Capítulo 7: monstruos nacidos del odio (parte 1)

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Se convirtió en una extraña rutina

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Se convirtió en una extraña rutina. Ian la observaba mientras estaba en clase, en los ensayos de ballet y también se dejaba ver en su terraza algunas noches. A veces hablaban. Ian trataba de convencerla de que los ángeles no eran tan maravillosos como su nombre podía evocar, y Riona se esforzaba por sonsacarle información. Pero pronto comprendió que el demonio no sabía demasiado y que, lo que sabía, no pensaba decírselo. No aún.

El único momento en que Ian no la observaba, era durante sus entrenamientos en el ático de Gael. Al parecer, su protector era capaz de proyectar parte de su alma y así conformar una barrera alrededor del edificio evitando la entrada de cualquier ser sobrenatural, sin importar que fuera ángel o demonio. Y, siendo sincera, saber que Gael se protegía también de los ángeles, la supuesta encarnación del bien en la Tierra, le hacía pensar que había cierto ápice de verdad en las palabras de Ian con respecto a la oscuridad de su único aliado.

El joven, por su parte, veía crecer el alma de Riona a pasos agigantados, pues la luz que la rodeaba había aumentado tanto en tamaño como en intensidad. Ahora ella era capaz de percibirlo con mucha más precisión, adivinando desde dónde la estaba observando. Algo que estaba ocurriendo en ese preciso instante.

Ian había tomado asiento en una de las butacas del teatro donde Riona ensayaba ballet. Se había rodeado de su alma creando la ilusión de que no se encontraba allí, al menos a ojos de los humanos. Sin embargo, ella había sido capaz de entreverlo a él y al alma negra y ondulante que lo rodeaba. A pesar de ello, se estaba esforzando por ignorarlo.

La muchacha encorvó la espalda y acompañó el movimiento con los brazos haciendo que su cuerpo ondeara violentamente, como el mar tempestuoso. Un extraño hechizo se apoderaba de Ian cada vez que ella pasaba de movimientos controlados, delicados y serenos a caóticos, nerviosos y violentos. Cuando creía que era fascinante la forma en la que su cuerpo era capaz de encontrar un ritmo en aquel desenfreno, Rio lo cambiaba y sus movimientos suaves generaban una calma en su espíritu que le hacían ansiar más. Era como dos esencias opuestas encerradas en un mismo cuerpo.

No le llevó mucho tiempo deducir que aquella fascinación provenía de un hecho muy simple: él era así. Un ser contradictorio que no se entendía a sí mismo. Determinado a acabar con tantos ángeles como pudiera, pero lleno de dudas y remordimientos.

Su único objetivo en la vida desde hacía nueve años, había sido encontrar al ángel que intentó matarlo de niño y que había destruido su vida cuando no pudo dar con él.

Esa había sido la razón por la que se había unido a las tropas de Abyssus e, iluso, había pensado que lograría cobrarse su venganza y olvidarse de todo aquel mundo, tener una vida que fuera suya.

Pero dar con el objeto de su ira no era tarea fácil y después de casi una década, Ian no estaba más cerca de hallarlo. Tal vez por ello había volcado toda su rabia en acabar con tantos ángeles como le fuera posible con la esperanza de terminar encontrándolo.

Almas encadenadas [Equilibrio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora