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Miércoles, 20 de marzo


Quedan dieciocho días:

Tyler Bowen está esperándome en una mesa de la biblioteca del instituto. Había pensado que lo fastidiaría todo, pero, por lo visto, algunas veces me equivoco al juzgar a las personas.

La biblioteca del instituto es más una sala multimedia que un espacio de lectura. Está situada en la zona central del instituto, es como si hubieran abierto un pozo y lo hubieran llenado de ordenadores, mesas y endebles estanterías de plástico. Hace poco les ha dado por colgar carteles de Ross Crow en la pared del fondo. Son los mismos que están colgados en TMC. No puedo escapar de ellos.

-Qué pasa, hermana de Georgia -dice Tyler cuando me siento a la mesa.

-Sabes que tengo un nombre, ¿verdad? -Abro la cremallera de mi mochila y saco el cuaderno de física.

Tyler se ruboriza, lo que hace que se le vean más las pecas.

-¿Qué? -Le quito el tapón al boli y juego con él sobre la mesa.

-Es que no sé pronunciar tu nombre.

Suelto una risa, y se pone todavía más rojo.

-No tiene gracia -dice mirándose los zapatos-. Es que tienes un nombre... Un nombre raro. ¿Lo eligió tu padre?

Parpadeo, algo perpleja de que realmente tenga ganas de hablar de mi padre.

-Creo que lo eligió mi madre. Aunque no estoy segura.

-¿Y cómo se pronuncia?

-«Raidel» -digo-. Rima como «láser».

Entrecierra los ojos, confuso, y por eso repito:

-Rai-del.

-Ya lo tengo, «Raa-ideel» -dice; aunque exagera al pronunciarlo, por algo se empieza.

-¿De verdad que no sabías cómo pronunciar mi nombre?

-Tenía una ligera idea, pero no estaba seguro. Ya sabes, es algo complicado.

-Tienes razón. -Me encojo de hombros y caigo en la cuenta de que me veo tal como me ve Tyler Bowen: como una variable desconocida-. Bueno, ¿empezamos ya?

-Sí, será lo mejor. -Se pasa una mano por la mata de pelo castaño rojizo. Me pregunto si cree que eso lo hace parecer más simpático.

-¿Tienes alguna idea para el proyecto? -Mordisqueo la punta del bolígrafo; no pretendo parecer simpática en absoluto.

Tyler no me responde. Se recuesta en el respaldo de la silla y saluda con la mano a uno de sus colegas de baloncesto, que acaba de entrar en la biblioteca. Su amigo le grita algo, pero la señorita Silver, la bibliotecaria del instituto, lo hace callar emitiendo un sonoro «chisss».

-Oye, ¿me das un minuto? -pregunta Tyler.

-Claro. -Cruza a toda prisa la biblioteca para reunirse con sus amigos. Veo que se susurran cosas entre ellos; Tyler gesticula en mi dirección, mueve los pies sin desplazarse del lugar con nerviosismo y se encoge de hombros. Imagino que está explicándoles que lo han obligado a hacer el trabajo conmigo.

-Nos vemos luego, viejo -oigo que dice uno de sus amigos.

-Sí, buena suerte -añade otro.

En cuanto se ha despedido, Tyler regresa hasta donde estoy yo, pero con paso lento, como si estuviera haciendo todo lo posible para demostrar que esto es un castigo. No una elección voluntaria.

MI CORAZÓN EN LOS DÍAS GRISES ✧ RYDELLINGTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora