primer día iii

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Thomas deja de jugar a las 20 preguntas después de la respuesta de Dylan porque el corazón comienza a bombearle como si no hubiera un mañana y sus mejillas se sonrojan ligeramente. Así que de forma abrupta y torpe consigue levantarse y excusarse para ir al baño y cierra la puerta a sus espaldas. Se queda un segundo en esa posición, mirando al techo y tratando de normalizar su respiración.

A pesar de sus palabras, a Thomas nunca le ha gustado seducir. Normalmente, siempre ha sido o por imposición de su padre para conseguir un acuerdo beneficiario o por la necesidad de sobrevivir. Así que el que Dylan saque a relucir esa parte de él sin ningún tipo de esfuerzo y sin tener que pararse a pensarlo siquiera dice mucho de lo que Dylan ha impactado al rubio.

Se acerca al lavamanos y abre el grifo. Mientras espera que salga el agua fría, sus ojos se clavan en el reflejo que le devuelve el espejo: tiene el pelo alborotado (¿para qué peinarse si está encerrado?), las mejillas aún bastante sonrojadas y un brillo extraño en los ojos. Gime bajito porque no recuerda la última vez que una expresión tan ingenua se pintó en su cara de forma tan jodidamente natural. 

Moja las manos en el agua helada y se las pasa por la frente, por las mejillas...

Se mire por donde se mire, teniendo en cuenta las circunstancias en las que se han conocido, lo que está empezando a sentir no puede ser bueno, ni terminar bien.

Pega un brinco cuando escucha suaves golpes en la puerta.

- ¿Thomas? - la voz de Dylan suena extrañamente preocupada y él se derrite de ternura recordando lo frío que suele ser.

Coge aire y abre la puerta, encontrándose al asesino de frente. 

- Hey... - lo llama, con suavidad.

Dylan parece, de repente, incómodo en su propio cuerpo tan trabajado, tan escultural, tan perfecto, tan imponente, tan duro... y esa mirada de arrepentimiento en las pupilas. 

El rubio se muerde el labio inferior. ¿Cómo puede ser tan atractivo y tan... bueno a la vez, joder? Ni siquiera creo que él se haya dado cuenta de su propia pureza. Contiene un suspiro mientras se dirige a la cama para repetir el mismo ritual de la noche anterior. 

- Es tarde ya.

Dylan no comenta que las siete de la tarde es demasiado temprano para cualquier persona, pero entiende que la conversación ha terminado agitando e incomodando a Thomas así que en lugar de decir algo se quita la chaqueta y los zapatos para acomodarse a su lado en la cama después de apagar la luz.

Thomas tiene los ojos cerrados cuando Dylan se acuesta, por lo que pega un brinco al sentir la cama ceder por el peso contrario.

- ¿D-Dylan?

El moreno se coloca de lado, apoyando su peso sobre el codo izquierdo para poder observarlo mejor.

- Si te molesta...

- ¡No! - Thomas enrojece.- Demasiados sonrojos. Quiero decir que... está bien - se deja caer de nuevo sobre la almohada y se coloca cara a cara con el asesino, agradecido porque la oscuridad de la habitación le otorgue cierta privacidad.

Afuera comienza a llover y ambos agradecen el calor que desprende el otro, mucho más agradable que el de las mantas.

- ¿Hay algo a lo que le tengas miedo?

Dylan busca las pupilas de Thomas en medio de la oscuridad y que de vez en cuando son iluminadas por los truenos que caen fuera.

- Todos tenemos al menos un miedo - responde en un susurro.

- ¿Y cuál es el tuyo?

Thomas lo ve dudar.

- ¿Volvemos a jugar? - inquiere Dylan, abrazando la almohada bajo la que coloca una pistola.

- ¿Es que si no es un juego no respondes?

- Me anima - se encoge de hombros.- Perder no es lo mío.

- Está bien... volvemos a jugar - alza las manos como rendición hacia el carácter infantil de su guardaespaldas.- No te libras de responder.

Las comisuras de la boca de Dylan suben un poco y Thomas deja de respirar por un segundo.

- Ya lo he hecho.

El rubio está a punto de protestar, pero haciendo uso de su más que prodigiosa mente analiza con rapidez la conversación que acaban de tener hasta que lo entiende y su corazón es estrujado por la pena.

- Dylan... - busca con sus manos las del otro hasta juntarlas, le parece tan curioso que no rehuya su toque.

- Por favor, deja de llamarme así.

- ¿Así cómo? - pregunta, concentrado en ver si las heridas de los nudillos han sanado.

- Como si... como si quisieras reparar todas mis grietas.

Entonces, sí que sube los ojos y se acerca un poco más. Nota cómo Dylan se tensa, pero sigue sin apartarlo.

- ¿Sería eso tan malo?

Dylan traga saliva antes de responder.

- No. Maldita sea, no.

Asesino #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora