{IV}Cosa 3: Primer añito.

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Reconozcan que cuando es el cumpleaños de otro el día se torna gris. Tu no recibes regalos, es más, tienes que regalar algo, incluso si es algo que tu querías.

La cara de Anastasia demostraba toda su desaprobación a festejar el primer cumpleaños de sus sobrinos, su mirada estaba fija en el montón de regalos al lado de la mesa principal, un montón de regalos tentadores que nunca serían suyos.

Siempre había sido ella la que recibía regalos, regalos de todas esas personas que estaban en el salón.

Traidores.

Ahora todos estaban rodeando a los pequeños de apenas un año, ellos apenas podían poner atención a toda la gente alrededor, seguro que les mareaban. Esos niños estaban más interesados en ver a su padre poner la música infantil en los parlantes que en ver a toda la gente que se amontonaba a su alrededor.

La pequeña platinada empezó a llorar para atraer la atención, por lo menos, de sus padres. Pero solo recibió una mirada recriminatoría de su mamá, y entonces empezó su pataleo real.

Con tres años, la pequeña era profesional en berrinches. Había hecho de todos.

Su mamá se le acercó, pero cuando estaba a unos metros su hermano lo paro.

–Deja que yo me encargue esta vez Cerdo– dijo el rubio con una suave sonrisa.

Aunque Yuuri se iba a negar, Víctor lo tomo por la cintura abrazándolo, el omega moreno solo soltó un suspiro.

–Esta bien, pero si no sé comporta yo me encargo.

El rubio asintió para después acercarse a su hermanita, cuando estuvo a su lado se sentó en el suelo y la sentó sobre su regazo.

–Se como te sientes– dijo Yuri mientras la pequeña platinada lo miraba con sus ojitos cafés acuados.

–Y-yo no quiero, pero... Yo quiero regalos también– dijo empezando de nuevo su llanto.

Yuri la abrazo, él no sabía cómo explicarle que no siempre iba a recibir regalos, y que hoy, en especial, era el día de sus sobrinitos.

La pequeña lo abrazo por el cuello y el rubio la alzó para llevarla frente a sus niños.

–Mira Ani, hoy se cumple un año desde que ellos dos llegaron al mundo– la niña había dejado de llorar y ahora sólo miraba a los pequeños poniendo una pequeña sonrisa–. Yo creo que merecen festejarlo, lucharon mucho para llegar aquí.

–¿De verdad?– pregunto la menor abrazando a la pequeña Yulia por la cabeza, ella solo río ante el abrazo de su tía.

–¡Por supuesto!– dijo el rubio tomando a su niña en brazos–. Vinieron de muy lejos e hicieron muchas cosas muy valientes.

La niña asintió y miró a su hermano mayor a los ojos, decidida–. Lo merecen, ya no llorare.

Y entonces la platinada se fue hacia los peloteros a jugar con los otros niños del lugar, sonriendole a sus padres cuando los cruzó.

–Haces magia Yurio– dijo el platinado mayor pasando su brazo sobre los hombros del menor.

Yuri solo sonrió y alzó a su pequeño Albek, ese niño era igualito a Beka, salvo por sus ojos, recordaba perfectamente cuando los niños abrieron sus ojos y Otabek no dejo de festejar porque habían sacado los ojos de soldado de su omega.

–Si, hicieron un camino largo pequeños.– dijo abrazando a sus niños que entre balbuceos decían "mami", sacando un agradable sonrisa en el rubio.

Los pequeños ya caminaban, iban de un lado para el otro riendo y balbuceando. Cuando menos lo esperaron llegaron con su padre dando gritos emocionados, el moreno los alzó y abrazo mientras ellos se colgaban de su cuello.

–Papi, papi– la niña le daba besitos en las mejillas mientras que el pequeño solo le abrazaba con su cabeza entre el cuello y el hombro de su papá.

Otabek, riendo, llevo a sus niños hasta la mesa principal, en ella una bella torta* decorada con algunos animalitos de azúcar esperaba para que soplarán las velas.

Todo el mundo canto y aplaudió a los niños, ellos solo miraban a su mamá que les estaba tomando mil y un fotos para la posteridad.

...

Cuando la noche cayó la pareja Altin Plisetski ya estaba en su casa, sus niños se estaban divirtiendo mientras rompían los envoltorios.

–Les gustan más las cajas que los juguetes– murmuró Yuri mientras su pequeño Albek entraba el la caja de un automóvil tamaño bebé.

–Son cosas de niños Yura, las cosas simples son para ellos los mejores regalos.

–Si pero es frustrante, seguro que fue muy caro.

El azabache solo río abrazando a su esposo y dándole besitos en la cabeza, no podía hacer nada contra los simples gustos de sus niños, pero al menos podía hacer que su omega disfrutará jugando con ellos.

Los cachorros observaban la escena entretenidos, sus cabecitas pensaban cosas completamente indescifrables para sus padres, pero entre ellos parecían leerse la mente.

De la nada empezaron a balbucear entre sí, riendo de vez en cuando. El rubio estaba completamente encantado con sus niños, tanto así que los alzó a ambos girando antes de llevarlos a sus camitas.

Ya cuando los cachorros durmieron el ruso se fue directamente a los brazos de su alfa, ¡Oh su amadisimo Beka!

–Sabes, hace un año estaba asustado.

–Y yo– le dijo su alfa antes de tomarlo por la cintura.

–Y antes también, no había momento en el que no temiera por la vida de nuestros cachorros.

–Pero ahora están aquí Yura, y nadie nunca los va a separar de nosotros.

Yuri suspiro deseando que eso fuera cierto, el simple echo de imaginar a sus pequeños lejos lo hacía temblar. Vagamente recordó una época en la que pensar lo mismo de Otabek le causaba gran angustia.

–Hoy te vi con Ana– dijo el azabache guiando a su omega hasta su cama.

–Ah eso, es que la peque hizo un berrinche, ya sabes, porque no era su cumple.

–Pobrecilla, debería darle algo.

–Eres demasiado bueno Beka, la gente se aprovechará de ti si sigues así.

–Pero tengo el deber de mimar a mi cuñadita.

Yuri soltó una suave carcajada, recordó que Víctor había dicho lo mismo de sus "nietitos".

La noche termino con un Yuri muy mimosos sobre Otabek, recordándole las cosas sucias que hacían antes de los niños.

Pobre Otabek.

Se vio "obligado" a "jugar" con su omega hasta que Morfeo los tomo desprevenidos, a las tres y media de la mañana.

Diario de la familia Altin-PlisetskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora