Rojo

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La sangre es de un rojo oscuro, fluye entre cada herida, que pasaría si esa herida creciera más y más. Que tan rojo se tornaría?

Su gemidos se escuchaban por toda la habitación, Kiyoshi embestía en su lugar favorito, todo su cuerpo lo sentía, cada embiste, cada caricia, cada beso. Su cuerpo vibraba. El ritmo de las embestidas aumentaron hasta alcanzar la cúspide y caer en un pozo de placer y satisfacción inolvidable.
Ambos suspiraron al mismo tiempo, las cosas se habían salido de control una hora antes, el castaño había llegado para informarle a su hermano que tenía que ingresar nuevamente al servicio, pero apenas se vieron fue como electricidad, una intensa atracción que no pudieron evitar ni querían. Así que dieron paso a la atracción y se dejaron llevar por ella hasta al final.
Kiyoshi lo miró mientras su respiración se estabilizaba, Himuro era una obra de arte, el rubor en sus mejillas le hacía ver tan Hermoso, el sudor que perlaba toda su piel le hacía tan apetecible. Cada parte de él lo quería marcar, quería que le perteneciera, pero sabía que era muy pronto aunque creía que lo de ellos no tenía tiempo. Se abrazó del peli negro que dormitaba a su lado. Quería esto, quería estar así siempre o él tiempo que se les diera. Pero siempre había un pero y el de él tenía nombre y apellido. Momoi Satsuki.


Masao Ren miró a su esposo dormir en la cama de su hija abrazando de la misteriosa caja que les había encargado, no la habían abierto su esposo no quería no todavía. La cara de él estaba hinchada, sus ojos rojos no paraban de llorar, estaba quebrado por completo y él también lo estaba, cada respiró quedaba era tan doloroso. Sus lágrimas salían y aún para sus ojos era hermoso,Tadashi era su otra mitad lo sabía, cada parte de su ser lo sabía, tanto así que cuando se dieron cuenta que estaba embarazado ninguno lo podía creer, era imposible para un hombre, pero su esposo era especial, era único y le dio la posibilidad de ser padre, de tener un regalo hecho por dos, ese pequeño gran milagro hecho con tanto amor, y ahora ya no estaba con ellos. Y su venganza sería acabar con aquellos que mataron a su hija y lo haría tan dolorosamente, era hora que todos sepan que estaba vivo. Era hora de matar. Beso a su esposo en la frente y salió, era casi la hora para su encuentro.


Kuroko camino hacia el callejón junto a su suegro, si el plan ya estaba en línea, solo faltaba su sacrificio, se quedó tras él. El arma que guardaba en su espalda le llamaba, era casi la hora, su último movimiento para el jaque mate. Y luego solo faltaría quitar su último obstáculo Kise Ryota. Que hermosa noche estaba siendo. Miró a su suegro moverse nervioso frente suyo, sonrió, cuanto disfrutaba mirarlo así.

- Ya casi es hora.- habló el peli celeste.- el debe estar pronto aquí.

- Espero que sea verdad, no quiero trampas Kuroko.- habló con enojo el mayor.

Un carro se encontraba parqueado a una distancia corta de ellos, tres hombres estaban recostados en el. Uno de ellos levantó la mirada, era bastante alto su mirada se encontró con la suya, tenía la intuición que era el abuelo de Daiki lo sentía en cada parte de su cuerpo y por primera vez tuvo miedo, pero no iba a dar marcha tras, no ahora que su plan estaba en marcha. Llevo su mano hacia su arma y mantuvo su mirada aún en el mayor; sin querer una sonrisa se dibujó en su cara, levantó el arma y a punto hacía su suegro.
La mirada del yakuza siguió cada movimiento del peli celeste, el menor disparó sin darle el tiempo para moverse y luego volvió a dispara hacia él, una bala rosó su costado sin llegar hacerle daño, su gente sacaron sus armas para regresar el ataque, pero el chico había desaparecido de la nada.

Kuroko había hecho acopio de su falta de presencia para poder escapar, maldijo su falta de puntería, debió haber matado Masao, pero no pudo y ahora su plan estaba mal, muy mal. Tenía que hacer algo antes que el jefe yakuza lo encontrará. No podía ir con Daiki, si este se daba cuenta de lo que hizo el moreno lo mataría sin chistar, no debió dispararle al mayor, pero tenía que acabar también con ese obstáculo. Podía decirse que el jefe estaba vivo y ahora que lo buscaba se iba saber que estaba vivo. Necesitaba estar oculto e idear un plan. Y nadie podía saber que Masao estaba vivo, tenía que evitar que saliera esa verdad a la luz.

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