Capítulo 5

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Salazar llevaba una sonrisa desde que había salido del fuerte, ese misterioso y peculiar oficial le provocaba sensaciones que no había experimentado antes. Bueno, tal vez sí, pero nadie lo había cautivado tanto como Jack lo hacía.

Estaba de camino a un bar, se juntaría con unos colegas para hablar y divertirse un rato, tal y como lo hacía desde que se había convertido en capitán. Pero esa noche no le apetecía ir, sus pensamientos se habían quedado en los ojos de Jack, su sonrisa y su forma tan peculiar de hablar y moverse. Necesitaba verlo otra vez.

-Por favor, Armando, no puedes estar pasando por esto y mucho menos por alguien tan joven- se dijo a si mismo

Vio el bar en la esquina de la calle y se detuvo por un momento. Si no quería ir, simplemente no iría, nadie le diría nada. Se retiraría a casa y descansaría temprano, claro, con Jack en sus pensamientos antes de dormir.

Su mente se quedó blanco por unos segundos. Momento decisivo.

-Maldita sea- maldijo dando media vuelta

Decidió ceder a lo que quería hacer esa noche: buscaría a Jack. Al final, un capitán puede pedir ayuda de cualquier oficial y esa noche solo quería una grata compañía.

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La poca luz que daba la Luna no le permitía distinguir bien las inscripciones que había encontrado en el escritorio de Salazar. No podía encender una lámpara porque corría el riesgo de que alguien lo viera. Así esté seguro de que no había nadie, no se podía confiar demasiado.

Abrió el último cajón, tomó lo que contenía y se acercó a la ventana. Estos eran los reportes de los lugares y cantidad de barcos piratas que se había destruido. A Jack se le revolvió el estómago al ver la cantidad de muertes de personas que alguna vez conoció, no podía creer que alguien como Salazar tendría tanto odio contra hombres que solo querían vivir a su manera.

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Salazar rodeó el fuerte por el muelle, sería más cómodo encontrarse con Jack por esa vía. Un oficial que custodiaba ese lado lo entretuvo por un momento, tenía que disimular un poco, ya que no quería levantar ningún tipo de sospechas.

-Todo está muy tranquilo, señor-

-Debe ser un poco aburrido este turno-

Salazar se cruzó de brazos, dando la apariencia de sentirse cómodo con la conversación.

-Bueno, hablando libremente, señor, el turno del día no es tan atractivo con el calor-

-Ah, entiendo, aquí no hay mucha sombra que digamos-

-No, señor-

-Aunque está usted solo, ¿cree poder manejar una emergencia con esta soledad, oficial? -

-Oh, no, señor. Cuento con la ayuda de un oficial allá al otro lado del fuerte-

-Ese lado nadie lo custodia, oficial- mintió

-Hoy sí, señor-

Salazar asintió con la cabeza mostrando interés.

-Ya veo, entonces iré a ver si está todo en orden por allá-

El oficial enderezó su cuerpo en señal de respeto.

-Sí, señor-

El español sonrió amablemente y continuó su camino. Él era un capitán paciente con los jóvenes, aunque prefería tratar con gente con experiencia, por eso esa conversación con el joven oficial le había parecido eterna. Sin embargo, ahora se encontraba en camino a ver a otro joven con el que disfrutaba más la charla que con alguien con experiencia. Podía apreciar la ironía de su situación lo que le provocó una divertida sonrisa.

Del amor al odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora