No pudo concentrarse en nada el resto del día. Cuando llegó a casa, fue incapaz de estudiar y terminó mirando impaciente hacia la terraza hasta que anocheció. Se levantó de un salto del escritorio y salió.
La brisa fría de la noche mecía los mechones de su melena mientras esperaba mordiéndose las uñas a que Ian apareciera. No estaba segura de si lo haría, pero necesitaba saber que había cumplido su parte del trato.
Eran casi las doce de la noche y Rio ya sentía los músculos entumecidos, cuando el demonio apareció.
Surgió de la nada, sobresaltándola. Ella no supo que estaba ahí hasta que retiró las alas negras con las que se había cubierto para fundirse con la oscuridad.
—Está hecho. No recordarán que estuviste ahí—. Su tono era serio, como si ya no le resultara divertida la situación.
Ella le dirigió una mirada que no supo interpretar, pues vio un gran alivio en sus ojos, pero también odio. La mezcla resultaba extraña.
—Genial —contestó cortante.
—Cuando decida lo que quiero a cambio, te lo diré —le informó dando media vuelta para marcharse.
Pero Rio no podía dejar que se marchara así como así. Tenía que conseguir algo sobre él para darle a Gael, lo que fuera. No podía continuar cruzada de brazos esperando a que ese demonio la aterrorizara de nuevo.
—¿Cómo te llamas?—. Fue lo primero que le vino a la mente para retenerlo. Y funcionó, porque el caído se detuvo en seco y, sorprendido, se volvió hacia ella.
La miró perspicaz y pensaba que ya no iba a contestar cuando abrió la boca.
—Ian.
—No parece un nombre de demonio —replicó aún sin mirarlo.
—¿Y qué esperabas? ¿Un nombre sacado de la Biblia? —inquirió enarcando una ceja divertido—. Solo tengo diecinueve años.
—¿Solo eres dos años mayor que yo? —exclamó sin poder evitar sorprenderse—. Creí que eras mucho mayor —dijo pensando en Gael.
—Pero hace casi diez años que lucho para Abyssus —le advirtió al ver que lo miraba con extrañeza, como si se estuviera preguntando por qué le había dado tanto miedo hasta ahora.
—¿Te convertiste en demonio siendo un niño?— preguntó estupefacta.
—Uno no se "convierte" en demonio, se nace siéndolo —replicó Ian—. Que tú hayas tardado tanto no es normal.
—No vengas a decirme ahora que lo tuyo es normal —exclamó horrorizada ante el hecho de que alguien pudiera verse arrastrado a la oscuridad a una edad tan temprana—. ¿No sientes remordimientos cuando recuerdas tu vida humana? —preguntó incapaz de comprender al joven que tenía delante.
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Almas encadenadas [Equilibrio]
Fantasía¡YA EN FÍSICO! El alma de Riona tienta a Ian. Es tan brillante que teme tocarla y contagiarle su oscuridad. Su penitencia es ser el demonio enviado para matarla. ...