18: Los otros (2)

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TERCERA PARTE: REVELACIÓN
***

GIOSSUÉ
La iglesia está a oscuras. Me trae a la cabeza un recuerdo en especial, el del día en que Andrés reunió a un grupo de chicos inocentes entre los que estaba yo y los llevó a una iglesia también. Ésa noche no acabó nada bien y desde entonces, los participantes nos distanciamos. Dos de ellos, de forma definitiva.

Clarence está a mi lado izquierdo y Tomas a mi lado derecho. En medio de las sombras escuchamos el golpeteo lejano de zapatos de tacón acercándose y el roce de una tela sobre el piso. Ninguno de nosotros se mueve de su sitio, a la espera de la persona que viene hacia donde permanecemos.

El sonido del roce de la tela no le agrada a Tomas, supongo que los recuerdos deben estarle jugando una mala pasada y ha de pensar en el padre que le arruinó la infancia. Pongo una mano sobre su hombro y asiento, sonriendo, intentando hacerle saber que estoy con él y que puedo ser su amigo.

Desde el lado izquierdo del altar, vemos aparecer una luz de tonalidades amarillo y naranja. Es la luz de una vela encendida, una vela que un par de manos sostienen e iluminan el rostro redondo de un hombre sin bigote ni barba. El sujeto viene hasta la entrada, caminando con total confianza y excesiva lentitud.

—¿Eso es un sacerdote? —Pregunta Tomas, con algo cercano al asco.

—Sí, eso creo. —Respondo.

—Cuidado con ese tono, chico, yo también soy uno. —Comenta Clarence.

Tomas se mueve hacia adelante y gira su rostro a la izquierda, para detallar el rostro y la vestimenta de Clarence. Supongo que no le ha de creer, con esa ropa más bien parece un burgués mal humorado y fuera de cuadro, yo también me reiría y pondría en duda todo.

—¿Cómo...?

El rostro iluminado con la luz de la vela está frente al altar y viene hacia nosotros. Me gustaría saber qué esperar de él, pero solo puedo detallar sus ojos y su nariz.

—Es otro tipo de sacerdote, Tomas. Somos como gente de la iglesia, pero diferente. —Digo— Creí que Andrés les habría hablado de nosotros, aunque fuese un poco.

Los pasos son más fuertes y el sonido también. Clarence y Tomas se acercan más a mí y los tres estamos muy juntos, erguidos, intentando saber dónde está el cadáver de Andrés y quiénes son las personas que nos han traído aquí, decidiendo si el sacerdote que viene es bueno o es malo. (Vaya adjetivos)

En primer lugar ni siquiera deberíamos estar aquí, ninguno de nosotros. Se supone que la invitación era para Michael y Ángel. No me extraña, lo que me extraña es que éste chico, Tomas, parece no saber el gran secreto que ocultan sus amigos. Santo cielo, son... son... Eternos.

Venir hasta acá es una trampa, lo fue desde un principio. Sea quien sea que está detrás de esto, si es uno o varios, necesitaba tener a esos dos chicos juntos y... ¿y qué? ¿Destruirlos? Si realmente esto tiene que ver con los Ancianos... No, no puedo ni quiero imaginar esa posibilidad.

El hombre se detiene frente a nosotros y baja la vela que lleva en la mano, de modo que es posible ver la totalidad de su rostro. Se le ve muy joven para ser un sacerdote, pero es un detalle que ignoro porque el hombre parece cansado.

—Caballeros, les pediré que se retiren de la iglesia, por favor. No es momento para visitas.

Clarence da un paso adelante.

—Disculpe, es que encontramos la puerta abierta y creímos que era posible pasar y hacer unas oraciones. Algo rápido.

El hombre sonríe y asiente.

ÉRAMOS CINCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora