{XVII} Cosa 11: El mejor tio del mundo

1.4K 132 7
                                    

Yuri había despertado con un nudo en la espalda por la tensión del día anterior, y también por la ansiedad de pasar todo un día con su cuñado. Sus hijos en cambio estaban más que emocionados por ir a patinar con su tío, Yulia empaco sus patines nuevos para estrenarlos y Albek llevo la música de su recital en la mochila, para enseñarle algunas cosas.

-¿Están listos chicos?- resonó la voz del alfa por la casa, el cual también había guardado sus patines y los de su esposo en una mochila.

--¡¡¡SI!!!

-Ok, entonces al auto.

Los pequeños no esperaron mucho más y corrieron a sentarse en sus respectivos lugares, Yuri en cambio se dirigió, mucho menos emocionado hacia su esposo, preguntándole si de verdad era necesario que fuera con ellos.

-Sé que no te agrada la idea, pero no quiero que te quedes tu solo en casa, estoy seguro de que los niños disfrutaran más si tú vienes- le respondió el mayor dándole un beso en los labios-. Te prometo que lo disfrutaras.

Jodido Otabek y su jodida capacidad de convencer Yuris, en solo segundos ya se había subido al auto e iba camino a buscar al omega.

Cuando llegaron el chico ya estaba listo, tenía una mochila con sus cosas (dinero incluido por si acaso) y estaba abrigado, muy abrigado, tanto que apenas se lo veía debajo de todas esas capas de ropa, Arman se excusó, diciendo que era extremadamente friolento y Rusia lo había sorprendido, para estar tan cerca era bastante más fría que su país de origen. Lo primero que hicieron fue ir a una pista de patinaje pública, la cual aunque no estaba llena, si estaba bastante poblada, para el menor eso no era un problema. Se calzaron los patines y se lanzaron hacia el centro de la pista, Otabek espero un poco más, a que su esposo y hermano estuvieran listos para entrar todos juntos, patinaron largo y tendido, escuchando a Yulia alabar sus nuevos patines, los cuales se amoldaron perfectamente a sus piecitos y eran sumamente aerodinámicos.

-La verdad es que son sema profesionales- dijo el rubio mirando los patines de su hija-. Debieron salir bastante caro.

-Se lo merece- dijo el Altin viendo a su sobrina.

Pasaron largo rato patinando, hasta que el pequeño omega insistió en volver a casa para mostrarle su vestuario a su tío, Yuri acepto la idea y después de unos minutos ya estaban los cinco en el auto con dirección a la casa Altin-Plisetsky.

Cuando llegaron el menor de todos corrió a buscar su traje y se lo mostro a su pariente con una gran sonrisa.

-Es hermoso, estoy seguro de que te quedara genial- sonrió Arman acariciando la tela.

-Le queda precioso- dijo el rubio abrazando a su cachorro.

-¿Te quedaras hasta el recital?

-No lo sé- dijo el pelinegro.

De repente se oyó el timbre y Otabek fue a recibir al invitado.

-Llegaste antes de lo que pensé- dijo el alfa al invitado.

-Tome el primer vuelo, él está aquí verdad, tengo que vero.

-Por supuesto, pero primero- el mayor golpeo el estómago del recién llegado, odiándolo un poco-. Vuelves a hacerle daño a mi hermanito y no vas a volver a ver la luz del sol.

Hosim Yue era el novio y futuro esposo de su hermano, sabía que habían tenido problemas, malentendidos, pero si su hermano iba a tener un hijo suyo, mínimamente tenía que intentar que ambos arreglaran las cosas, quizás esa no era la mejor manera de hacerlo, pero era lo que se le había ocurrido después de escuchar a su hermano. Llevo al alfa más joven a la sala, donde su hermano casi escupe el corazón al verlo, tenían cosas de que hablar, así que llamo a su familia.

-Así que esto era lo que tenías planeado, eres un genio malévolo Otabek Altin- dijo el omega rubio besando a su esposo, estaba orgulloso.

En la sala la tensión era tanta que se podía cortar con un cuchillo, ninguno podía hablar, ningún sabía que decir.

-Antes de que digas algo- inicio el alfa-. Estoy muy arrepentido de todo lo que dije e hice, yo deje que los celos me controlaran y no escuche lo que tenías que decir, sé que estuve mal y solo quiero arreglar todo esto, por ti y por el bebé.

-Beka te lo conto todo, ese idiota- suspiro-. No estoy nada feliz con lo que paso sabes, me hiciste sentir horrible y te va a costar mucho arreglarlo.

El alfa se acercó a abrazarlo, dándole besitos en las mejillas, aunque al principio el omega se negó a las caricias, después de unos minutos estaban ambos besándose, demostrando lo mucho que se habían extrañado. En la cocina los niños miraban serios la sala, con unas ganas inhumanas de correr a interrumpir lo que fuera que estuviera pasando.

-Entonces, por lo que acaba de suceder supongo que la visita del tío Arman se acaba de acortar- dijo la mayor mirando a su mamá.

-Supongo.

-Qué bueno que se reconcilien, así serán unos buenos papás para nuestro primito- dijo el menor sonriendo ante la mirada sorprendida del resto- ¿Acaso no se dieron cuenta?

-Yo no- dijo su hermana mirándolo- Es decir olía como una mamá, pero le creí cuando dijo lo del perfume.

-Yo no.

Los mayores rieron, sus hijos no se dejarían engañar tan fácilmente en el futuro.

Al final la visita de Arman se acorto a dos semanas, las cuales pasaron volando para los niños pero para Yuri no acabaron nunca, la reconciliación con su novio parecía haber encendido la batería del omega, así que volvió a ser el chiquillo incordio de siempre. La despedida fue corta ya que estaba por perder su vuelo, pero al final todo termino como Yuri sabia que pasaría, con los niños deprimidos por su partida.

-Arman volverá a venir cuando su bebe haya nacido, y seguramente nosotros iremos a verlo en algún momento, de paso saludaremos a los abuelos- dijo Yuri intentando animarlos.

Los pequeños solo asintieron con un suspiro, demasiado tristes por la partida del omega, pero su padre, maravilloso como siempre, los llevo a tomar un helado y luego a visitar a los Nikiforov, los cuales siempre sabían animar a sus nietos, esta vez lo hicieron enseñándoles a ambos pequeños los videos de su madre en su época de patinador profesional, los cuales encantaron a los mellizos, tanto así que el menor decidio que haría una carrera como patinador al cumplir los diez años, Víctor estaba tan contento con eso que decidió que sería él quien entrenaría al pequeño.

Al llegar a casa, ninguno de los pequeños estaba triste, es más, estaban emocionados por las futuras visitas a su tío, ya que les contarían todo lo que pasaría de ahí en adelante.

Diario de la familia Altin-PlisetskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora