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Entró en la cocina anudándose la toalla a la cintura y se encontró con Jimin tomando una taza de café y trozo de pan mientras ojeaba las páginas del periódico sin mucha pasión. Era como si pasease la mirada por encima de los titulares y las fotos, en un primer contacto visual, sin querer comprometerse a fondo en nada más. Sobre la mesa esperaban otros tres trozos con un aspecto fabuloso. A Jungkook se le hizo la boca agua.

—¡Palta, qué bien! —Alzó las dos cejas—. ¡Eres un cielo!

—Ya ves. —Continuó pasando las páginas del periódico mientras refunfuñaba—. Los domingos todas las noticias tendrían que ser maravillosas.

Jungkook pasó del café. Se preparó un tazón de chocolate caliente. Iba descalzo.

—Te vas a enfriar —le hizo notar Jimin.

Se sentó en la silla frente a la suya, en la pequeña mesita que tenían ubicada en la cocina y subió los pies para no tenerlos en contacto con el suelo.

—Has madrugado —dijo Jungkook.

—Cielo, aún no me he acostado. Acabo de llegar.

—Eres increíble —se burló el chico —. Con tu aspecto nadie lo diría.

—Es que desgaste, lo que se dice desgaste, he tenido poco, para que vamos a engañarnos.

No daba la impresión de sentirse muy contento pese a la presunta noche de juerga. Acabó de pasar la última página del periódico tras echar un vistazo a las películas que se emitían por la noche y entonces levantó la vista y no esperó ni un segundo más.

—¿Qué tal?

Jungkook sorbía el chocolate. Dejó el tazón sobre la mesa y cogió una de las ensaimadas. No pudo evitar una media sonrisa. No estaba muy seguro de si estallar o mostrarse comedido. Conocía los días serios de su compañero de piso. Y aquel lo era. Se ponía bastante borde. Aun así, fue sincero.

—Me gusta —admitió.

—¿En serio?

—Sí, es muy guapo.

—Dijiste que te lo tomarías con calma, que hasta no estar seguro...— Jungkook se encogió de hombros.

—Es que empiezo a ver que la seguridad plena no existe y que siempre, siempre, hay que arriesgar algo.

—Tú vas a arriesgarlo todo —hizo hincapié Jimin.

—No es demasiado, ¿no crees?

—No empieces, por favor —le reprochó su amigo—. Alguien tiene que hacer de abogado del diablo y me toca a mí. Una cosa es un revolcón. Yo mismo te empujaría. Pero esto... ¿Qué te hace verlo ya tan claro?

—Son muchas cosas, su inseguridad, la manera en que me mira, como si jamás hubiese visto a un chico... Parece un gato asustado.

—Lo que faltaba.

—No sé, tiene algo. —Jungkook pellizcó un pedazo de pan con las manos y se lo llevó a la boca. Estaban recién hechas y el sabor le hizo cerrar los ojos con placer—. ¡Hum... está de muerte!

—¿El pan o él? —le pinchó su amigo.

Jungkook cogió el dominical del periódico y quiso atizarlo con él. Fue tan solo un gesto, porque Jimin seguía hablando en serio, más y más directo.

—No pagues conmigo tu mala noche, ¿vale? —protestó el muchacho.

—¿Mala noche? ¿Quién te dice a ti que he tenido una mala noche?

—Pues hombre, si llega a ser peor...

—Deja mi noche en paz y sigamos con lo tuyo. Si he de serte sincero, me preocupa.

—¿Porque vas a quedarte sin compañero de piso?

—Hablo en serio. —La apuntó con un dedo inflexible—. ¿Y si te engañas a ti mismo?

—Es un riesgo.

—No, esta vez no puede serlo porque antes te ha pasado siempre lo mismo.

—Jimin, por favor... —Se le atragantó la miga del pan.

—Vale, vale, es tu vida. —Jimin levantó ambas manos con las palmas hacia afuera.

—Lo que queda de ella —refuto Jungkook.

—¡No digas eso!

—¡Es la verdad! ¡Y lo afronto! ¡Ahora todo es distinto! ¡Yo no tengo todo eso tan bonito de ver crecer a los niños, envejecer juntos...! ¡Es ahora, mientras mi cuerpo aguante y no manifieste la enfermedad! ¡Y puede que ni siquiera se trate del cuerpo, sino de la mente y el espíritu!

—¿Y él?

—¡Le gusto!

—¡Dios, eres el chico más guapo y dulce que conozco! ¡Claro que le gustas! ¡Eres un regalo, enfermo o no! ¿Y si el que va a por el revolcón es él?

—¡No es de esos!

—¿Cómo lo sabes? —se crispó Jimin—. ¿Es que por tener el sida como tú ya es automáticamente una buena persona? ¿Cómo se convirtió en seropositivo?

—Tuvo una relación de contagio.

—¿Así, por las buenas?

—En Daegu. Una locura.

—O sea que la metió donde no debía y sin tomar precauciones —se escandalizó Jimin—. Pues kook, eso no dice mucho en su favor.

—No quiero seguir discutiendo sobre eso —atajó dándole otro sorbo a su taza de chocolate—. Te lo voy a presentar y en paz.

—Ah, no.

—Vendrá a buscarme esta tarde.

—Pues yo paso. No quiero verlo hasta que estés seguro por ti mismo. No estoy de humor hoy para echarle el ojo encima a alguien que no me cuadre.

—¿Estás tú seguro de Hoseok?

—Vale, entiendo, pero es distinto. Yo no puse un anuncio y sé de qué va.

—Todos llevamos puesto un anuncio —repuso Jungkook de pronto, agarrando la taza con las dos manos como si fuera su único punto de apoyo en el mundo—. Unos dicen «socorro», otros «quiero montármelo», otros «creo en el amor para siempre».

—Tú estás dispuesto a pasar con él el resto de tu vida, dure lo que dure y eso no es amor, es desesperación.

Sonó implacable. Lo fue. Jungkook resistió unos segundos más su mirada, hasta que la apartó, tan encendido como agotado. Los ángulos de las mandíbulas se le marcaron formando dos sesgos endurecidos al apretarlas con fuerza. Al otro lado de la mesa su amigo no se movió. Los dos permanecieron quietos, igual que estatuas, uno al borde de unas lágrimas que no llegó a verter y el otro sin saber qué hacer después de su última y contundente expresión, a la espera.

Jimin no se excusó. Jungkook sabía que siempre hablaba de corazón.

Por un puñado de besos | VKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora