33

2.5K 437 15
                                    

Jungkook se daba cuenta de que todo era distinto. Primero de septiembre, todo el mundo había vuelto a la ciudad. Al menos los que estaban de vacaciones. El resto, los que no se movían, seguían allí. Pero entre unos y otros, la sensación de que el verano podía darse por concluido era general. Más tráfico en las calles, más bullicio en las aceras, más colas en la parada del autobús, menos alegría, más caras serias con síndrome post vacacional. Y pronto aparecerían los autocares cargados de niños para dar el toque de salida al curso escolar.

Un verano más, un verano perdido o tal vez ganado. Ahora ya no estaba seguro de nada. Ya se sabía la carta de memoria y en especial el poema. También conocía todas las respuestas posibles a las preguntas imaginables.

A pesar de todo no corría. Caminaba. No quería llegar congestionado y sin aliento, sudoroso o con las mejillas arreboladas por la tensión. Bastante había hecho con esperar todo el día, hasta tomar la decisión más importante de su vida.

Sin olvidar que prefería encontrárselo en casa. Bueno, no, la decisión ya la había tomado la noche anterior, al concluir la primera lectura de la carta. Se orientó, comprobó las señas, tuvo que preguntar. Cuando entró en la calle, miró los edificios y su corazón latió un poco más rápido. El número que buscaba se encontraba justo a la mitad, en la acera de la izquierda. Se detuvo en el portal y contó hasta tres antes de pulsar el timbre del citófono.

Esperó. Un segundo, cinco, diez.

Volvió a intentarlo. Nada. Se apartó de la acera y se mordió el labio inferior. ¿Cómo curaba una persona herida su alma en verano? Tres meses daban para mucho.

Miró arriba y abajo de la calle, como temiendo verlo acompañado por otro.

—Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre —susurró para sí mismo—. Abril para despertar, mayo para saber, septiembre para vivir eternamente. Abril para encontrarnos, mayo para amarnos, septiembre para estar juntos eternamente...

Se sentó en el portal dispuesto a esperar. Por lo menos hasta que se hiciera de noche.

Por un puñado de besos | VKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora