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—No lo hagas, por favor.

Mina no desea voltear a ver a la dueña de esa voz. ¿La policía ha puesto vigilancia en el lugar y ahora un agente se encuentra a sus espaldas, para llevarla a donde pertenece? Descabellado quizá, pero posible. Ella no sabía que más esperar del mundo que le rodeaba.

—Mina...

—¿Eres real? —Es lo primero que se le ocurre preguntar.

—¿Qué?

—Na-nada.

—¿A dónde vas?

........

En lugar de responder, Mina decide avanzar como en un inicio había sido el plan, eso hasta sentir una mano atrapando con fuerza la suya por sobre la venda que protege su magulladura. Un gemido de dolor escapa de sus labios, y la desconocida, por inercia, la suelta (Mina, por el tono de voz agudo deduce, se trata de una mujer). Esta mujer al menos ha logrado que la otra chica se detuviera antes de cometer una tontería. O eso piensa.

—¿Quién eres? —Cuestiona la japonesa sin voltear.

—Yo...—No esperaba que revelar tan pronto su identidad fuese necesario. Rasca su nuca, sin saber que esperar de una Mina que sigue dándole las espaldas. —Mira, esto no se trata de mí, ni de quien soy, sino lo que estabas a punto de hacer.

—¿Qué supones que iba a hacer?

—Alguna locura, seguro.

—No me conoces, no tienes derecho a imaginar cosas sobre mí.

—Te conozco más de lo que imaginas. —Y no mentía, claro.

No es como si pudiera decirle tampoco, que cada vez que Mina se encerraba a llorar en los baños de la biblioteca, ella le seguía el paso con el corazón en la mano. La primera vez fue mera coincidencia. Estaba ahí, simplemente arreglando su imagen frente al espejo, cuando una chica, o lo que parecía ser una (porque prácticamente invadió los baños como si sufriera de algún "problema" en particular, impidiendo distinguir con claridad su figura) azota con fuerza la puerta de uno de los cubículos de la habitación. Esa actitud le había asustado y tomado por sorpresa en partes iguales. Sin querer, ese día Mina estaba descargado por primera vez en un lugar público el peso de su alma en forma de lágrimas. Sin querer, ella escuchó todo.

Lo dejó pasar, por el simple hecho de que cualquier persona, sin discriminación alguna, le haría una visita al baño para liberar sus penas alguna vez en su vida. Incluso ella lo había hecho y no creía, fuera algo del otro mundo. Cuanto cambio su pensamiento cuando escuchó no sólo en aquella oportunidad la frágil voz de la muchacha sollozando dolorida, sino, mínimo, tres veces a la semana.

Eso, a cualquier ser humano en el mundo que tuviera una pizca de compasión en el alma, le haría mella.

Dolía tanto escucharla llorar, pero dolía aun más el hecho de tener que salir corriendo como un vulgar criminal apenas sentía que la contraria estaba recuperando de alguna manera su compostura para después dar la cara ante el mundo. No se atrevía a hacer algo más que escuchar con la oreja pegada a la puerta, porque tampoco sabía cómo hacerlo. La creería demente si simplemente llegaba un día y le decía "Hey, te escucho llorar todos los días y, para ser franca contigo, es insoportable. ¿Puedes contarme que pasa?"

Tampoco conocía a la dueña de lo que parecía ser, tan infernal vida. No fue sino hasta hace poco dio con ella, comprobando que realmente, que el mundo es un pañuelo.

Mina era amiga de su mejor amiga. ¿Cómo mierda no se dio cuenta antes entonces? Incluso cuando la ha visto (absorta) bailar en los ensayos ¿Por qué es que hasta ahora la reconoce? Menuda mierda. Ella siempre estuvo al frente de sus narices todo ese tiempo.

¿Vienes Conmigo? (MiChaeng + Momo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora