17: Atadura física

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DANIEL
Abro los ojos que he cerrado con fuerza y siento como si hubiese fuego en mi garganta, fuego líquido que avanza con la rapidez con la que veo girar el mundo a mi alrededor. Es el alcohol, el maldito alcohol que entra en mi cuerpo y lo está envenenando a causa de un juego de azar.

—¡Eh, Tomas, que Daniel sí pudo hacerlo! —Grita Michael, entre risas.

Pongo la copa nuevamente sobre la mesa que está en el centro del círculo que hemos formado y sonrío, porque éste es el primer trago de mi vida y no ha estado tan mal, sobretodo porque estoy con mis amigos.

Andrés está a mi lado derecho, Ángel a mi lado izquierdo y en frente mío están Michael (al lado izquierdo de Ángel) y Tomas (al lado derecho de Andrés). Los cinco reímos, porque es un buen momento, porque la vida es buena con todos y debemos celebrar.

En el centro nuestro, una mesa pequeña sobre la que hay dos botellas de un alcohol con nombre de varón que jamás había escuchado. Y también una copa pequeña, una copa que alcanza perfectamente acunada en la palma de mi mano. Es la que acabo de soltar, porque he perdido.

—¿Y quién dijo que no podría?

Carcajada general.

—Yo aposté a que no podrías.

Es Tomas.

—Yo aposté a que Ángel no se quedaría. —Digo, riendo.

Según el reloj de la pared son más de las ocho. Usualmente, a esta hora Ángel ya está en su casa, durmiendo y nosotros nos quedamos solos. Se ha quedado más tiempo esta noche y en serio que nos ha sorprendido. Inclina el rostro hacia adelante, finge una reverencia y sonríe.

Me levanto un poco, agarro la almohada sobre la que estaba sentado y hago amago de que la dejaré ir contra su rostro. Aún riéndose, él finge que se protege con ambas manos.

—Dejen de jugar, a ver, toca.

Es Michael.

Regreso la almohada a su lugar y me siento. Me pasan la moneda y la atrapo en el aire. Es mi turno de hacer caer a uno de ellos, porque sino será a mí a quien le toque tomarse otro trago. Sonrío.

—Bien, comienzo con Andrés, creo que no puedes ser invicto por siempre.

Es el único de nosotros que no ha tomado y ya hay, cerca de la cama, otras dos botellas que ya están vacías. En su momento yo también creí que no bebería ni un trago, pero ahí está, Michael me hizo perder. Bueno, perdí ante Michael.

Andrés sonríe y me observa sin decir nada. Lanzo la moneda al aire y la veo dar vueltas antes de caer en mi mano, entonces la cubro con la palma de la otra mano y la acerco al centro de la mesa, a la vista de todos.

—¿Entonces?

Finge meditar un poco.

—Sol.

Asiento y levanto la mano que oculta la moneda.

—Y es...

Me sorprende, aunque no debería. Andrés ha acertado otra vez y continúa siendo el único de nosotros que no ha probado ni una sola gota de alcohol.

—Que no es justo, Andrés seguro que está haciendo algo chueco.

Es Michael, riéndose, con un tono que no le da fiabilidad al comentario.

De nosotros, creo que es el que más ha bebido. El orden es éste: Michael, Ángel, Tomas y yo. Andrés ni siquiera está en la lista, nos ha visto empinar el trago y decir estupideces. Y se ha reído, como todos.

ÉRAMOS CINCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora