La pantalla de la computadora se encendió, Yuri clickeo rápidamente la notificación de videollamada, cuando lo hizo dejó el aparato en la mesa de luz y se sentó en la cama junto al resto de su familia.
En la pantalla apareció el rostro sonriente de su niña, su Yulia, hacia ya una semana que estaba en Japón con sus abuelos y tía, cada noche los llamaba para poder ponerse al día, y parecía que se hubiese ido hace años, el rubio solo podía rezar para que la última semana pasará pronto y así poder abrazar a su niñita.
-Hola mami, papi, Al y por supuesto Ash- soltó la pequeña mirando a su hermanito- ¿Cómo están?
-Nosotros genial pequeña, Ash ya está caminando bien y fuimos al teatro a ver un ensayo de Al, el recital va ser muy hermoso- dijo Otabek sonriendo a su niña, el pequeño omega se revolvió avergonzado en su sitio.
-Y voy a estar allí- sonrió la pequeña mirando a su hermano-. Nosotros hoy fuimos a conocer a los amigos de abu Yuuri, son todos muy buenos conmigo y me dejaron patinar en la pista junto a ellos, también visitamos el mar.
-Eso es maravilloso, ¿Todos están bien? ¿Qué estas comiendo? ¿No hubo ningún incidente?- empezó el rubio abrazando a su bebé, el cual lo miraba curioso.
-No mami, puedes estar tranquilo, estamos comiendo de manera variada, pero el katsudon nunca falta- río la pequeña-. Oh, lo siento, el Abu Vitya quiere decirte algo.
-Hola gatito, ¿Cómo están todos allá? - dijo el platinado sentándose al lado de su nieta.
-Bien, todos estamos genial- sonrió el de ojos verdes.
-Me alegro, sabes, ya es un poco tarde aquí, así que dejó que se despidan porque esta pequeña tiene que dormir para mañana.
Yuri fruncio el seño, porque ese anciano le estaba diciendo que dejara de hablar con su hija, iba soltar un insulto justo antes de que Otabek tomara su mano, lo miro, él tenía una sonrisa tranquila que le transmitió paz, es cierto en Japón ya era tarde y quién sabe cuantas actividades tenían planeadas para el día siguiente.
-Bueno princesa, duerme bien, mañana hablamos- dijo sonriendo a la cámara.
-Te amamos preciosa.
-Suerte Yuli- dijo el pequeño castaño sonriendo.
La niña les mando un beso y apagó la computadora.
En Rusia un bebé empezó a llorar.
Ash odiaba que la llamada terminara, cada noche era un caos apenas la niña se despedía, costaba hacerle entender que no desaparecía, y que volvería llamar al día siguiente. Así que en ese momento Otabek mecia al pequeño rubio el cual sostenía su mamadera con ambas manitos, con los ojos aún cristalinos. Solo su padre conseguía que se calmara después de eso, así que Yuri y el pequeño los dejaban solos para que pudieran proceder a calmarse.
El horario era diferente en ambos países, y por eso en ese momento Yuri debía preocuparse por llevar a su hijo a su clase de inglés, por suerte el niño era muy organizado y tenía su mochila preparada para salir apenas se cortara la llamada. El castaño salió de prisa y subió al auto, el rubio lo notaba más alterado, más opacó y más silencioso que nunca, no hablaba en el camino de ida, ni el de vuelta, en su colegio preguntaron si estaba pasando por algún duelo, y a su manera lo hacía.
Nunca había pasado demasiado tiempo lejos de su hermana, literalmente estaban juntos desde el principio de su existencia, debía ser traumático estar tan lejos de ella, que era su mejor amiga.
-¿Extrañas a Yuli?
-Si, supongo, no se, es raro.
-¿Por qué raro?
ESTÁS LEYENDO
Diario de la familia Altin-Plisetski
De TodoMuchas historias terminan con un bebé, la muestra más grande del amor que se tiene la pareja. Sin embargo la experiencia de ser padres por primera vez no se cuenta ni se muestra como es, se deja de lado como si lo más importante ya hubiera terminado...