Taehyung cerró la puerta de su piso y solo entonces fue capaz de reaccionar. O más bien lo hizo su cuerpo. El sudor frío, la mente al revés, la sensación de vacío, la limonada bailando en su estómago y produciéndole arcadas a causa de los nervios que de pronto se disparaban por todo su cuerpo...
Qué absurdo.
¿O, justamente aquello, era lo lógico?Jugaba con fuego. ¿Qué esperaba? Ahora no había vuelta atrás. Seguir o renunciar. Y todo menos renunciar. Se había jurado no hacerlo jamás. Llegar siempre hasta el final.
Nadie podía saber lo que había en ese final. Lo esencial, siempre, era seguir. Venció la arcada, trató de respirar hondo y sin encender la luz, caminó hasta su habitación. Lo primero que hizo fue desnudarse, por completo. La primavera había traído una primera ola de calor. Dejó la ropa en el suelo. Después de todo no había apenas nada en su sitio. El suyo era el típico departamento de soltero, con montañas de platos sucios en la cocina, ropa por todas partes y una sensación de caos generalizado.
La mujer de la limpieza acudía una vez por semana, y eso sería a la mañana siguiente, así que era su último día de desorden antes de que ella lo organizara todo de nuevo y él tuviera otra semana para volverlo a dejar igual.
Se metió en el cuarto de baño, bajo la ducha, y abrió el grifo del agua fría. Aguantó el primer contacto de gelidez y se mantuvo quieto mientras contaba hasta diez. Luego sí reaccionó, se frotó el cuerpo con ambas manos arrancándole de nuevo la vida y permaneció un largo minuto liberando su tensión. Aunque sin apartar la mente del chico.
¿Cómo era posible?
—Mierda... —jadeó.
Cerró el agua, salió de la ducha y se secó con una toalla grande. El espejo le devolvió su imagen. Era relativamente alto, un metro setenta y nueve, cabello castaño, rostro firme, labios grandes, nariz recta, mentón delicado. Algunas y algunos le encontraban atractivo. Y se cuidaba en la medida de lo posible.
Hombros no tan anchos, pectorales y abdominales, no nada de eso, pero estaba en forma por si era necesario. Por si le enviaban a cualquier parte del mundo donde necesitase algo más que resistir lo normal.
Siguió mirándose en el espejo. A veces se preguntaba quién diablos era el tipo que tenía delante.
¿Lo conocía?
—Eres un cabrón —se dijo.
Sabía por qué lo había hecho. Sabía por qué respondió al anuncio. Pero ahora, después de conocerlo, no sabía por qué seguía. Y esa era la gran pregunta, el interrogante. Tenía que responderle cuanto antes o metería la pata... si no la había metido ya.
—Vamos —le dijo a su otro yo reflejado en el espejo—. ¿Por qué vas a hacerlo?
¿El trabajo? ¿La sensación? ¿Cuántas veces perseguía al cabo de un mes o un año la gran exclusiva?
—Es él, ¿verdad? —continuó hablándose—. Te ha atrapado como la araña a la mosca, en un abrir y cerrar de ojos. Solo que en este caso la araña eres tú y él la pobre mosca.
Bastaba con no volver a verlo. Habían congeniado, sí. Habían vuelto a quedar, sí. Era perfecto, sí. Todo encajaba. No, nada encajaba. Él no encajaba. Él era de verdad, él no.
¿Y si Jonathan le despedía? Estaba demasiado cerca del abismo. Si no le hubiera prometido algo realmente sorprendente y diferente...
—No lo hagas, Taehyung —fue como si le dijera el reflejo del espejo—. No jodas a ese chico.
—Dios... ¿lo has visto? —le respondió él—. Es precioso.
—No es un chico, ni es precioso: es la condena.
Cerró los ojos. La condena.
Pero continuó viéndolo como si lo tuviese delante, tan natural, fresco, radiante. Siguió apreciando su belleza, la fuerza de sus labios, el misterio de sus ojos tristes pugnando por sobrevivir y mostrar un atisbo de esperanza. Siguió percibiendo su calor, su intensidad, aquella latente magia que desprendían sus gestos, su voz, su energía...
¿Cuántas veces se había enamorado a la primera, a simple vista? Muchas. ¿Y con cuántos acabo mal? Baek a los diecisiete, Choi a los veinte, Minho... ¿Y cuántas veces se tiró de cabeza a la piscina para descubrir demasiado tarde que en el fondo no había nada, solo cemento? Más aún: ¿por qué le pasaba siempre? ¿Por qué conocía a alguien y... ¡zas!, todo se le ponía del revés? Ya no era un adolescente.
¿Tenía que ver con su ambición, con su forma de tomarse la vida, siempre al límite, rápido, como si le persiguieran los demonios?
—Él te ha gustado —reconoció—. Ahora buscas una excusa para seguir.
Salió del cuarto de baño y volvió a su habitación para vestirse. Se quedó sentado en la cama viendo el desorden, pero también las partes vacías de su armario, o los cajones no menos vacíos de la cómoda. No había tocado nada, todo seguía igual. Y habían pasado ya cinco meses. Una eternidad.
Minho jamás volvería, estaba solo.
Necesitaba llenar algo más que aquel armario o los cajones de la cómoda. Necesitaba llenar su vida. Siempre estaba bien cuando estaba enamorado, el resto del tiempo no existía. Pese a todo, el amor lo completaba.
Miró el lado vacío de su cama. Nunca se tendía en él. No podía. De noche aún creía que Minho estaba allí. Alargaba la mano y al tantear su ausencia comprendía la verdad. Entonces se desvelaba, o recordaba sus noches de amor y era peor. El eco de su voz y de su risa permanecía oculto en los rincones más secretos.
—Eres un imbécil —volvió a decirse.
Un imbécil que hablaba solo, así que, además, estaba empezando a volverse loco. Tan loco como para mezclar un trabajo imposible y arriesgado con los sentimientos y el absurdo de aquella vieja y a la vez nueva sensación que tan bien conocía.
—Es un trabajo, nada más.
De pronto ya no lo era. Ahora él tenía un rostro, un corazón, unos sentimientos...
—Si te atrapa...
No habría vuelta atrás. Y entonces ¿qué?
—Ni siquiera lo pienses, ¡olvídalo! —rezongó en voz alta—. ¡No puedes!
Podía perderlo todo. Jonathan le pondría de patitas en la calle, se la jugaba. Se la jugaba y encima resultaba que Jungkook era un cielo, un ángel...
El ángel de la muerte. Sin futuro.
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Por un puñado de besos | VK
ספרות חובביםJungkook y Taehyung han quedado para su primera cita, pero su conversación no es la habitual. Meses atrás los sueños de Jungkook, un hermoso y sensible chico, se quebraron trágicamente, sin embargo, siguió convencido de que el amor era para él una...