... hace algún tiempo... mis... instintos... anormales, llamaron la atención de alguien... un ser... oscuro y poderoso, a quien, jure lealtad... porque... los regalos que él puede darme... solo por ser... quien soy...

La sonrisa del conde era de afección, cuando comenzó a hablar de aquel ser... parecía adorarlo.

-Él... fue el único que me comprendió... cuando, mi padre, el conde, se entero de lo que hacía... aquí... en este salón... él... decidió que yo... no era su hijo, que yo... su único descendiente, me pudriría en prisión... en lugar de ayudar a su único hijo, él, decidió traicionarme...

Su voz, de por si estéril de emociones se volvió cada vez más baja y las palabras salían de sus labios con lentitud. De no haber estado aquel lugar tan silencioso, no hubiese podido escucharlo.

Hernán y Margared, estaban inmóviles, uno a cada lado mío, como estatuas. En sus rostros no había ni una sola emoción, antes al menos se había visto reflejado el miedo en ellos, ahora... nada. Mi hermana Sofía era sonámbula cuando era más pequeña. Caminaba dormida por la granja de noche, con los ojos abiertos, pero... aun dentro de sus sueños... esa mirada que no veía, era la que estaba en Hernán y Margared ahora.

-Entonces... vino él... me propuso... un trato. Un trato... tan beneficioso... yo solo... tendría que... entregarle a él... a mis... victimas y entonces... yo tendría... una eternidad para divertirme. Vamos, divertirme es una palabra muy vaga... Julia, entiende que... esto, es lo que soy, tú no podrías vivir sin respirar, así como yo no podría vivir sin asesinar... yo no decidí venir al mundo con esta sed de sangre, con esta... maldita malformación...

Por un momento me miro como si... fuese humano, pero rápidamente su sonrisa de lado lo hizo parecer de nuevo de hielo.

-Ha... habla de... ¿cuando habla de... un ser... oscuro... se refiere...?

-Sí, Julia... si... al mismo diablo.

Mi cuerpo tembló. Este hombre, había hecho un pacto con el mismo diablo...

-La noche, en la que mi padre me descubrió... torturando a una de las criadas de la mansión... una a la que él maldito decía tenerle cierto afecto... - el conde soltó una risa seca – de no habérsela estado follando ni siquiera se habría dado cuenta de su desaparición, como con las demás. Pero esta... esta era especial... oh, sí, muy especial, ella era hermosa, ningún hombre podía dejar de verla al pasar... provocaba los más bajos instintos en cualquiera... incluso en mi... me tentó profundamente...

Me pregunte si estaría hablando de la chica que yo había visto en mi ventana aquella noche, y quien me había hablado hacia un momento... sin duda era hermosa.

-Cuando, descubrió que la tenia aquí... disfrutando de su exquisito cuerpo... él... se volvió loco. Comenzó a gritar... a gritar y a jurar que me encerraría de por vida, que suerte tenia de que no me asesinara en ese mismo instante... yo me reí... su amada no duraría mucho, ni siquiera con cuidados médicos y... él... él se atrevió a escupirme en la cara.... El hecho de que yo... era un fenómeno enfermo... lo que no sabía... querida Julia, es que todo fue gracias a él... todo lo que soy, todas las abominaciones que he efectuado es porque él...

Sentí de nuevo un escalofrió. De nuevo, un susurro en mi oído.

-Descuida... estoy contigo... y no estoy sola... - me reconforto la dulce voz de esa mujer.

Una piedra cayó en la cama de piedra en la que me encontraba atada, cerca de mi mano, pude alcanzarla... la reconocí de inmediato, era la piedra con el agujero que había encontrado en el bosque.

-Ahí fue cuando él apareció, mordió el cuello de mi padre hasta desgarrarlo. El conde cayo a mis pies en un charco de sangre y él... con una sonrisa en sus labios en los que aun se encontraba la sangre de mi padre me prometió ser eterno, ser fuerte, ser intocable... mientras le diera las almas de las mujeres que aquí yacieran, por mi mano. Acepte... y me convirtió... en... este horrible ser que vez ahora, un ser que... esta cautivo en su propia mansión, un ser que... no puede degustar ningún sabor o... beber algo más que la... agridulce sangre de sus víctimas...

-Pero... pero ¿qué pasa con Hernán y Margared? ¿Por qué ellos le ayudan? ¿Que ganan con...?

-Mi poder es grande, ellos no tienen más opción que obedecer, nublan sus pensamientos y se dicen a sí mismos que mí poder sobre ellos es más fuerte, pero... la realidad es que... les satisface casi tanto como a mi... la diferencia es que... yo lo acepto. Yo acepto que soy un monstruo y ellos se niegan a si mismos ese gran placer.

Negué con la cabeza, diciéndome a mi misma que esa dulce mujer que me había cuidado desde que llegue a la misión, no sentiría jamás ningún placer al lastimarme. Ni tampoco Hernán, quien había tratado de ayudarme.

Pero no importaba ya. Todo dejo de importar en el momento en el que la navaja del conde penetro en mi piel. Desde ese momento en adelante, solo existió el dolor. 

La mansión PontiackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora