primer día ii

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Thomas consigue dormir unas horas, las suficientes para recargarle las pilas y convertirlo en pura energía que no puede liberar porque está encerrado en una habitación bajo la atenta mirada de un guardaespaldas más severo de lo que imaginaba.

- Podemos jugar a algo si quieres.

Que esas palabras salgan de la boca de Dylan es, cuanto menos, novedoso. Ya que el moreno trata de articular lo menos posible y normalmente sólo se comunica con él mediante sonidos.

- Sorpréndeme - arquea una ceja, insinuante.

- 20 preguntas.

- Eres un crío - gime desesperado, pero se deja caer sobre el sillón delante de la TV que tienen encendida, pero en mute.

- No salgo con nadie sin conocerlo antes un poco - le pica, el rubio responde con una sonrisa.

- Y yo pensando que tenías estropeada el área del cerebro relacionada con el coqueteo... o que eras completamente nulo. A pesar de tu atractivo parecía una buena opción.

- No voy a responder a eso.

Thomas apoya los codos en sus rodillas y deja caer la cara sobre ellos.

- Empieza tú.

Dylan se da cuenta de que no tiene ni qué pensarlo.

- ¿Por qué lo has hecho? 

- ¿El qué? - parpadea, confundido.

- Ser una mula, Thomas.

- Ah... - no lo mira a los ojos.- Empiezas fuerte, Dylan, ¿no te enseñó tu entrenador que hay que ir poco a poco?

- Por lo que intuyo - le mira de nuevo las manos, Thomas las esconde.- Hay cosas peores que la respuesta a esa pregunta. Además, esto es un juego. No un interrogatorio.

- Eres muy astuto, ¿lo sabías?

- Responde, Thomas.

- Porque... - estruja la tela de la camisa tratando de ordenar sus pensamientos.- Sólo de esta forma se me permite morir.

Dylan se queda momentáneamente sin respiración y Thomas sigue hablando antes de que le falle el valor.

- He perdido la cuenta de las veces que he querido suicidarme. Daba igual de qué forma lo intentara, mi padre siempre conseguía traerme de vuelta. La última vez me dijo que no moriría hasta que él me diera permiso - suelta una risa, amarga.- Siendo el portador del virus no hay garantía de supervivencia así que, simplemente, acepté.

- Pero, ¿por qué?

Thomas chasquea la lengua.

- Me toca, querido - Dylan cierra la boca, contrariado.- ¿Por qué te convertirte en asesino?

- ¿Por qué me preguntas algo que ya sabes?

El rubio ladea la cabeza, no puede decirle qué quiere analizarlo para descubrir cuánto daño le sigue haciendo la muerte de su prometida. No puede decirle porque probablemente Dylan le preguntaría la razón... y Thomas no tiene una respuesta segura más que lo mucho que le fascina la existencia del asesino.

- Tú sólo responde.

Dylan bufa.

- Una célula terrorista asesinó a mi prometida - contesta con un tono de voz bastante neutral, pero ensayado.

Thomas supone que si Dylan no siguiera teniendo presente a Britt, probablemente dejaría de ser tan letal porque se permitiría seguir adelante y estar atascado en el pasado es lo que le hace ser tan bueno como asesino.

- Lo siento - más desconcertante que la tristeza de su sonrisa, es su sinceridad.

- No es tu culpa - admite, cogiendo aire.- Ahora responde, ¿por qué quieres morir? ¿Por qué tanto empeño?

- No sabes lo que he hecho, Dylan, me lo merezco.

- No sabes lo que he hecho, Dylan, me lo merezco

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- ¿Lo que has hecho o lo que te han hecho?

Thomas tamborilea los dedos en la mesa, pensativo. Ese es un tema demasiado personal que nunca ha compartido con nadie. Aunque, para ser totalmente justos, nunca ha tenido a nadie a quien contárselo. Desde la muerte de su madre, nadie se ha preocupado por él. Toda su vida ha sido un infierno.

- ¿Sabes? La verdad es que tu confusión con respecto a mi edad es muy natural. Nunca he aparentando la edad que tengo, las facciones infantiles me acompañaron hasta hace relativamente poco.

- ¿Qué tiene eso que ver con...?

- ¿Qué tipo de beneficio crees que puede sacarle un terrorista a su hijo que con 15 años aparentaba 10? - se atreve a subir los ojos hasta los de Dylan y ve el rostro ajeno contraerse por el entendimiento y pasar por una cantidad insana de expresiones hasta que finalmente la ira inunda sus ojos.

- No puedes estar hablando en serio.

Thomas se encoge de hombros.

- Me usaba como moneda de pago para cerrar tratos con sus socios.

- Entonces, las... las heridas de tus manos...

- Y las que no puedes ver. Regalos.

La sonrisa del rubio está rota y sus ojos vacíos, por primera vez desde que se han conocido la máscara de sensualidad y picardía tras la que se esconde para protegerse cae. Y Dylan ve cuán joven es realmente y cuán roto está.

- A ti te entrenaron para asesinar, yo fui entrenado para satisfacer - carraspea un poco antes de seguir.- Algo que usar cuando es necesario y tirar cuando deja de serlo.

- No digas eso.

- ¿Por qué? Es la verdad

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- ¿Por qué? Es la verdad.

- ¡No! - golpea la mesa, Thomas da un pequeño salto.- Tú... no te mereces esto. Aunque seas hijo de semejante escoria, tú... eres tan...

Puro.

- Da igual si me lo merezco o no, está hecho.

Dylan está a punto de protestar cuando Thomas vuelve a preguntar.

- ¿Has amado a alguien después de lo que pasó?

La pregunta lo desconcierta tanto que abre la boca y la cierra varias veces hasta que coge aire profundamente.

- No, yo... pensaba que estaba muerto por dentro.

La nota pasada en la frase capta su total atención.

- ¿Qué ha cambiado?

Qué poco le cuesta ser sincero con él.

- Apareciste tú.

Asesino #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora