Capítulo 4: alma (parte 1)

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El embotamiento del día anterior había desaparecido y Riona podía pensar con mayor claridad, si bien aún se sentía como si se sumergiera en una densa niebla cada vez que intentaba razonar lo que le estaba ocurriendo

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El embotamiento del día anterior había desaparecido y Riona podía pensar con mayor claridad, si bien aún se sentía como si se sumergiera en una densa niebla cada vez que intentaba razonar lo que le estaba ocurriendo.

Gael y Momo la miraban de reojo, como si esperaran que fuera a echarse a llorar en cualquier momento.

Cuando terminaron de desayunar, Gael se ofreció a llevarla al instituto mientras Momo protestaba por no poder acompañarlos. Rio la miró aún sin comprender cómo podía mostrarse tan alegre e indiferente a lo que la joven estaba pasando. Se comportaba como si fueran a irse de vacaciones sin ella.

Gael la guio fuera del edificio donde los esperaba un elegante coche negro con chófer incluido. Cuando entraron, Rio agradeció que la calefacción estuviera puesta pues fuera, a esas horas de la mañana, hacía un frío terrible.

—Hoy intenta volver a la rutina. No levantes sospechas —le indicó Gael—. Recuerda que ningún humano puede ayudarte, ni siquiera tu madre. Contarle a tu ella o a tus amigos lo sucedido, no hará otra cosa que ponerlos en el punto de mira de los demonios. Y recuerda que yo estaré vigilando para que nada te ocurra, ¿de acuerdo?

Rio tardó un poco en contestar pues miraba distraída por la ventana. A esas horas, Madrid estaba lleno de coches, pitidos y ruido.

—¿De acuerdo, Riona? —insistió Gael.

—De acuerdo, pero ¿podríamos pasar por el cementerio? —preguntó súbitamente.

—¿El cementerio? — De entre todos los lugares posibles, ese habría sido el último en pasar por su mente.

—Aún es temprano y está cerca del instituto. Me gustaría visitar la tumba de mi padre... Por favor —añadió al verlo dudar.

No estaba segura de lo que buscaba, pero tal vez ahora pudiera darse cuenta de cosas que, años atrás, le habían pasado desapercibidas. Gael no veía la utilidad en ello y sabía que Riona no encontraría respuestas en una tumba, pero si le daba consuelo, él no era quién para negárselo.

—Está bien, pero que sea breve. Tienes que llegar puntual a clase. —Ella asintió—. Dile la dirección a Alejandro —añadió señalando al chófer.

Media hora más tarde, el coche negro se detuvo frente a las verjas del cementerio. Gael la acompañó hasta la entrada y se inclinó hacia ella para que lo escuchara con atención:

—Estaré esperándote en el coche para darte algo de intimidad. Si ocurre algo, grita, te oiré.

Rio se limitó a asentir y no perdió el tiempo. Atravesó la entrada, dejó atrás los dos cipreses que la custodiaban y caminó con rapidez entre las tumbas. Al tratarse de un camposanto antiguo, no presentaba el estricto orden de los cementerios actuales. Cuando se originó, los cuerpos eran enterrados en los espacios disponibles en todas direcciones.

Almas encadenadas [Equilibrio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora