encontrado en la umbra.

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Por suerte, Dylan es un buen escalador y según las instrucciones de Kennedy, la ventana que estaban vigilando era la del cuarto donde tienen a Thomas así que lo único que tiene que hacer es... subir hasta el décimo cuarto piso. Bueno, seguro que ha hecho cosas peores aunque ahora no recuerde ninguna. Pero le juró al rubio que volvería y él no es hombre que falte a su palabra.

Se enfunda las manos en unos guantes especiales que lo ayudarán a no deslizarse por la piedra.

Se enfunda las manos en unos guantes especiales que lo ayudarán a no deslizarse por la piedra

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Y comienza la subida todo lo tranquilo que puede hasta que lo escucha. Hasta que escucha los gritos. Hasta que escucha los gritos de Thomas y su instinto asesino se dispara por lo que termina de subir los metros que le quedan movido por algo más que la furia. Cuando llega a la ventana que ya está rota por el jarrón que alguien lanzó la escena que lo recibe termina con su cordura: Thomas está desnudo, su espalda llena de heridas y sobre él un hombre también desnudo que sostiene un látigo y se masturba mientras lo observa.

Dylan salta usando sus brazos hasta quedar de cuclillas sobre el alféizar de la ventana. Con cada mano coge un cuchillo volador. El primero lo lanza, acierta en la garganta para que no pueda hablar. La sangre comienza a salir a borbotones por su boca. Thomas reacciona ante el silencio y se da la vuelta como puede para encontrarse con la dantesca imagen de su torturador con un cuchillo clavado en el cuello y Dylan detrás de él mirándolo con ojos ausentes mientras le clava el segundo y el tercer cuchillo en los ojos, con un cuarto le corta la polla y lo raja desde el asqueroso estómago hasta el pecho. Lo tira a un lado como el peso muerto en el que lo ha convertido y no se inmuta cuando la moqueta beige comienza a ser escarlata.

Thomas respira agitado, sus ojos chocolates se clavan en la figura de Dylan que observa el cadáver con asco infinito. Quiere alzar la voz y llamarlo, quiere levantarse y abrazarlo; cualquier cosa necesaria para que esa fría mirada desaparezca del rostro que tanto le gusta.

Se levanta como puede y se mueve con lentitud entre las sábanas ensangrentadas para llegar hasta él. Thomas se pone a la altura de Dylan y coge la cara del moreno entre sus manos que cierra los ojos para tratar de sentir el contacto todo lo posible.

- Has venido.

Dylan abre los ojos entonces y cubre las níveas manos del rubio con las suyas llenas de sangre que comienza a secar.

- Te prometí que lo haría.

Y sin importarle estar en territorio enemigo, sabiendo que en cualquier momento pueden aparecer por la puerta, Dylan besa los labios de Thomas con más ansia de la que ha sentido nunca en su vida.

- Casi me vuelvo loco.

- Pero me has encontrado.

- ¿Qué te ha hecho? - lo mira con profundidad y pasa sus dedos por la piel dañada de la espalda.

- No demasiado, después de todo no podía permitirse derramar mi sangre - sonríe con suavidad.

Dylan se fija entonces en lo cansado que parece Thomas, en las profundas ojeras que surcan su rostro. Está tan demacrado... ha pasado casi un día desde la última vez que lo vio.

- El virus está muy avanzado - le confirma.- Pero mi padre no quiere extraerlo hasta que se pueda propagar por el aire.

- Ya puede.

- ¿Qué?

- Hace horas que el virus está en esa fase. Tengo que sacarte de aquí, necesitamos ir a la base cuanto antes para que te traten los médicos de la CIA y los especialistas de CRUEL.

- Dyl, ¿qué... ? - se siente desorientado cuando el moreno comienza a vestirlo y él solo se deja hacer perdido entre la delicadeza y la prisa.

Luego, deja la mochila que ha traído en el suelo y saca una cuerda que ata a la pata de la cama.

- Dylan, espera un momento.

- No, tenemos que salir de aquí. Ya.

- ¿Vas a dejarlo con vida?

Dylan detiene su ir y venir.

- ¿Vas a dejar con vida a mi padre?

Ah, sí, ese pequeño y minúsculo detalle.

- Para salvar la tuya - responde entre dientes atándolo a la cuerda y acuclillándose para que el rubio se monte en su espalda.

- No, no... yo...

- Thomas.

- Él no... no puede...

- Thomas, cállate.

Y, de nuevo, lo hace. Porque entre el pánico sabe que resistirse a esa voz es prácticamente imposible.

- ¿Cuándo he dejado yo un objetivo vivo? - le pregunta con seriedad mirándolo a los ojos.

- Nunca.

- Esta no será, ni de coña, la primera vez. Vamos a volver a la base, te voy a curar y cuando me asegure de que estás a salvo saldré a cazarlo. ¿Confías en mí?

- Sí.

- Pues sube de una vez, tenemos que largarnos de aquí.

Asesino #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora