n i n e t e e n

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Lunes, 1 de abril

Quedan seis días:

Cuando acaban las clases, llamo al número que me dejó Jacob en el buzón de voz. Llamé el domingo una vez, después de llevar a Ellington a su casa, pero no me contestaron y no logré reunir el valor necesario para dejar un mensaje.

Me quedo hecha un ovillo en el asiento del conductor y me pego el teléfono a la oreja. Suena un par de veces y una voz mecánica contesta:

—Hospital Psiquiátrico Saint Anne, le atiende Tara. ¿En qué puedo ayudarle?

Trago saliva.

—Sí, esto... Hola, Tara. Me llamo Rydel Lynch. Soy la hija de Mark Lynch. Me han dicho que lo habían trasladado desde la Institución Penitenciaria McGreavy hasta Saint Anne y...

Hablo más rápido de lo que puedo pensar, pero me asusta no decirlo todo antes de que Tara me cuelgue y perder la única oportunidad que tengo de encontrar a mi padre.

—Entiendo. —Habla con voz entrecortada—. ¿Eres menor de edad?

—¿Cómo?

—¿Tienes menos de dieciocho años?

Me planteo mentir.

—¿Y eso qué importa?

—No estoy autorizada a dar ninguna información relativa a los pacientes a menores de edad. Tampoco estoy autorizada a dar información comprometida por teléfono.

—Pero... —Me muerdo el labio inferior—. ¿Qué se supone que debo hacer? Tengo muchas ganas de ver a mi padre.

La oigo suspirar.

—Si tu padre es paciente de este lugar, lo que no te puedo confirmar oficialmente, tendrás que pedirle a tu tutor que nos llame para concertar una visita. Dependiendo del estado del paciente, tal vez

la visita no sea posible.

—¿No puede darme más información que esa? ¿Ni siquiera una pista de si mi padre está ahí o no?

—Creo que sería buena idea hablar con tu madre sobre el tema de concertar una visita. —Otro suspiro—. Dile que llame a este número.

Esbozo una tímida sonrisa.

—Gracias.

—De nada. Que tengas un buen día. —Y oigo como cuelga el teléfono.

Vuelvo a meterme el móvil en el bolsillo y echo el asiento hacia atrás para poder tumbarme del todo. El sol asoma por detrás de las nubes y se proyecta sobre mi cara. «Necesito hablar con mi madre sobre mi padre.»

Me imagino visitándolo. Me pregunto si llevará un camisón blanco. O, peor aún, si estará encadenado. Entrecierro los ojos e intento imaginar su cara, pero solo logro ver al hombre al que recuerdo. El hombre que jamás habría matado a golpes a un chico con un bate de béisbol. A lo mejor todos tenemos un lado oscuro, solo que a algunos de nosotros se nos da mejor gestionarlo que a otros.

Lo que hizo mi padre estuvo mal, fue horrible, inexcusable, aunque tal vez le quede alguna esperanza. A lo mejor, si logra recibir la ayuda que necesita, reaparecería el hombre que me enseñó a escuchar la Tocata de Bach y que pasaba la noche en una silla de mi habitación cuando yo tenía miedo a la oscuridad.

Además, si todavía existe alguna esperanza para mi padre, también hay esperanza para mí. A lo mejor es verdad que él y yo tenemos la misma babosa negra dentro, pero yo soy la encargada de aniquilarla. Se lo debo a mi padre. Me lo debo a mí misma.

MI CORAZÓN EN LOS DÍAS GRISES ✧ RYDELLINGTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora