6: A solas

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TOMAS
Debimos verlo, al menos tener la sospecha, por la seguridad con la que Ángel le habló a la chica alcohólica, a Marina. Quizá en otro momento pudimos decir que se conocían o se habían visto antes, ajeno esto a las fotos que Andrés tenía en su habitación, pero estábamos más preocupados por el espectáculo que daba, por cómo doña Esther lo sufriría. No fue tan evidente.

Lo ha dicho con una naturalidad que me asombra. La conoce, a la chica que nos llamó asesinos aunque no había forma de que ella supiese de nuestro crimen. Al menos no tenía una explicación lógica. Observamos a Ángel, un tanto sorprendidos; salvo Daniel, claro. En todo esto, él parece muy tranquilo, muy agusto.

—¿Hace cuánto? —Pregunto, aunque una parte de mí no quiere saberlo.

No quiero seguir encontrando lazos entre hechos distantes en apariencia.

—No recuerdo exactamente, pero hace meses. —Ángel hace una pasa y sonríe con desdén— Para entonces... Ya Caleb, su hermano, estaba muerto.

Daniel sonríe con un lado de sus labios y es evidente que no le cree, a como yo tampoco lo creo. Casi apostaría a que conoció al chico, a que fueron amigos, pero Ángel no lo confesará, porque eso lo pone en peligro, porque nos haría intuir que sabe más que nosotros sobre toda esta locura que ocurre. Y nadie lo presiona.

—Conocías a Caleb. —Dijo Michael, con tal seguridad que nos hizo dirigir la mirada hacia él.

No hubo respuesta.

Ángel, en su lugar, veía hacia el frente, pero con la vista perdida en saber dónde. El dedo índice de su mano izquierda golpeaba repetidamente su rodilla, pero el resto de su cuerpo no se movía. Él no se movía.

—Es raro como a veces recuerdas ciertas cosas solo en el momento necesario. —Siguió Michael, también ajeno a nosotros, viendo al frente— Tú y Andrés, cuando los conocí, cuando te conocí, en algún momento lo mencionaron. Y tú, la primera vez que salimos por la noche, lo recuerdo, mierda que lo recuerdo, discutiste con Andrés y te fuiste enojado. "Él no es Caleb" dijiste. Lo recuerdo.

Alterno mi mirada entre uno y otro, ambos quietos, ambos viendo hacia el frente, perdidos en un espacio ajeno a nosotros. Y sentí miedo. Ellos en trance y Daniel viéndome, con los ojos del lobo cuando encuentra a una oveja coja a la que comerse. Sentí miedo e incluso llegué a materializar una idea: si estamos en peligro, él nos mataría.

—No hablas de nadie así sino lo conoces, no, claro que no. Lo conocías, Angelo. —Dijo Michael y sonrió, sonrió como sonreía Andrés.

Me pregunto de dónde vino que lo llamara Angelo y qué quiere Daniel que me ve con esos ojos, pero en ese momento sentí una brisa que parecía recorrer toda la habitación. Michael parpadeó y luego observó en derredor, con miedo. Quise decir algo, pero la voz sorprendentemente espectral de Ángel me detuvo.

—Sí lo conocía. —Dijo, sonriendo, con los ojos vacíos— Lo vi morir también. Él, Caleb, que desaparece y luego vuelve del sitio al que fue y empieza a golpear su rostro contra la pared para acabar con su vida. Lo recuerdo, lo estoy viendo justo ahora. Yo tuve la culpa.

Michael se acerca un poco a él. Me sorprende esto, tomando en cuenta que Marina cree que solo Andrés estuvo ése día. Ángel es testigo de que Caleb se buscó la muerte, aunque, lo más raro, todo esto de que es su culpa no me da buena espina. Siento, y no entiendo las razones, que es una mentira.

—¿Cómo es eso? ¿Por qué se quiso matar? —Sigue Michael.

Daniel, impertérrito, observa la escena.

—Marlene era una zorra, siempre fue una zorra de mierda, por eso se mató Caleb. No soportó la verdad. Y porque vio a alguien, él mismo lo dijo, algo de dios con d minúscula.

ÉRAMOS CINCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora