{XI} Cosa 7: Los callados son los peores

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Sin duda al haber empezado la primaria todo dio un giro de 180°, los niños pasaban cada vez más tiempo en la escuela y demás actividades extracurriculares, que Yuri creía completamente necesarias para que ambos se formaran como personas. Por lo tanto, el tiempo que pasaban en familia había disminuido como un 40%, cosa que mantenía intranquilo al alfa de la familia, sus cachorros pasaban al menos nueve horas fuera de casa, le parecía excesivo teniendo en cuenta que sus pequeños apenas llegaban a los seis años, pero no quería discutir con su omega, por ende no demostraba su inconformidad.

Aunque debió haberlo hecho.

Albek y Yulia empezaron a cansarse poco a poco de todo lo que tenían que hacer, sus horarios apenas les dejaban tiempo para jugar con su papá en el estudio de música, menos tiempo tenían para darse un baño con mamá en la tina, ya que él estaba con todas las horas que podía en el instituto de ballet. El hermano menor se había encargado de demostrar su inconformidad dejando de asistir a clases de piano, anunciando que quería quedarse en casa con su papá en vez de encerrarse por una hora con ese aburrido instrumento,  cosa que el rubio entendió, dando así por terminada esa actividad.

La alfa sin embargó decidió ocupar el poco tiempo libre que tenía para perfeccionar su hobby: las bromas.

Hacia tan solo un mes que había descubierto lo divertido que podía llegar a ser pintar pecas en la cara de su compañero de banco a la hora de la siesta, sobretodo porque aún no la habían descubierto. Una vez había llenado la mano de su propio hermano con la crema de afeitar de su papá mientras dormía, así que cuando se despertó y llevó sus manitos a la cara para fregarse los ojos se unto entero de esta crema. Aunque esa vez si que la descubrieron, porque era la única de su casa que haría algo así.

Aunque en la escuela apenas habían descubierto que había un bromista en la clase, siquiera sospechaban que la niña más aplicada estaba directamente relacionada con las bromas que se iban haciendo cada vez más perfectas y peligrosas, como por ejemplo esa vez que soltó a la tarántula mascota del salón de segundo grado, fingió estar asustada para que nadie notara que se moría de risa por dentro. Lo que si aún no había intentado era meter una lagartija de goma en la mochila del chico que molestaba a su hermanito, ese beta de segunda se entraría de lo que la morena era capaz de hacer por su hermano.

Aunque nunca habría sabido que ese que sería su mejor golpe también sería el último que daría, todo por culpa del traidor de su gemelo.

Todo había pasado demasiado rápido, primero escucho el grito tan esperado de el beta estúpido, que llorando corrió hacia la profesora, “Vaya llorón esta hecho” pensó la niña al escuchar la vos nasal del chico, mientras disfrutaba su pequeño triunfo no noto que su hermano había ido a agarrar aquello que tanto había aterrado a su compañero, y grande fue su sorpresa al escuchar la vocecita de su hermano casi gritar.

–Yuli, esta no es tu lagartija de juguete– dijo elevando la misma para que todo el mundo, su maestra incluida, vieran el objeto del crimen.

Después de eso fue llevada a la dirección mientras llamaban a su padre para hablar con él sobre los incidentes que su hija había perpetrado, asi que cuando Otabek llegó la vio sentada en el sillón frente a la dirección mientras sostenía entre sus manos la nota que hablaba sobre su castigo - nada muy extremo, limpiar la jaula de los hámsters durante la semana-, aunque decidió solo inclinarse y darle un beso en la frente, escucharía lo que el director y la maestra tenían que decir y luego hablaría con su hija para escuchar su versión.

–Permiso, soy Otabek Altin, el papá de Yulia– dijo entrando, encontrándose a un alfa algo mayor, el cual se encontraba hablando con la maestra de su hija.

–Bienvenido señor Altin, lamentamos haberlo llamado así de improviso pero teníamos que dar parte de la actitud de su hija de inmediato.

–Entiendo, yo lamento que Yulia causara problemas.

–Tranquilo, por ahora todo está controlado, pero nos tiene un poco preocupados el nivel al que llegaron sus travesuras– dijo devuelta el director–. Asustó muy feo a uno de sus compañeros, ya hablamos con ella del tema, pero querríamos que usted y su esposo hablen devuelta con ella.

–Al parecer– dijo la maestra interrumpiendo al director, aunque este no dijo nada–. El niño al que asustó esta última vez estaba teniendo problemas con Albek, por eso le jugó esta broma, aunque eso no la justifica.

–Entiendo, ella es un tanto protectora de su hermano, lamento que halla llegado tan lejos.

–Por suerte solo fue un susto, pero la descubrimos a tiempo, no sabemos a que podría haber llegado si no la deteniamos– dijo devuelta la maestra.

Otabek solo asintió, prometiendo que él también le daría un castigo por lo que había hecho, despidiendose unas pocas frases después. Cuando salió su pequeña seguía en el sillón, con la mirada baja y los ojitos cristalizados, esperando un sermón por parte de su padre. El cual solo la abrazo diciéndole que hablarían en su casa.

Cuando fue hora de que los gemelos salieran su padre y su madre los estaban esperando en la puerta, al llegar hasta ellos Yuri le dio una mala mirada a su cachorra y tomó al menor en brazos, llevándolo hasta el auto y acomodandolo dentro, mientras que el alfa hacia lo mismo con la otra pequeña que solo miraba hacia el suelo con un puchero por el rechazo de su madre.

Cuando llegaron a casa comieron mientras hablaban de lo que habían hecho en el día, aunque ninguno menciono la visita de la menor a la dirección, por lo menos no hasta la tarde cuando Albek estaba en sus clases de ballet.

–Ahora jovencita, explicanos que es eso de andar asustando a tus compañeros, además de que has hecho varias otras cosas que seguramente no fueron muy lindas.

La pequeña intentaba hablar, pero la voz no le salía, su madre nunca se había enfadado tanto con ella nunca, tenía muchas ganas de llorar, no podía defenderse, porque sabía que había estado mal.

–Lo siento mami, juro que no lo volveré a hacer nunca en mi vida– dijo la pequeña sin ver a su mamá a la cara.

Estaba apuntó de llorar cuando sintió unos brazos rodearla, y el olor tan característico de su madre inundó sus fosas nasales.

–Tontita, me preocupe, y si te pasaba algo en una de esas bromas, podría haberte picado la tarántula, no sabemos si eres alergica– suspiro–. Si tú hubieras salido lastimada no se que haría.

La alzó en brazos y la mantuvo contra él mientras la pequeña pedía perdón, prometiendo que nunca más volvería a jugar así, mientras que Otabek los abrazaba a ambos.

Aun si todo quedó perdonado, la pequeña no fue a ninguna clase extra en la semana, cosa que agradeció bastante, ya que pudo decirle a sus padres que para el ballet había salido con el talento de Otabek.

Por primera vez el alfa se sintió mal por heredarle algo a su pequeña.

Diario de la familia Altin-PlisetskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora