Brujería

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Después de las frías palabras del conde, corrí hasta mi habitación, atrancando la puerta y ventana con las manos temblorosas. No me importo dejarlo ahí, de pie, no me importo ser despedida a la mañana siguiente, simplemente necesitaba huir de él. Había algo en el conde Augusto que simplemente me ponía los pelos de punta. Era como imaginaba debía ser estar frente a una bestia salvaje a punto de devorarte.

Casi no pude dormir esa noche. Todas las noches eran difíciles, mas en el clima frió pues, como ya había mencionado, la mansión de por si fría, se volvía helada en invierno, pero el cansancio me hacia caer rendida bastante pronto, esta noche fue la excepción. Puede escuchar a los lobos aullar la noche entera, era un sonido desgarrador que al mismo tiempo me daba curiosidad, ¿Por que estarían tan inquietos? Jamás había escuchado a los lobos aullar durante tanto tiempo. Me levante y observe por la ventana aun atrancada hacia el exterior. No alcance a ver mucho debido a la oscuridad, a pesar de que la enorme luna llena se alzaba en lo alto. Solo los aullidos de los lobos se escuchaban.

A la mañana siguiente era mi día libre, Margaret bajo al pueblo pero yo decidí ir al bosque, necesitaba recolectar algunas plantas que pensaba me ayudarían a relajarme por las noches, realmente necesitaba mejorar mi sueño, las bolsas oscuras bajo mis ojos eran una prueba de ello.

Tome el sendero que solían tomar los hombres que se aventuraban de caza. Ellos solían adentrarse en el bosque antes de torcer hacia el pueblo vecino, pero yo no me aventuraría a tanto, con unos cuantos pasos bastaría.

Estaba ahí, con mi aguda visión tratando de decidir si aquello era planta de San Juan o solamente alguna hierba. La verdad es que nunca he sido muy buena con esto de las plantas por mucho que mi madre tratara de meterme en la cabeza cuales eran para que cosa.

De pronto me sentí observada. Me levante, aun con la planta en mi mano para encontrarme con quien estuviera junto a mí, pero no había nadie. Si bien esto no era como aquellas veces que me sentí intranquila. De alguna forma, no sentía temor. Era como si supiera que cualquier cosa que estuviese ahí, no me haría daño, contrario a lo que fuese que estuviera en la mansión.

Busque en todas direcciones pero no vi a nadie, así que decidí continuar con mi labor para marcharme lo antes posible. Camine un poco más, me acerque hasta donde había algunos tréboles, estas plantas siempre han sido mis favoritas, cuando niña mi madre solía contarme cuentos de hadas y duendes y los tréboles siempre están presentes junto a estos seres. Sonreí mientras buscaba alguno de cuatro hojas pero eran tantos que pensé que jamás encontraría uno, de niña este era mi pasatiempo favorito, aun tenía todos estos tréboles secos en uno de mis cuadernos.

Me di por vencida mientras veía que unos pasos mas haya había valeriana, fui a tomar un poco y cuando me agache para esta labor, me encontré con una extraña roca. Era bastante curiosa, bastante deforme y en el centro, tenía un agujero. Se decía que con estas piedras podías ver el mundo mágico de las hadas, la puse frente a mi rostro para intentarlo pero no vi nada, de cualquier forma la guarde junto a las plantas.

Mi familia es devota de la sagrada iglesia y muchas personas ahí solían decir que los cuentos de hadas eran cosa del demonio, pero mi madre nos leía estos cuantos de cualquier forma, aunque siempre nos dijo que no lo comentáramos con mi padre. Ella decía, que el mundo es bastante gris de por sí, que estas historias solo lo volvían un poco mas rosa. Y tenía razón.

Volví a la mansión con mi cesto casi lleno de plantas medicinales y de olor. Decidí preparar cordero esta tarde, era mi tarde libre y decidí pasarlo demostrándole a Margaret que podía cocinar una cena apropiada. La cocina era territorio suyo, pero bien podría dejarme encender la estufa de vez en cuando.

Todo iba perfecto hasta que Hernan entro en la cocina, obviamente esperaba ver a Margart porque se sorprendió al encontrarme ahí.

-Bajo al pueblo - respondí cuando me pregunto por el paradero de la mujer.

Se asomo a la olla y olfateo, no dijo nada, por lo que supuse no había encontrado nada desagradable que alegar.

Al no encontrar nada de que alegar en la estufa, se acerco hasta mi cesta.

-¿Qué es esto? ¿Por qué andas recogiendo cachivaches?

-¿Qué? - me volví para mirar lo que tenía en sus manos. Era la piedra con el agujero.

-Oh... no lo sé, la encontré en el bosque y... me pareció curiosa. - Solté restándole importancia al objeto.

-Vas por ahí, recogiendo plantas y cosas de esas... las personas podrían comenzar a decir que eres...

-¿Qué cosa? ¿Bruja?

Hernan solo gruño, como si la sola mención de la palabra lo enfureciera.

-Ya lo dicen, cada vez que bajo al pueblo... escucho las murmuraciones... me tiene sin cuidado. -Me volví casi indignada a revisar el asado.

-Pues no debería... las personas son ignorantes Julia... - Me congele en mi lugar, Hernan había mencionado mi nombre y no con ponzoña en él. - Podrían tratar de dañarte como a...

Al no escucharlo más me volví de nuevo.

-¿A quién?

-No importa... solo... no hagas cosas buenas que parezcan malas.

Hernan salió de la cocina dejándome con las dudas. Él casi había mencionado un nombre, lo sabía, ¿pero cuál? ¿A quién habrían dañado las personas del pueblo?

Cuando Margart llego, el asado estaba casi listo, me felicito, algo que me lleno de orgullo, esa mujer era como mi madre en la mansión, me trataba siempre con dulzura y yo se lo agradecía enormemente, sin ella ahí, yo hubiese salido corriendo desde el primer día en la mansión Pontiack.

-Margaret... ¿puedo preguntarte algo?

-Claro querida. - soltó sacando una bufanda que había comprado para mi en el pueblo. Me la enredo en el cuello con ternura.

-Bueno... hace un rato... Hernan menciono... algo extraño.

-Oh, solo ignóralo Julia, ese hombre no tiene una pizca de tacto.

-Menciono... algo sobre... la brujería... y que... las personas del pueblo lastimaron a... alguien.

El rostro siempre rojizo de Margaret palideció.

-No hagas esa clase de preguntas Julia... olvida el tema, no lo menciones jamas, mucho menos delante del conde. El pasado atrás quedo... y no debemos desenterrarlo, cosas terribles suceden cuando lo hacemos.

-Pe... Pero...

-¡No!

Margaret no grito especialmente fuerte, pero fue un "no" rotundo a dejar el tema.

Quise decirle que quien ignora el pasado está destinado a repetirlo, pero preferí no molestarla más.

Cenamos en silencio, bajo una terrible tensión. Por suerte, el conde Augusto no apareció por la mansión en todo el día. Antes de que siquiera el sol amenazara con ponerse, me prepare un té de valeriana y subí con él a mi habitación. No sin antes llevarme un libro sobre el mundo feerico conmigo. Decidí no volver a leer más en la biblioteca.

La mansión PontiackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora