Capitulo 4

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En la vida de todos existe un momento crucial, decisivo.
Un momento tan fuerte y nítido que uno se siente como si le golpearan, dejándolo sin aliento, y entonces, llega la certeza, de que su vida nunca volverá a ser igual.

Londres, Otoño de 1815.

En la vida de Armin Stewart, ese momento ocurrió hace cinco segundos cuando miro la espalda de aquella dama.
No miro su rostro, solo el oscuro cabello recogido recatadamente y su figura envuelta en un vestido de color azul, pero aquello bastó para dejarlo sin aliento, aturdido y realmente molesto con Alexy por no decirle nada sobre que sucedía.

Dió algunos pasos para obstruir el camino de Alexy, el cual sonrió al verlo como si estuviera guardando un grandioso secreto. — No llegaste a cenar...

Armin no lo dejo terminar de hablar y movió la mano para callarlo — Ya me regaño papá... — frunció el entrecejo y miro hacia donde se habia ido la misteriosa joven. — ¿Con quién hablabas? —

ah! — sonrió más — Las señoritas Warren LeBlanc, Sophie y Marianne... —

— ¿Ahora ya seduces hermanas de buen apellido? — se quejó como si por primera vez le molestara la forma en que su hermano se portaba con las damas.

— ¿Qué te pasa, Armin? Jamás dices esas cosas y en tal caso... No, solo es que... — rasco su nuca — posiblemente elija esposa este año, es todo...

— ¿Qué? ¿Tú? — entrecerró los ojos de forma inquisidora y arrugó la nariz.

— tengo 25 años, es una buena edad para casarse... Lysandro lo hizo — se encogió de hombros.

si, y de forma secreta y sospechosa, con la mujer que mejor dote pagaba en todo Londres, deberías seguir su ejemplo completo, las señoritas Warren no se casan con alguien sin título, todos lo saben — argumento esperando desanimar a su gemelo.

Sophie es diferente... — respondió Alexy para darse la vuelta y dejar a su hermano sin responderle ninguna de sus dudas.

Londres, invierno de 1815.

Después de que Armin noto aquella sensación extraña dentro de él con la presencia de la misteriosa señorita, decidió asistir a todos los eventos sociales que lo invitaran, con la esperanza de que pudiera encontrarla.
Sin embargo, habían muchas mujeres en Londres con cabello oscuro y no quería suplicar a Alexy. Ya que al parecer iban buscando a la misma señorita en cada evento.

También nadie le dijo a Armin que en la temporada de invierno no se realizan eventos sociales en Londres por causa del clima, así que tenía que seguir con su extraña rutina de apuestas en el club, fingiendo que vivía feliz como siempre, mientras por dentro sentía que algo se rompía.

Esa mañana había despertado extrañamente motivado, sentía que sería un día diferente y tenía razón. Cuando bajo a desayunar su madre le advirtió que no quería que llegará tarde a la cena, que hoy se haría un anuncio importante.
Armin asumió que solo se trataba de alguna de las locuras frecuentes de su madre. Por ello trataría de complacerla y llegar temprano a la cena.

Cuando entro al salon por la tarde se sorprendió al ver a tres mujeres con su madre, también estaba Alexy, todos bebían té y se quedaron en silencio al notar su presencia. Armin aclaró su garganta y sonrió de forma nerviosa. — Buenas tardes...—

La madre de los gemelos sonrió y bajo la taza — me alegra que llegues a tiempo, Armin

No deberías avergonzar a tu hijo delante de las damas — dijo Alexy.

Armin dirigió su mirada a las presentes. Primero miro a la que parecía ser la madre, una mujer rubia y de ojos azules, con una pequeña nariz y labios delgados.

Margareth Warren — señaló su madre — y ellas son sus hijas, Marianne, la pequeña

Armin paso su mirada a la joven a su lado, viva imagen de la madre, pero lucía muy joven y llena de curiosidad.

y ella es Sophie — Armin miró a su madre un momento sonreír y Alexy sonrojarse.

A Armin solo le bastó una sola mirada de los grandes ojos verdes de Sophie Warren para enamorarse tan total y perdidamente de ella que fue una maravilla que se las arreglara para mantenerse en pie en la entrada del salón.
Ella simplemente sonrió con cortesía.

Lamentablemente en la tan esperada cena se anunció el compromiso de Alexy con Sophie.

Y desde el día en que se enamoró de la prometida de su gemelo no era frecuente que se encontrara de buen humor.
Ah, lo ocultaba muy bien, eso sí. Era un maestro para ello. No le convenía mostrarse triste ni abatido, porque entonces algún persona perspicaz (como su madre) podría notarlo. Ojala no lo permitiera Dios, no podría con preguntas.

Durante varias semanas el creyó que eso debía ser por cometer pecado. Y si Dios quería hacer sufrir a un pecador, no podría haber elegido a otro peor que él.

Armin Stewart. Pecador.

El siempre decía de esa forma su nombre acompañado por ese adjetivo en una tarjeta de visita. Incluso la habría hecho imprimir (ese era justamente su tipo de humor negro y acido) si no hubiera estado convencido de que eso mataría a su madre y por efecto domino, su padre lo mataría a él.

Era extraño que nunca hubiera considerado pecado casi nada, se consideraba alguien sin problema por beber o seducir mujeres, aunque lo segundo casi nunca lo hiciera.

Pero si algo sabía, era lo imposible que podía ser seducir a una mujer no dispuesta, por lo menos si se entiende la seducción en su verdadero sentido y se tiene buen cuidado de no confundirla con violación. Tenían que desearlo, y si no lo deseaban, si él percibía aunque sólo fuera un asomo de inquietud o duda, se daba media vuelta y se alejaba, era un principio básico de ser caballero y el aún tenía algunos modales.

Además, nunca en su vida había seducido a una jovencita virgen, y nunca se había acostado con una mujer casada. Ah, bueno, tenía que seguir siendo sincero consigo mismo, nunca se había acostado con ninguna mujer. Solo las había seducido por simples y mundanas apuestas.
Al fin y al cabo un hombre tiene que tener sus reglas de conducta. Y por Dios que si esas decían que tenía que seducir mujeres para probar su hombría, claro que lo haría.

Pero eso sobrepasaba todos los límites, era absolutamente inaceptable, él lo sabia. Ese era el único pecado (y tenía muchos que mencionar) que finalmente le iba a condenar el alma y eso suponiendo que mantuviera la fuerza para no actuar nunca obedeciendo a sus deseos.

Deseaba a la prometida de su hermano.

Deseaba a la prometida de Alexy.

De Alexy.

De Alexy, que, maldita sea, era para él la única persona que tenia que lo entendia.

Alexy, su hermano gemelo, con quién había compartido la misma existencia.

Vamos, infierno y condenación, ¿es que necesitaba hacerse eso? Podía pasar una semana, un mes, enlistandl todos los motivos de por qué se iba a ir directo al infierno por haber elegido a la prometida de Alexy para enamorarse. Y ninguno de ellos cambiaría jamás una simple realidad.

No podía tenerla.

Nunca podría tener a Sophie Warren.

A menos que...

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Lo dejare aquí, porque me gusta hacerla de emoción.

— Corre a esconderse —.

Apostando al amor (Armin CDM Lemon) [Libro III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora