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Cada vez que iba al médico y salía de la consulta sin mayores novedades se sentía bien, radiante. Era una especie de prórroga. Disponía de unas semanas o meses, para mantener viva la esperanza. Y se aferraba a ella como el náufrago a la tabla solitaria en mitad del océano. Esperanza, la mejor de las palabras. Fue lo primero que le preguntó Jimin al llegar a casa:

—¿Qué te ha dicho el médico?

—Ninguna novedad. Estoy bien.

Su amigo soltó aire. —¿Salimos a celebrarlo?

—¿Por qué no pedimos que nos traigan unas pizzas y lo hacemos aquí?

—Porque no es lo mismo —dijo Jimin—. Ahí fuera hay un mundo que no solo sirve para ir y volver del trabajo.

—Es que no me apetece, en serio.

Salía y se ponía enfermo. El verano aún hacía estallar más los sentidos. Por todas partes veía parejas abrazándose, besándose, deleitándose... Y no podía evitarlo. Pensaba en sí mismo y en Taehyung, en lo que nunca podría ser.

Eso sin contar con Jimin que estaba en la fase más disparada de su relación con Hoseok.

—Escucha, siéntate —le pidió a su compañero de piso.

—¡Huy, huy! —se inquietó el azabache.

Ni siquiera se había desnudado para ponerse cómodo. Se sentó a su lado en el sofá. Jungkook apagó el televisor, al que ya había silenciado al llegar su amigo.

—¿Qué pasa? —inquirió Jungkook —Tendré que irme pronto de aquí, ¿verdad?

—¡No seas tonto! ¿Por qué?

—Por Hoseok.

—¿Qué tiene que ver Hoseok contigo?

—No quiero ser un problema.

—Tú no eres un problema —se lo dijo de forma muy categórica—. Eres mi amigo.

—Ya, pero...

Jimin cerró los ojos y se mordió el labio inferior. —Nos oíste anoche, claro —repuso.

—Un... poco —mintió.

—Lo siento, cariño. —Le puso una mano encima de las suyas y se las presionó—. Le dije que no hiciera ruido y que no gritara, porque cuando le viene se pone loco y... bueno, ¿qué voy a decirte si ya lo oíste?

—¡No seas tonto! —Jungkook expresó el dolor que sentía con la mirada—. ¿Qué quieres, ponerle un silenciador? ¡Solo faltaría que no pudieras expresar lo que sientes!

—Ya, pero...

—Jimin. —Ahora fue él quien atrapó su mano, vehemente—. Haz el amor, grita, vive. ¡Me encanta saber que la vida sigue! ¡Lo necesito! Lo único que pasa es que anoche pensé que estaban ya en un punto en el que les hacía falta más intimidad.

—¿Qué te crees, que vamos a vivir juntos o algo así?

—¿No te lo has planteado?

—¡No, ni hablar, ni loco!

—Pues deberías.

—¿Por qué?

—Tú lo quieres.

—Y él a mí, vale, ¿y qué?

—Cuando la gente se quiere hace planes.

—Los planes se hacen con calma, no en el arrebato de un polvo. Y te diré algo de sentido común: cuanto más placentero es el polvo, peor. Entonces te da por tocar la luna y quedarte en él.  Pierdes la perspectiva. ¿Sabes la cantidad de parejas que se forman en pleno éxtasis sexual o después de él? —Se puso a hacer el payaso con intención—. «Te quiero, cásate conmigo», «Eres el hombre de mi vida, formalicemos», «Eres lo más maravilloso que me ha pasado»... No, cariño, no. De momento vamos bien, muy bien, pero aún no me veo yo...

—Pues parecía todo muy bonito.

—¡Lo es, por eso funciona bien así y no quiero estropearlo!

Jungkook sonrió. Su expresión se revistió con una de aquellas luces de melancólica ternura al hacerlo.

—¡Dios, eres un romántico! —musitó Jimin al apreciarlo.

—Qué le voy a hacer.

Su amigo supo interpretar aquella sensación. Tuvo que rendirse a la evidencia.

—Y le echas de menos.

Se hizo el silencio. Breve. No habían hablado de él desde que...

—Sí, a pesar de todo. Sí.

—Se comportó como un cerdo, cariño —dijo Jimin despacio.

—Se comportó como un cerdo —asintió Jungkook— pero no sé si era un cerdo. No le di ninguna oportunidad. Aquella noche...

Jimin bajó la cabeza.

—Puede que solo le viera unas pocas veces, pero me vi en sus ojos, percibí toda su esencia y allí había algo. Ni siquiera escribió nada en el periódico, su compañero de piso continuó rehuyendo su mirada.

—Aquella noche vino a decirme algo —susurró Jungkook. El silencio los envolvió, los arropó, los unió y separó. Fue sintomático. Jimin era una estatua de sal.

—¿Qué... sucede? —pregunto Jungkook.

—Nada.

—¿Jimin?

Su amigo acabó levantando los ojos. —Creía que lo estabas superando —manifestó.

—Sé que fue mi última oportunidad. ¿Cómo iba a superarlo así como así?

—¿Todo este tiempo...?

—No dejo de pensar en él.

Jimin bajó los párpados. Cuando volvió a levantarlos, dos líneas húmedas se habían formado en la parte inferior de sus ojos. Tragó saliva y ese fue el detonante. Los dos se desbordaron al unísono. Después de traicionarse a sí mismo, ya no pudo volver atrás.

—Jimin... —volvió a decir Jungkook.

—No, espera. —Suspiró como si se rindiera definitivamente y se levantó mientras se pasaba la mano por las mejillas—. Vuelvo enseguida.

Jungkook lo vio abandonar la sala. No entendía nada. Siguió sin entenderlo cuando su amigo regresó a los escasos segundos llevando algo en la mano. Un sobre.

Un sobre vagamente percibido tiempo atrás, aquella misma noche... Jimin se lo entrego, ya no lloraba aunque sus ojos seguían enrojecidos. Su rostro formaba una ingrávida máscara en la que se entremezclaban muchos sentimientos, desde la rendición a la culpa.

—¿Qué es esto? —apenas susurró Jungkook.

—Lo encontré en el buzón al bajar al día siguiente.

—¿Es suyo?

—Lo llevaba en la mano cuando vino a verte. Tú estabas demasiado ofuscado pero yo...

Jungkook miró el sobre cerrado. —¿Por qué no me lo diste entonces?

—Supongo que quise protegerte. —Volvió a sentir el azote de las lágrimas. Tuvo que sorberse la nariz—. Pensé que en tu estado no verías las cosas con objetividad.

—¡Pero era mi carta, mi decisión!

—Jungkook...

—¡No tenías derecho!

—Perdóname... —apenas pudo contenerse Jimin—. Yo solo quería...

No acabó la frase. Se encogió de hombros y se vino abajo. Jungkook no pudo ni tocarlo porque las piernas no le respondían como para levantarse y el sobre le pesaba en las manos.

—Puede que ahora... más en frío... sepas mejor... qué hacer —farfulló Jimin antes de sumergir el rostro entre sus lágrimas.

Jungkook lo miró y luego al sobre. Esta vez sí logró abrazarse al cuerpo de su amigo que continuaba de pie a su lado.

Por un puñado de besos | VKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora