Capitulo 3

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Cuando Armin finalmente se siente atraído por algo más que las apuestas. Las plegarias a veces si son escuchadas.

Londres, otoño de 1815.

Armin estaba sentado en una silla delante de su padre y no era porque quisiera estar ahi, más bien, ni siquiera estaba, porque estaba soñando despierto, lo que a su vez ovasionaba no escuchar a su padre que estaba de pie, a un metro de distancia, hablando sobre algo o alguna cosa, seguramente relacionada con alguna variación de las palabras deber y responsabilidad.

En realidad, Armin no le estaba prestando la debida atención. Raramente lo hacía.
Bueno, no, ocasionalmente lo hacía, pero...

-¿Armin? ¡Armin! -

Levantó la mirada pestañeando varias veces. Su padre tenía los brazos cruzados, eso nunca era buena señal. El padre de Armin aún era el vizconde, y lo había sido durante más de
veinte años.

-Perdóname por entrometerme en tus pensamientos, de esta manera tan poco ortodoxa - dijo su padre en una voz seca, sonaba molesto -, pero ¿Acaso has escuchado algo de lo que te he dicho? -

-Diligencia - repitió Armin, mientras asentía con lo que creia era un gesto de suficiente gravedad - Dirección - murmuró.

-En efecto -replicó, y Armin se felicitó a sí mismo por lo que según él, había sido una excelente actuación - Es tú última oportunidad de que le tomes aprecio a lo que deberás aceptar más adelante -

-Por supuesto - murmuró mientras asentía, principalmente porque no había cenado, y tenía hambre, y había escuchado que su madre estaba sirviendo bocadillos en el jardín a algunos invitados.
Además, nunca tenía sentido discutir con su padre. Nunca.

-Debes hacer un cambio y pronto, no quiero morir y dejar mi título en manos de alguien que podría no administrarlo correctamente... Tú hermano depende de ti... -

-Claro. - Quizás había bocadillos de pan. Podía comerse cuarenta de esas ridiculeces cortadas por la mitad, pensó.

-Armin... - La voz de su padre tenía ese tono. Aquel que era imposible de describir, pero sabía que era el momento de prestar atención.

- Correcto. - respondio y sonrió con malicia - Espero unirme al clero -

Eso hizo que su padre se congelara. Él hizo una pausa
para saborear ese momento. No le importaba que para ello, hubiera tenido que convertirse en un condenado blasfemo.

-¿Discúlpame? -murmuró finalmente.

- Es el ejército o el clero -continuó - y bueno, debo decir esto: Soy una bestia para disparar - sonrió como si eso fuera un orgullo.

Su padre no dijo nada. Todos sabían que tenía razón en lo último. Después de un momento de incómodo silencio, su padre murmuró: - Hay espadas.- y sonrió siguiendo su conversación.

-Sí, pero con mi suerte... - se estremeció pensando en lo torpe que era a veces.

- debe ser demasiado terrible, pero en realidad. ¿Querrías ir? - objetó inmediatamente.

-No, claro que no. - dijo al instante con una sonrisa ladina. - aparte, a mamá no le gustaría mucho mi partida, y entonces Alexy tendría demasiada carga al ser el único que deberá sostener su mano cada vez que se preocupe, o tenga alguna pesadilla horrible sobre... -

-No digas más - le interrumpió y suspiro buscando paciencia.

Armin se permitió reír internamente. Realmente no era justo para su madre, y como Armin no estaba particularmente deseoso de partir de las orillas de Inglaterra, el argumento era invalido, de cualquier forma.

Apostando al amor (Armin CDM Lemon) [Libro III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora