Capítulo 5: algo que proteger (parte 1)

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Gael se posó suavemente sobre la terraza del ático y sus alas agitaron las hojas de los árboles y levantaron el polvo depositado sobre las baldosas tras las últimas lluvias

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Gael se posó suavemente sobre la terraza del ático y sus alas agitaron las hojas de los árboles y levantaron el polvo depositado sobre las baldosas tras las últimas lluvias. Sujetó mejor a Rio y esperó a que Momo lo viera.

Al otro lado del cristal, ella se levantó de un salto y corrió para abrirles.

—¿Está bien? ¿Qué ha pasado? —exclamó asustada.

—Está bien. Voy a acostarla, luego hablamos —contestó imperturbable.

Una vez hubo acomodado a Rio en la habitación de invitados, regresó al salón y tomó asiento en una butaca. Entrelazó los dedos y perdió la mirada en el cielo gris de Madrid. Momo trató de esperar a que hablara, pero su paciencia se agotó al cabo de un minuto y medio de mover nerviosamente la pierna.

—¿Gael, qué ha pasado? —susurró.

—El venator volvió a por ella —se limitó a contestar sin apartar la mirada del infinito—. He tenido que inducirla al sueño para que se tranquilizara. Necesito pensar —agregó.

—¿Pensar? —murmuró Momo frunciendo el ceño.

—Sí, porque ya no quieren acabar con ella.

Momo lo contempló incrédula al tiempo que se le escapaba una risa sarcástica.

—Anteayer la apuntaban con una pistola —murmuró—. ¿Qué te hace pensar que hayan cambiado de opinión?

Él suspiró, apartó la mirada del horizonte y se volvió hacia ella.

—Porque hoy el demonio ha tenido oportunidades de sobra para matarla y se ha limitado a aterrorizarla.

—Gael —comenzó Momo en un tono repleto de reproche—, ¿te has quedado mirando mientras ese monstruo la perseguía? —exclamó enfadada.

—Nunca corrió peligro —se justificó—. Él mismo dijo que ya no quería matarla.

—¿Un demonio que no quiere matar a un ángel? —inquirió enarcando una ceja—. Me cuesta trabajo creerlo.

—Lo sé y me intriga. Pero, Momo, te prometí que no le pasaría nada y voy a cumplir mi palabra.

—Sé que lo harás —asintió ella más tranquila—, pero Rio ha tenido que pasar mucho miedo. No quiero que vuelvas a usarla así. Prométemelo.

—Te lo prometo —dijo al cabo de unos segundos.

Y Momo le creyó: sabía que Gael jamás le mentiría.

—¿Por qué siempre van a por la gente que me importa? —murmuró volviéndose hacia la puerta cerrada de la habitación de invitados.

—No lo sé, Momo —contestó pesaroso.

—No lo sé, Momo —contestó pesaroso

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Almas encadenadas [Equilibrio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora