Capítulo 17

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ELIOT

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ELIOT

Su imagen se desvaneció entre mis manos. Miré el sillón, la cama, toda la habitación en busca de su cuerpo perfecto, nada, no estaba. Grité su nombre y lo golpeé todo, los cristales de la lamparita de noche cubrían el suelo. Mi respiración empezó a dificultarse hasta el punto de no ser capaz de coger aire.

Me sobresalté y abrí los ojos. Era un sueño, sólo un sueño que se había sentido como una puñalada en el pecho. Necesitaba verla, necesitaba hacer algo para poder volver a pasar tiempo a su lado y ganarme su confianza. No era la primera vez que me torturaba en sueños, incluso evitaba dormir a veces. Salí de cama y cambié las sábanas empapadas en sudor por unas limpias. No tenía unas sábanas que no fueran blancas, antes de conocer a Shana, el blanco y el negro eran los únicos colores capaces de hacerme sentir tranquilo, en cambio, ahora el gris intenso de sus ojos me volvía loco, incluso el rubio de su melena me parecía diez mil veces más increíble que cualquier otro color.

Me dirigí al lavabo del baño y me miré al espejo. Un chico de rostro pálido, con un enorme moretón en el pómulo derecho me miraba con los ojos más tristes del mundo. Era como si hubiera perdido algo, un pedazo de vida, las ganas de seguir. Cerré los ojos y me di la vuelta, dispuesto a salir de aquella maldita casa, dispuesto a olvidar todo lo que me rodeaba, todo lo que yo era de una vez por todas.

Caminé sin darme cuenta de que ya estaba frente a la cabaña donde Shana vivía. Un pinchazo inundó mi pecho y sentí algo que no sentía desde hace mucho tiempo, lágrimas llenando mis ojos, que con un gran esfuerzo conseguí tragar. Sabía que no quería verme, que no quería volver a tener nada que ver conmigo y aquello me hacía sentir más sólo que nunca. Qué es ,lo que había hecho conmigo? Con mi corazón? Porque ella era capaz de hacer que yo sintiera cosas...? 

-Hola chico, que quieres?-. Un hombre bastante robusto y serio cortaba leña en el porche y yo ni siquiera me había dado cuenta.

-Está Shana? Vive aquí, no?

-De que conoces a Shana? Sois amigos acaso? No me ha contado nada de que tuviera un amigo o un conocido.

-Sí, coincidimos algún que otro día en el lago, pero nada más, quería hablar con ella. Pasamos las horas haciendo fotos o dibujando y necesitaba ayuda con unas técnicas que a ella se le dan bien.- Mentí porque por lo visto ella también había ocultado bastantes cosas y supuse que tendría una buena razón.

-Está dormida, pero se lo diré. No en tanto, ni se te ocurra dañarla, en ningún sentido, de acuerdo Eliot?-. Mi nombre salió de su boca de forma tan familiar... Me conocía?

Si yo en la vida lo había visto. Por lo tanto él a mí tampoco, a menos que yo recordara.

-Gracias, adiós-. Me di la vuelta y me dispuse a emprender el camino de vuelta.

-Eliot

-Sí?-.Cada vez se me hacía más raro que dijera mi nombre, como si me conociera desde siempre.

-Qué te ha pasado? En la cara, digo.

-Oh, nada, me caí por las escaleras.

-Ya, claro. Bueno, cuídate si?

-Si señor-. Durante el camino de vuelta mi cabeza no dejo de pensar. ''Eliot, Eliot, Eliot''. Sabe mi nombre, cómo es posible? Acaso había conocido a mis padres, a mis abuelos? A mamá?... 

La imagen de su rostro invadió mi cabeza. Su pelo rubio cayendo a través de sus hombros y de su pecho, que nos dejaba a mi y a mi padre en ridículo con nuestro pelo y ojos color azabache. Ella y Charlotte eran como ángeles, bueno, Charlotte era más como un demonio. Pero mi madre... sus comidas, su olor. La forma en que dejaba la cama hecha, la manta doblada a los pies de esta, la alfombra siempre perfectamente colocada. Siempre había sentido gran fascinación por mamá, aunque no fuese mutuo. Yo en cambio recibía de ella bofetadas, gritos. Siempre discusiones con mamá, siempre soportar que me dijera que no era un niño normal, que estaba enfermo, que se odiaba a sí misma por traer semejante monstruo al mundo. No, mamá no me quería, pero yo la amaba. ''Porqué amamos a quién nos hace daño?...'' , una punzada se instaló de nuevo en mi pecho. 

No quería seguir recordando, no quería seguir viendo su rostro, porque entonces mi cabeza entraría de nuevo en un estado de bloqueo y todo se volvería peor que hasta ahora. Cordura, cordura, siempre busca el punto de cordura y corre hacia él, siempre que todo lo que te rodee sea negro, corre hacia el punto, por muy pequeño que sea, blanco. Esas fueron las últimas palabras de mi padre antes de morir, las últimas y las que de verdad me serían útiles.  

Volví a pensar en Shana, ella era mi punto blanco, mi sol. Quería estar cerca suya,más que quererlo, lo necesitaba, y no sabía cuánto tiempo sería capaz de esperar.

Todo era tan repetitivo, los mismos árboles día tras día, las piedras, el camino creado con mis propios pies de tanto ir y venir a buscarla, a perseguir tan solo su recuerdo. Estaba cansado, los pensamientos chocaban contra mi cabeza una y otra vez y parecían dejar secuelas que impedían dormir por la noche. Aquello me estaba satisfaciendo, o me estaba destruyendo? Sólo tenía una cosa clara y era que ahora ya no había vuelta atrás. Shana era mía, tenía que serlo.

Recorrí el camino de vuelta a casa, atravesé la verja con los pies más pesados que nunca, aún con dolor en el cuerpo. Subí los escalones y abrí la puerta para cerrarla detrás de mí recibiendo el olor de mi casa, o al menos lo más parecido a una casa que se podía tener. Deseaba tanto ver a Shana que quizás la cura para conseguir un orden en mi sien era no verla, aunque aquello me doliera. Sólo unos días...  podría fingir que no es mía, al menos, podría intentarlo...


  podría fingir que no es mía, al menos, podría intentarlo

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Luz y OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora