I.

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- Papá, por favor dile a mi hermana que no entre a mi habitación.

- Sarah, hija - el peliblanco sube las grandes escaleras hasta llegar a la habitación de su hijo mayor. - James, hijo por favor no tiene nada de malo que tu hermana quiera estar contigo.

- Pero yo ya soy mayor, ¡necesito mi privacidad! - el chico grita sentado en su cama.

El peliblanco sale de la habitación y se dirige a la de su hija menor.

- Sarah, ya sabes que tu hermano no quiere que entres a su habitación mi amor.

- Lo se papá. Pero es que me aburro.

- Juega con tus muñecas o mira vídeos en tu teléfono.

- Si papá.

Sale de nuevo y se dirige a la última habitación, la de su más pequeña hija de 2 años.

- Jane, mi amor ya es hora de dormir - se acerca a su pequeña niña y la toma entre sus brazos. La acomoda en su cunero pero esta comienza a llorar. - Bien, vamos - la vuelve a tomar y la lleva a su habitación. El trabajo de padre era muy pesado, paso por las habitaciones para despedirse de sus hijos dejando un beso en su frente.

Después el fue a dormir, acomodando a su hija aun lado de el. La noche comenzó a gobernar el cielo y el sueño se hacía cada vez más fuerte.

El día comenzaba con los acostumbrados llantos de la pequeña Jane, los gritos de James al regañar a su pequeña hermana Sarah. Todos los días desde hace tres años era igual.

- Papá, ¿Qué desayunaremos? - Sarah pregunta acomodando su cabello.

- No lo se, hija. ¿Huevos revueltos? - contesta con una sonrisa.

- ¿No vendrá Tiana? - el peliblanco negó con la cabeza.

- Recuerden que está de vacaciones. -

- Vamos Papa, vayamos a desayunar. - Sarah tomo en brazos a Jane mientras James sale detrás de ella con su celular en la mano sin prestar atención alguna.

Jackson toma las llaves de la mesita de noche a un lado de la puerta, subieron al auto y se dirigieron al pequeño restaurante a donde hiban casi todos los días. Para los niños ya era costumbre.

Hace más de un año que su esposa los abandonó, los dejo a su suerte con un, niño de 16, una niña de 13 y una pequeña bebé de 2 años.
La tarea de papá se volvió más complicada al saber que cada uno de sus hijos tiene sus propios problemas, sus propios mundos y cada uno tiene opiniones diferentes.

Aunque el dinero no les falta, el cariño y la atención si, Jackson aún recuerda aquella horrible discusión con su esposa cuando ella decidió irse.

- Ya no lo soporto, Jackson. Me voy.

- ¿Te irás así de fácil? Tenemos tres hijos Elena, ¿En qué cabeza cabe abandonarlos? - Jackson corría detrás de la mujer de cabello castaño, que rápidamente bajaba las escaleras de la gran mansión con dos maletas.

- Sabes perfectamente que jamás quise tener hijos, me arruinaron a figura. Y tuvimos tres.

- Eso no lo decías cuando salíamos a las tiendas de compras. - tomo el brazo de su esposa haciéndola girar.

Cuando quedaron frente a frente Jackson se dió cuenta de que en sus ojos ya no había amor, era diferente.

- Quédate con ellos, no me busques.

- Eres su madre, y mi esposa. Necesito una explicación.

- No te preocupes, en unos días recibirás la notificación de divorcio. - esas palabras dolieron.

- ¿Echarás a perder 16 años de matrimonio?

- Ya no me enredes más Jack, déjame ir, no soy feliz, ya no te amo como antes, ya no siento nada, y por nuestros hijos no te preocupes vendré a verlos.

Volvió a seguir su camino, a pocos centímetros de llegar a la puerta principal Jackson la volvió a detener.

- Elena...- soltó un suspiro - Si sales por esa puerta, olvídate de regresar.

Ella tan solo permaneció en silencio unos segundos cuando tomo la perilla de la puerta, la abrió pero antes de salir, unos niños bajaron las escaleras corriendo.

- ¡Mamá! - una pequeña niña llegó a pasos veloces hasta su madre. Quien giro a verla. - no te vayas, prometo ser una niña buena, por favor quédate.

Las palabras de aquella niña eran como cuchilladas en el alma de Jackson, quién estaba al borde las lágrimas. El chico de tan solo 14, se acercó aguantando las ganas de llorar.

- Mamá, no nos dejes. - ella acarició su rostro, y el cabello de la pequeña quien se aferró a su cintura con fuerza.

- Escuchen, los vendré a ver, lo prometo. Ahora tengo que irme. - los miro con dulzura para darles un beso en la frente a cada uno. - Cuiden de su hermanita.

Fue lo último que dijo, para luego salir por la puerta con ambas maletas, los tres se quedaron en silencio solo mirando como se alejaba aquella mujer. Destrozandoles el alma.

La Niñera. JelsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora