Jueves, 14 de marzo
Quedan veinticuatro días:
Durante un rato viajamos en silencio. Me pone un poco nerviosa que Robot Congelado vaya a abrir la puerta y tirarse en marcha a la carretera. No estoy segura de sí el impacto lo mataría, y eso me pondría en una situación peliaguda.
Cuando alarga una mano para sintonizar la radio en lugar de dirigirla hacia el seguro de la puerta, suelto un leve suspiro de alivio. Escoge la emisora favorita de Georgia; la que emite en bucle los cinco primeros temas de la lista de super éxitos. Me da la impresión de que todas las canciones hablan de emborracharse, llevar mini-vestidos de lentejuelas y bailar toda la noche. Hago un mohín.
-¿Qué pasa? -pregunta.
-No te entiendo. Es que pareces tan...
Cruza los brazos en el aire con forma de X, gesto que yo interpreto como «Cállate», y así lo hago. Soy bastante buena obedeciendo órdenes. Bueno, no es del todo cierto. Nunca obedezco las órdenes del señor Palmer, aunque gran parte del tiempo finjo estar haciéndolo.
Ellington apaga la radio.
-Lo siento. No sabía que eras tan esnob con la música.
-No soy esnob con nada -digo.
-No eres ni una esnob ni una madre estresada -contesta-. Tienes muchos puntos a tu favor.
-Sí, claro -repongo, y luego me la juego con una bromita cruel para ver cómo reacciona-. Cuánto potencial se malgastará el 7 de abril. -Energía potencial. Me pregunto si Robot Congelado piensa alguna vez en la física de la muerte.
-Brindo por eso -dice fingiendo que levanta una copa en el aire-. Salud. -Supongo que las canciones de la emisora de Georgia encajan con sus gustos.
Avanzamos durante un rato más en silencio dando tumbos por la carretera. Alargo la mano hacia el dial de la radio y sintonizo la emisora de música clásica. Ellington no hace ningún comentario sobre mi elección musical. El paisaje empieza a tornarse montañoso. Llegamos a una curva cerrada del trayecto y nos alejamos del río para dirigirnos hacia la montaña rusa de colinas, con sus continuos cambios de rasante. La hierba todavía está marrón y seca a causa del frío invierno, y casi todos los árboles siguen pelados. Este año la primavera está retrasándose. Algunos días, el aire huele a bourbon, ese suave aroma a centeno procedente de una destilería que se encuentra a un par de kilómetros de la carretera. Pero hoy solo huelo a barro y a hierba húmeda. El viento me abofetea en las mejillas y reprimo las ganas de mirar a Ellington, para ello, mantengo la mirada clavada en la carretera.
-Ya no me dejan conducir por algo que ocurrió el año pasado -me confiesa al final sin que yo lo obligue a hacerlo-. Por eso serás tú la que tendrá que conducir. Antes ha sido mi madre la que me ha llevado al puesto de cerveza casera. La ha emocionado mucho que saliera de casa para encontrarme con una amiga por primera vez en meses. -Me mira un instante-. Le he contado que acabamos de conocernos. Mi madre está desquiciada.
Así que sus padres están preocupados por él. La situación es grave. Y eso significa que lo vigilan de cerca. Aunque supongo que esa es la razón por la que me necesita: soy su leal compañera de suicidio.
-Ya lo entiendo -le digo-. Bueno ¿crees que al menos podrías darme algunas indicaciones para saber adónde tengo que llevarte?
Se queda callado y frunce el labio inferior, como si estuviera pensándose si hablar o no.
-¿Qué? -insisto.
-¿Puedo pedirte un favor?
Mi primera misión como compañera. Hay algo dentro de mí que se balancea como una mecedora en una habitación vacía: es algo que me provoca sensación de soledad y bienestar.
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MI CORAZÓN EN LOS DÍAS GRISES ✧ RYDELLINGTON
Ficção Adolescente❝ I ain't no Superman, but I can change your world. ❞