Solo serían unas horas, y aún así el rubio no soltaba a sus bebés.
-Vamos Yurio, nosotros los cuidaremos- el ruso de cabello platino le insistía una y otra vez para que soltara a sus niños. Pero el rubio se negaba ferozmente, gruñía ante la cercanía del mayor.
-No quiero, no tengo que ir- dijo abrazando a sus cachorros.
-Yura, es tu revisión médica, tienes que ir- suspiro-. Además sera bueno que los niños pasen tiempo con Yuuri y Víctor.- dijo la pareja del rubio tomando al pequeño Albek en brazos.
-Y yo- la manito de una niña de cabello platino se alzó entre la multitud.
-Y Ana- agrego Beka sonriente.
Batallaron arduamente hasta que el oji-jade soltó a sus niños, quejándose, los lleno de besos y mimos y dio mil y un indicaciones a los ancianos.
Como si ellos no hubieran cuidado ya a dos niños en su vida.
Bueno, un adolescente quisquilloso amante de los gatos, y a una hermosa niñita.
Cuando los menores se fueron al doctor, la pequeña Anastasia se acerco a la cuna de los bebés, eran criaturas muy lindas desde su perspectiva, sus cabellos castaños oscuro y sus ojitos verdes eran muy tiernos, esas mejillas regordetas que daban ganas de besarlas.
Eran su competencia.
La pequeña les saco la lengua y les dijo un par de cosas feas, cosas que por desgracia no pasaron desapercibidas a oídos de su madre.
-Anastasia Emi Nikiforov, como puedes llamar así a tu sobrinos.
La niña se estremeció en su sitio y se dio vuelta despacio, cuando giro completamente se encontró con la mirada de su madre, los ojos color vino la hicieron temblar, y así decidió utilizar su mejor recurso.
Las lágrimas falsas empezaron a recorrer su rostro, con unos hipidos lastimeros, cortesía de la genética de Víctor drama queen Nikiforov, y quizá un poco del nipón.
Bueno, lo malo los niños lo aprenden rápido.
-Que le pasa a mi zaredna- entro el platinado mayor, y cargo en brazos a su niña, la cual sonrió triunfal colgada a su padre.
-Vitya no, se portó mal- el azabache tomo a la pequeña de los brazos de su padre y la dejo en el suelo.
-Solo tiene tres, es apenas una bebé- dijo el platinado defendiendo a su hija.
-No, lo mismo decías de Yurio, y ahora el que está pagando las consecuencias es Otabek. No quiero que mi hija sea como nuestro Yurio, tan malhablada y gruñona, okey Vitya.
Incluso Víctor se quedaba como piedra cuando su Yuuri se portaba así, él entendía que Yurio no era el hijo perfecto, y que su forma de malcriar a sus niños los dejaba así. Pero que podía hacer, era un alfa cariñoso y lo único que quería era que sus cachorros fueran los más felices, si eso lo hacía un mal padre, se declaraba culpable.
-Ana se quedara sin dulces hasta la próxima semana y es mi última palabra- el azabache tomo en brazos a el pequeño Albek quien había empezado a llorar, mientras que a su cachorra se le aguaban los ojos.
Víctor llevo a su hija a la sala y la lleno de mimos diciéndole que no se preocupara, que si iba a tener dulces, que mamá no se había enojado y esas cosas que dicen los padres para que los niños no lloren.
Mientras tanto Yuuri jugaba con sus pequeños ¿Nietos? Dios como pasaba el tiempo, los niños jugaban tranquilamente con su colección de cubos de colores, recordó a Ana cuando tenía esa edad, mentiría si dijera que no se sentía un poquito culpable por castigarla, pero sus padres le enseñaron que los límites eran también una forma de demostrar amor, ver a su cachorra triste le dolía, pero todo era por su bien.
Después de unos minutos la pequeña entro de la mano de su padre, se le acerco con la mirada en el suelo y un leve puchero en los labios.
-Lamento lo que dije, yo no creo que sean feos, son muy bonitos.
Yuuri murió de dulzura en solo unos segundos, su niña había sacado el encanto de Nikiforov, y él no podía contra eso. Se paró y tomo a su niña en brazos dándole besitos en las mejillas diciendo que ya no era nada, que los pequeños la querían mucho y que si tendría algunos dulces.
Víctor en cambio se sentó a jugar con los pequeños Altin, estos ya gateabán y se dirigieron sin dudar hacia su abuelo, quien los alzó y comenzó a hacer ruidos extraños -¿De avión?- y a moverse de un lado a otro ganando las hermosas risas de los mellizos, ¿Cómo los hijos del rubio podían ser tan simpáticos? Ninguno de sus padres era así.
-Yuuri quiero uno de estos, así nuestra niña jugará y se divertirá- el platinado seguía ¿Corriendo? Oye eso era peligroso.
-¡VITYA CON CUIDADO!
El ruso tropezó del susto y casi cayó, el corazón del azabache le llegó a la garganta por unos segundos, casi pudo ver a los niños destrozados debajo de su esposo. Por suerte solo llegó a ser una imagen mental, el tonto ruso y los niños estaban bien.
-Ya déjalos en el suelo, por favor.
Víctor, que también se había asustado, hizo caso, solo que no los dejo en el piso. Los dejo en sus sillitas y empezó a preparar papilla para enmendar su, casi terrible, error.
Para cuando los padres llegaron sus niños ya estaban durmiendo, el ruso de ojos cielo los había cansado lo suficiente, así que el rubio solo les dio mimitos suaves.
-Gracias por cuidarlos, me alegra de que todo saliera bien.
El japones hizo una pequeña mueca solo perceptible para el kazajo, pero él prefirió no mencionarlo.
-No a sido nada, cuando quieran avísenos.
El ruso menor se agachó y beso en la frente a su hermanita adoptiva-. Gracias por cuidar a mis niños Ana, ten- le extendió su mano y está tenía una bolsa de caramelos, exclusivamente de cereza.
Los ojitos de la pequeña platinada brillaron ante la visión de sus dulces favoritos, luego miro a su madre suplicante.
-Esta bien, tómalos, te los ganaste.
-¡Gracias Yura!- la pequeña de colgó de las piernas de su hermano riendo con dulzura. Como quería a ese gatito gruñón.
-Ya, ya, no es nada- dijo con un leve sonrojo el oji-verde
El anciano y el japones de despidieron diciendo que contarán con ellos, que estaban cerca y que podían llamarlos siempre, lo típico que dicen los abuelos. Yura solo asentía y Otabek les agradecía en silencio.
Luego la joven pareja se acerco a sus niños, dormían tan tranquilamente, seguro el viejo los hizo jugar hasta agotarse, deberían llamarlo más seguido. Así al menos dormirían hasta mañana.
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Diario de la familia Altin-Plisetski
De TodoMuchas historias terminan con un bebé, la muestra más grande del amor que se tiene la pareja. Sin embargo la experiencia de ser padres por primera vez no se cuenta ni se muestra como es, se deja de lado como si lo más importante ya hubiera terminado...