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Jueves, 21 de marzo


Quedan diecisiete días:

Hoy es el décimo cumpleaños de Mike. Estamos todos reunidos en la sala de fiestas de la parte trasera de Pirate Jack's Laser Combat. Pirate Jack's Laser Combat es exactamente lo que parece: un local de temática pirata donde se combate con pistolas láser. Se encuentra situado en un edificio de cemento con pequeñas ventanas de cristales polvorientos y suelos de baldosas manchadas.

Los trabajadores del turno de Steve libran todos los jueves y mi madre ha utilizado un día de sus vacaciones. Georgia y yo hemos venido directamente al salir del instituto para ayudar a mi madre a decorar la sala con banderolas rojas y negras, parches de pirata y falsas monedas de oro. Si uno cierra los ojos, se tapa los oídos y gira sobre sí mismo un par de veces, casi creería que está en un barco pirata, y no atrapado en Langston, Kentucky. Casi.

Ahora mismo estoy sentada al fondo de la sala, jugueteando con el regalo de Mike sobre el regazo y un vaso de plástico con naranjada en la mano izquierda; intento fingir que no me siento ridícula con el gorro pirata de papel que llevo puesto. Steve está sentado en primera fila con sus amigotes, vaciando latas de cerveza barata y aplaudiendo cada vez que Mike abre un regalo y sale un guante de béisbol o una pelota de baloncesto. Georgia, mi madre y algunas amigas suyas están sentadas a la mesa situada junto a la de Steve, intercambiando chismorreos sobre el grupo de animadoras y lamentándose de que Christine Beth Thomas ganara a Sandra Dewitt en el concurso de belleza del mes pasado.

Cada cierto tiempo, mi madre se vuelve hacia mí. Como ya he dicho antes, ella, Georgia y yo tenemos los mismos ojos, pero mi madre tiene los párpados diferentes. Los suyos son negruzcos y su piel se ve reseca y ajada. Parecen tristes. Me pilla mirándola, y yo aparto la vista.

Mike ha arrasado con la pila de regalos. Supongo que ha llegado mi turno. Me acerco y dejo el vaso de refresco en la mesa con cuidado. Unas gotas de pegajoso líquido naranja se salen del vaso y me caen por la mano. Me la limpio en la camiseta y agarro el regalo de Mike. No pesa nada, pero quiero que parezca algo contundente, importante. Me dirijo hacia él.

Mi hermano toma el regalo de mis manos.

-¡Qué pasa, Rydel! -dice con su luminosa mirada de ojos verdes grisáceos. Mike guarda un parecido espeluznante con Steve: es él en miniatura. Ambos tienen el pelo castaño, brillantes ojillos verde oscuro y barbilla puntiaguda.

-¡Qué pasa, Mikey! -contesto-. Feliz cumpleaños.

El resto de los presentes se quedan callados. Están mirándonos. Yo he envuelto mi regalo en un papel con la fórmula E = MC2. Pero Mike no se fija en ese detalle. Desgarra el papel con mucha prisa y abre los ojos como platos cuando descubre el contenido del paquete.

Suelta un gritito de alegría y agita el regalo en el aire: un cómic. Es una edición de El increíble Spiderman firmada por su guionista, Stan Lee. Se lo apoya contra el pecho y me mira sonriente.

-¿Spiderman? ¡Es super genial! -Se queda mirando la portada y pasa un dedo por encima del autógrafo como si estuviera hipnotizado. Luego coloca el cómic con mucha delicadeza sobre la mesa que tiene al lado y abre los brazos de par en par para darme un fuerte achuchón.

Se me queda la boca seca y me pesa el estómago como una bola de bolera. Correspondo al abrazo con debilidad y le paso los dedos por el pelo rizado.

-De nada, coleguita. Espero que disfrutes leyéndolo durante muchos años.

Me mira con los ojos entrecerrados, como si supiera que hay algo malo en lo que acabo de decir.

El problema es que no puedo decir lo que realmente deseo. Debería contarle que me he gastado quince semanadas de mi sueldo para comprarle ese cómic, porque quería, a toda costa, que tuviera algo bonito con lo que recordarme. Que me recordara como una hermana genial, cariñosa y que lo quería. No como la descendiente de un psicópata que se quitó la vida cuando él tenía diez años.

MI CORAZÓN EN LOS DÍAS GRISES ✧ RYDELLINGTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora