El hada y el lobo.

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La mañana había transcurrido con normalidad. O al menos eso se planteaba el rubio. Aún tenía ese helado sentimiento en su corazón, pero al menos ya no se sentía tan jodidamente solo.

Lexus lo había acompañado hasta su primera clase, como una madre acompaña a su hijo en su primer día de escuela. Por eso le tenía tanto cariño a la pelirroja; ya que en el fondo ella llenaba ese amor maternal que tanto deseaba el chico en estos momentos.

Al salir de clases se dispuso a pasar a su estudio privado. Era uno de los privilegios que la escuela brindaba a sus mejores alumnos de cada facultad. En la de Tweek solo 3 personas poseían una habitación para ellos.

Lamentablemente para llegar ahí tenía que pasar justo frente al casillero del pelinegro. Cuando se le dio a escoger cual de todos los privados disponibles quería. Decidió que sería ese por la misma razón que ahora odiaba. Poder ver a Craig entre clases. Ese pequeño placer se había convertido en una tortura. Ahora cada que pasaba por ahí sentía el pecho oprimido, ver como el pelinegro coqueteaba con alguna chica nueva. Esto provocaba que su depresión regresara y cayera nuevamente en sus vicios.

Pero hoy era diferente no había nadie en dicho lugar. Así que pudo llegar a su destino con su buen humor intacto. Al entrar al estudio dejó sus pertenencias en el suelo; el lugar amplio de grandes ventanales, por todo este había mesas de diferentes tamaños, y encima de estos distintos materiales de arte. Cuadros pintados por el chico, bosquejos y fotografías adornaban las paredes en ellos descansaban inertes diferentes personas, animales y uno que otro paisaje que inspiraba al rubio. Ninguno había sido colocado de manera coherente, pero hacía parecer que fuera un enorme y colorido collage.

El lugar estaba impregnado con una combinación de aroma a pintura y a café recién hecho. Se podría decir que olía a Tweek. Este comenzó a sacar los materiales de su maleta, lápices, colores, oleos y pinceles comenzaron a surgir y ya en el fondo de esta encontró una botella de whisky que aún estaba a la mitad. El chico se quedó parado un rato sin moverse, mientras observaba con atención el objeto. Pero en su mente tenía un debate mental de si beber de este o no.

Se sentía como la pequeña Alicia cuando se encontró con aquel frasquito que la encogía hasta tener el tamaño de un ratón ansiosa y llena de curiosidad. Pero este líquido no tendría ese efecto en el chico. Si no uno mejor, lo hacía olvidar y sentirse mejor; al menos por un breve periodo de tiempo.

Se sentía tan hipócrita en esos momentos siempre había juzgado a Stan por ser un alcohólico a tan temprana edad, pero el a sus 19 años había bebido hasta perderse varias ocasiones en lo que llevaba dos meses, se había despertado tirado a lado de basureros o en el piso de bares. Con la ropa vomitada y la autoestima por los suelos.

Marsh por lo menos tenía la excusa de que estaba enfermo y con eso podía sobrellevarlo, pero él bebía por lo más estúpido del mundo un corazón roto. No podía seguir con eso, estaba a tiempo para retomar su vida. Así que tomo la botella y la llevo hasta el final de un casillero situado en la parte de atrás.

Tomo la pequeña cafetera que Lexus le había regalado por su cumpleaños, la puso en marcha y se dirigió a la ventana mientras escuchaba el sonido del agua caliente cayendo hacia el recipiente metálico.

Observó como las gotas de lluvia aterrizaban sobre el cristal. La lluvia, el calor y su arte eran parte del cuarteto que amaba. Lo único que le faltaba en esa escena era Tucker. Sentado cerca de él, dándole razones el por qué su proyecto final debería ser una galería de arte cuyo tema principal fueran los cobayos.

Nadando entre estrellas [ Craig X Tweek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora