Sinuoso y retorcido como la culebra que escapa del frío, el pálido rayo de sol se coló por entre las cortinas adentrándose en una habitación de paredes lilas cubiertas de posters. Los había de famosos grupos de POP y Rock que contrastaban fuertemente con las elegantes fotografías de bailarinas de ballet. Sus gráciles movimientos se adivinaban incluso a pesar de tratarse de simples imágenes estáticas, congeladas en el clímax de su danza.
El rayo serpenteó por el suelo de madera, atravesó la alfombra morada y escaló por el edredón estampado. Su objetivo era el pie que asomaba por el borde y que se estaba quedando frío. Pero, unos instantes antes de que alcanzara su destino, el irritante ruido del despertador hizo que el pie rebotara sobre el colchón mientras en la cabecera de la cama emergía una cabellera castaña terriblemente enredada.
Eran exactamente las seis y media de la mañana y las mantas se agitaron mientras Rio trataba de liberarse de aquel embrollo y parar la alarma. Cuando al fin acalló el maldito pitido, salió de la cama arrastrándose.
Lo primero que salió de su boca fue, probablemente, lo mismo que estaba haciéndose eco por todo Madrid un lunes por la mañana:
—Odio los lunes...—murmuró con la boca pastosa.
Logró ponerse el uniforme dando tumbos asegurándose de escoger las medias más gruesas de su armario. Detestaba tener que utilizar falda con el frío que hacía.
Caminó hasta el cuarto de baño y se contempló en el espejo, demasiado dormida como para sentirse horrorizada ante la mata de pelo que tendría que peinar.
Se inclinó sobre el lavabo y se echó agua fría en la cara en un intento por despejarse. Frotó con tanta fuerza que, más que querer eliminar las legañas, parecía que pretendía borrar las pecas desperdigadas por su rostro.
Cuando fijó la vista de nuevo en el espejo dispuesta a peinarse, tuvo que cerrar los ojos cuando su superficie reflejó un intenso haz de luz. Parpadeando, miró hacia arriba, hacia los focos del baño. Ninguno parecía estar torcido, apuntando al espejo.
Bajó la vista de nuevo, el haz ya no estaba. Se encogió de hombros, terminó de peinarse y se recogió el pelo en una coleta.
Cuando entró en la cocina, desesperada por un café, no se sorprendió al no encontrar a su madre. Sabía que Diane tenía que entrar antes al trabajo esa semana, aunque continuara dejándole notas todos los días.
En un intento por romper el silencio que tanto la incomodaba, Rio encendió la radio y se apresuró a poner en marcha la cafetera. Últimamente, no dormía bien y necesitaba una buena dosis de cafeína para aguantar la jornada.
Estaba mojando una galleta en la taza cuando el murmullo de la radio pasó a ser su foco de atención. Con dedos temblorosos, subió el volumen y escuchó conteniendo la respiración:
—...la policía ha hallado otra víctima esta madrugada. Aún es pronto para afirmarlo, pero todo apunta a que este nuevo asesinato sigue la línea de las últimas semanas. Habrá que esperar a la autopsia, pero no se cree que se puedan encontrar indicios de la causa de muerte —recitaba el locutor—. Ninguno de los cuerpos encontrados hasta el momento presenta lesión alguna, síntomas de envenenamiento o enfermedad. Lo único que los forenses han logrado determinar es la hora aproximada de la muerte que, en todos los casos, se encuentra entre las once de la noche y las cinco de la madrugada. Con esta ya son un total de once las víctimas encontradas, dos de las cuales fueron descubiertas fuera de sus respectivas viviendas...
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Almas encadenadas [Equilibrio]
Fantasy¡YA EN FÍSICO! El alma de Riona tienta a Ian. Es tan brillante que teme tocarla y contagiarle su oscuridad. Su penitencia es ser el demonio enviado para matarla. ...