–Estamos pensando en llevar a Yuli con nosotros en el próximo viaje– sonrió Víctor acariciando su anillo de manera nerviosa.
Yuuri acarició su mano y le sonrió, sabía que era una petición algo extraña, pero como abuelos jóvenes querían que sus nietos disfrutarán con ellos mientras pudieran.
–¿Y por qué piensan eso?– replicó el rubio.
–Hemos hablado con los niños sobre el tema, Albek no quiere dejar a sus papás y hermanito solos, Yulia en cambio quiere ir a conocer Japón, siempre le habló de mi tierra y ella está muy ilusionada con eso.
–Pero apenas tiene nueve años, es una bebé todavía.
–Bueno, tu bebé ya viajó sola antes, recuerdas.
–No fue sola, fue con su tío y hermano, y nosotros íbamos detrás de ellos, además fue un viaje de dos horas, no se compara.
–Solo te lo decimos, obviamente no la llevaremos si no quieres, pero habla con Otabek y Yulia antes de tomar ninguna decisión.
El rubio asintió y se levantó de la mesa, dejó el dinero para la propina saludando a la pareja con la cabeza. Amaba a los viejos aunque no se los dijera, confiaría su vida a sus manos de ser necesario, ¿Pero su hija? Era apenas una niñita que aún necesitaba de su mamá, esta bien, era sumamente madura para su edad, pero eso no la convertía en una adulta autosuficiente, hablaría con su esposo antes de decirle nada a ella, para no ilusionarla.
Llegó a casa en diez minutos, y unos pasitos irregulares le llegaron al oido.
–Mami mira, Ash esta aprendiendo– dijo el pequeño de ojos verdes mientras sostenía las manos de su hermanito ayudándolo andar–. Dentro de poco lo hará solo.
–Oh, mi bebé– se agachó hasta quedar a su altura y lo tomó en brazos–. Claro que va aprender con un hermano tan bueno como tu.
Albek se sonrojo un poco, acercándose abrazar a su mamá, el cual le acarició la cabeza con suavidad.
–¿Y papá y Yulia?
–En el estudio de música.
–lalalala– tarareo el pequeño rubio.
–Así que están cantando, yo quiero ver eso– dijo el rubio tomando la mano de su hijo mayor, encaminándose por la escalera para llegar al estudio.
Entró a la puerta del sonidista y ahí estaban, su esposo tocando la guitarra, sonriendole a su niña que cantaba a todo pulmón la canción kazaja que le enseño su abuela y que cantaba con su tío cada vez que se veían.
Cuando terminaron ambos sonrieron al cristal, el rubio solo los saludo con la mano y les señalo la puerta, para que salieran de una vez.
La niña se precipitó hacia la puerta para abrazar a mamá, siempre lo hacía cuando regresaba, así se fuera solo un par de minutos. El rubio dejó al bebé en brazos de su hermano y se encargó de abrazar a su cachorra.
–Princesa, cada vez cantas mejor, pronto deberíamos grabar un disco– sonrió– ¿Qué tal fue en la práctica?
–Oh, fue bien, pero sabés, somos el único equipo de hockey sobre hielo femenino de la zona, así que no tenemos partidos para participar– dijo indignada–. Ofrecí algunas compañeras que se unieran, pero dijeron que es un deporte de hombres.
Otabek había tomado al bebé en brazos para que Albek pudiera descansar, así que solo empezó a mecer la cabeza de manera negativa mientras sonreía para Ash.
–Pues esas niñas no saben de lo que se pierden.
–¡¿Verdad?! Es un deporte genial, si puede que sea un poco brusco, pero nunca nos lastimamos demasiado.
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Diario de la familia Altin-Plisetski
AcakMuchas historias terminan con un bebé, la muestra más grande del amor que se tiene la pareja. Sin embargo la experiencia de ser padres por primera vez no se cuenta ni se muestra como es, se deja de lado como si lo más importante ya hubiera terminado...