4. Bullets

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Julio, 2002.

Gerard dió una honda calada a su cigarrillo, botando el humo lentamente. Frank le había convidado de su cajetilla medio vacía y le había ofrecido cerillas.

Ambos estaban en la parte de atrás del estudio de grabación. Habían ido allí porque debían ver los últimos detalles del álbum, como la portada y la ubicación de las pistas musicales. Estaba terminado. Faltaban tres días para que se publicase oficialmente.

Gerard había llegado en un santiamén, incluso habiendo tenido fiebre durante la noche anterior. Sentía algo parecido a la... ¿Esperanza? Sí, eso era. Se sentía esperanzado. Como su luego de resignarse a ser un bueno para nada toda la vida hubiese encontrado ese algo que tanta falta le hacía. Hasta podría considerarse feliz, quien lo diría.

Gerard y Frank fueron los únicos en presentarse y de la misma forma fueron los únicos en contestar el teléfono. Así que después de ver y descartar algunas portadas, Geoff les pidió unos minutos y habían salido por la puerta trasera, sin decir ni una palabra.

-No eres muy hablador, ¿Eh, Gerard?

-Uhm, no. Yo... de hecho... -Se encogió de hombros, sintiendo la mirada avellana sobre el. Ambos lucían igual de desastrosos.

Frank rió, negando con la cabeza y desviando su atención hacia la calle. Estaba apoyado en la cerca, mientras que Gerard se mantenía sentado de espaldas a la puerta. Si alguien intentaba abrirla probablemente caería en la acera.- Al parecer somos los únicos que no tienen nada que hacer un sábado en la tarde.

-Oh, todos deben estar dormidos aún. -Habló Frank con expresión divertida.- También fuimos los únicos en faltar a la fiesta.

Gerard se miró los pies. Había estado tan alucinado por la alta dosis de antidepresivos que ni siquiera había escuchado a su hermano invitarlo a ir. Por su parte, Frank estuvo ayudando a Jamia y a Sean a terminar una clase de vestido para su linea de ropa gótica.- Oye, ¿Estás bien? -El menor arqueo una ceja, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado con expresión preocupada.

-Si, por supuesto. -Esbozo una sonrisa que termino en una caótica mueca. Dentro escucharon pasos apresurados y las voces de sus productores. Tiro la colilla al suelo y la aplastó con sus gastadas zapatillas.- ¿Quieres ir a mi casa mas tarde? Mi madre no está, podríamos ver una película.

-Seguro. -Geoff se asomó por la puerta, efectivamente, tirando a Gerard al suelo.

-¡Qué te pasa, casi me matas! -El rubio sólo reía, dándole una patada a una lata de cerveza vacía.- Vengan, creo que lo tengo.

***

Brincó sobre el sofá, soltando una maldición. A su lado, el de ojos esmeralda lo miró de reojo, burlón.- Frank, eres un bebé. -Se estiró para tomar un puñado de palomitas. Linda Pricolo no estaba en casa, le había contado por la mañana que debía hacer un turno extra porque a algún idiota se le había ocurrido resfriarse en verano y su jefe la había llamado. Frank la había despedido con un beso y luego había lavado los trastes sin rechistar. Su madre estaba cansada, lo sabía. Pero lo quería a pesar de todo, necesitaba mantenerlo cerca.

Incluso le había dicho sobre la propuesta de su padre, irse a vivir con el hasta acabar la universidad y conseguir un trabajo o alguna mierda por el estilo. Pero ella había pegado un grito.- ¿Quieres irte y dejarme sola?

-¿Qué? Mamá, por Dios, sólo lo digo porque eso facilitaría las cosas, no sé. Sabes que te amo, sólo quiero ayudar.

-¿Y dejándome sola ayudarías? Sabes que, no pienso discutir esto, no te irás y punto. Termina la escuela, Anthony. Y después hablamos. -Luego se había levantado, dejándolo sólo en la cocina con su plato de verduras a medio terminar.

Frank ni siquiera podría explicar lo mucho que la quería. También quería a su padre, obviamente, pero ella era distinta. Su padre lo ayudaba a trepar los árboles cuando era niño, pero su madre le ofrecía banditas curativas y galletas con chispas de chocolate cuando se caía y lloraba.

-No soy un bebé. -Masculló arrugando la nariz ante otra escena violenta en la película. Peo Gerard ya no escuchaba. Había entrado a otro de sus momentos automáticos.- Mike me contó que habías estudiado arte, ya sabes, en Nueva York.

-Ah, sí. Ilustración. -Frank asintió en silencio. Gerard era muy pálido. Parecía un jodido fantasma con sobrepeso y la nariz respingada. Lo escuchó reír, probablemente por alguna frase absurda de uno de los personajes. No prestaba mucha atención.

Una hora más tarde, de pie en el umbral de la puerta trasera, ubicada en la cocina, reía histérico mientras el mayor chillaba. Acababa de lanzarle agua desde la regadera del jardín. Salió huyendo después de eso, mientras Gee gritaba que se las iba a pagar y terminaron corriendo por todo el patio, con el pequeño perro de Frank (que había llevado a casa hace sólo unas semanas, luego de adoptarlo sin consultar a su madre) pisandoles los talones y ladrando.- ¿Quién llama a su perro Pinky? Es como, no lo sé, se burlaran de el.

Frank soltó una carcajada.

-¿En la escuela?

-Muy gracioso.

Gerard estrujó su camiseta mojada sobre el césped.- Gerard. -Lo llamó Frank pensativo. Otra vez tenía esa extraña cara parecida a Mikey o a su terapeuta. El mencionado levantó la vista hacia el, alzando las cejas. Tenía los ojos tristes y eso era muy curioso. Gerard podía estar matandose de risa y aún así había ese destello de tristeza en sus orbes esmeralda. Todavía le sorprendía, tal vez nunca terminaría de acostumbrarse a su mirada rota.

No se le ocurría ninguna otra palabra para describirlo.

Y era como si Gerard pudiese leer su mente, porque de inmediato dejó caer la tela húmeda, pegándose a su estómago. Lo miró fijamente con esa expresión sombría- Estoy bien, Frank. En serio.

-No lo pareces. Pero espero estar equivocado. -Le dedicó una media sonrisa, acompañandolo a la entrada para tomar su chaqueta y sus cosas. Lo abrazó fuertemente al estar en la puerta.- Si... -Habló pero su voz falló. Se mordió el labio. Aún con el cabello disparatado y una camiseta vieja y enorme, a Gerard le pareció tener ese pequeño sentimiento cálido desde el fondo de su corazón.- Si las cosas se ponen mal, yo... -Hizo un ruido de molestia, de verdad le costaba hablar y el frío de la noche no ayudaba mucho. Las luces de todas las casas en la calle estaban encendidas y el alumbrado público los dejaba en penumbra. La luz del vestíbulo no funcionaba hace días, porque la ampolleta había explotado hace algunos días cuando el hijo de los vecinos de enfrente había estado jugando a encender y apagar las luces durante cena.- No se nada acerca del tema, pero si las cosas se ponen mal o... maldita sea, cualquier cosa...

-Frank...

-Puedes hablar conmigo. -Y volvió a abrazarlo, apretandolo hasta que el mayor correspondió. A veces le recordaba mucho a un niño. Más allá de ser bajito y tener una risa fácil y contagiosa. Tal vez era por la forma de sus movimientos y la forma en la que hablaba... Iba a intentar dibujarlo alguna vez.- Ya tengo que irme. -Susurró.- Frodo, sueltame... Voy a decirle a Mikey que me tenías secuestrado...

Frank se apartó resoplando, apoyando un hombro en la puerta mientras la figura de Gerard, con las manos heladas en los bolsillos de la chaqueta y la nariz escondida bajo la bufanda, caminaba por la calle sin voltearse, hasta verlo desaparecer.

Blood Infections {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora