La suite estaba en lo más alto de ese hotel de vanguardia. Era un espacio abierto, con amplias alfombras, muebles de líneas rectas y superficies marmóreas. Se encontraba en completo silencio salvo por el ruido del agua al caer. Gota tras gota, creaba una composición disonante y caótica.
Al fondo, tras la cama doble, se abrió la puerta del baño y el cazador emergió de entre una nube de vapor. Acompañado por el sonido chirriante de las cadenas que colgaban de sus vaqueros, caminó hasta el minibar del salón y se sirvió una copa. Se apoyó contra la cristalera y contempló Madrid extendida bajo sus pies.
Las luces de neón sustituían el resplandor de la luna llena y las estrellas eran solo un recuerdo. En esa era de tecnología, no era ella la reina de la noche, sino los carteles publicitarios iluminados que recubrían los edificios.
Tres palabras acudían a su mente cuando la contemplaba desde las alturas: diminuta, insignificante y perecedera.
Desde su suite podía entender con claridad la frialdad del cazador al apuntar a su presa. Porque todo era tan insignificante que no merecía la pena darle importancia.
Las avenidas estaban tan alumbradas, que los ojos del cazador podían ver con la claridad de un depredador. Él sabía que en esas calles, en el interior de sus edificios, se escondían monstruos. Criaturas que pretendían controlarlo todo, y encadenar al mundo mediante reglas, moral y miedo. Deseaban moldear la sociedad e imponer su orden. Por ello existían seres como él, para purgar la ciudad y así liberar las mentes de sus habitantes.
Frustrado por no poder dar con ninguno de esos monstruos, se dejó caer en el sofá frente a la televisión. Zapeó unos minutos hasta que, hastiado, dejó el mando a un lado. Bien sabía que a esas horas de la madrugada no habría nada mínimamente interesante para distraerlo en aquella noche de insomnio.
Le echó una mirada vaga al par de pistolas que descansaban sobre la mesa esperando a ser utilizadas. Sin embargo, hasta el momento, el cazador solo había eliminado objetivos banales, no a los enemigos que con tanto ahínco buscaba.
Movió la copa realizando círculos, contemplando los cubitos de hielo dando vueltas concéntricas. El vapor ya se había condensado sobre la piel de su pecho y la luz intermitente del televisor hacía brillar las gotas de agua como si fueran diminutos cristales.
A pesar del lujo que lo rodeaba, el cazador no se sentía satisfecho. Su alma negra ansiaba algo más que comodidades y riqueza. Lo que de verdad deseaba era algo oscuro que lo consumía cada día. Y es que la venganza no es un deseo fácil de cumplir, es esquiva y se evapora entre los dedos. Daba igual a cuántos de sus enemigos asesinara, aún no era suficiente.
Guiado por aquellos lúgubres pensamientos, el joven cazador se volvió hacia la mesita para coger el móvil. Lo desbloqueó con su huella dactilar e introdujo un par de palabras en el buscador. Bajó entre los resultados hasta encontrar el que le interesaba en un periódico online. A fecha de 24 de noviembre la noticia más destacada era los misteriosos asesinatos que se habían extendido por Madrid. Asesinatos de los que él y su compañera eran responsables.
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Almas encadenadas [Equilibrio]
Fantasy¡YA EN FÍSICO! El alma de Riona tienta a Ian. Es tan brillante que teme tocarla y contagiarle su oscuridad. Su penitencia es ser el demonio enviado para matarla. ...