Capítulo 8: zafiro roto (parte 1)

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Rio permaneció en el ático una hora más en la que trató de hacer todo lo que Gael le indicaba y le decía qué ejercicios podía practicar en casa sin peligro

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Rio permaneció en el ático una hora más en la que trató de hacer todo lo que Gael le indicaba y le decía qué ejercicios podía practicar en casa sin peligro. La sesión llegó a su fin cuando llegó el tutor de Momo.

—¿Cuántas clases te has saltado, Riona? —preguntó Gael que parecía haberse percatado en ese momento.

—Una o dos... —contestó vagamente.

Gael frunció el ceño de inmediato y la miró con reproche.

—Te dije que no puedes descuidar tu vida diaria.

—Entenderás que no estaba como para concentrarme después de lo que pasó anoche —replicó ofendida. No era su padre, no tenía derecho a darle una regañina.

—Me trae sin cuidado si puedes o no concentrarte —replicó—. El punto es que ni tu madre ni nadie de tu entorno sospechen que algo no va bien. Lo último que quiero es que vengan a mi puerta a hacer preguntas. Como comprenderás, no soy un ciudadano estándar y necesito mantener la atención lejos de mí. No solo me perjudicas, sino que pones en peligro a Momo —la señaló.

—Gael... —intervino la adolescente. Su tutor se había retirado discretamente al estudio donde le daba clase.

Pero Rio se puso en pie y tras murmurar una disculpa entre dientes, salió del ático corriendo. No sabía si huía por la acusación de Gael, debido al enfado que sentía hacia él o por el hecho de que al ver la dureza con la que la había mirado le hizo darse cuenta de que no la estaba ayudando por la bondad de su corazón.

Gael quería algo de ella y por ello estaba dispuesto a ayudarla a sobrevivir. Pero si interfería en su vida o ponía en peligro a Momo, no dudaría en abandonarla su suerte.

En el fondo, estaba sola.

Asistió a lo que restaba de jornada en el instituto, pero estuvo distraída. Ni siquiera se molestó en entablar conversación con sus amigas ni en acompañarlas al recreo. Prefirió quedarse en la biblioteca escuchando música mientras fingía leer. En realidad deseaba dormir, pero la bibliotecaria se enfadaría si en una de sus rondas la encontraba babeando sobre los libros. Y Rio no podía permitirse más faltas, no cuando pronto le dirían a su madre que se había saltado varias clases.

Se sobresaltó cuando alguien se sentó a su lado y ya esperaba encontrarse con Ian cuando Lucas la sorprendió.

—Hola —la saludó—. ¿Te he asustado?

—No —mintió.

—Es una suerte que te haya encontrado. Estaba haciendo el trabajo de historia.

Riona se llevó una mano a la cabeza.

—Lo siento. Se me olvidó por completo, no he hecho nada...

—No, tranquila. Aún tenemos tiempo. Es solo que prefiero quitarme mi parte cuanto antes. Además, te dije que me aseguraría de hacerlo bien. A fin de cuentas, Velasco no te habría castigado si no hubiera estado cabreado conmigo —añadió encogiéndose de hombros.

Almas encadenadas [Equilibrio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora