Capítulo 21

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ELIOT

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ELIOT


Lentos y pesados, así habían sido los días que llevaba aguantando a más no poder, enfurecido y angustiado, su ausencia y las ganas en mi interior me rasguñaban con más fuerza cada día. Parecía algo fuera de sí, como si no fuese yo quien estaba creando todas aquellas emociones tan sólo con mi mente. Cuando apareció en el lago, de forma diferente a la última vez, sabía que algo había cambiado, al igual que en mí. Pero era distinto, yo sólo estaba cansado, debilitado, ella no, era un cambio permanente, una huella en sus ojos que dejaba ver claramente cómo algo en su interior se había destruido. Yo lo sabía, e iba a averiguar que era. De todas formas no ejercería presión, ni siquiera un interés compulsivo, era decisión de ella y confiaba en mi nuevo comportamiento, tanto como para creer que sí me lo iba a decir sin mentirme, aunque finalmente no fuese así...

La rabia subió por mi garganta de forma espesa, parecía que una chica cualquiera, que por supuesto no lo era, se estaba riendo en mis narices. Había hecho que todo se desestabilizara con su maldita aparición. Previo a perder las riendas me levanté para irme, necesitaba tiempo, ambos lo necesitábamos, o eso creí...

La vi gritar y llorar, la vi romperse ante mis ojos y no supe que hacer. Yo no era como esas personas empáticas que podían apoyar a los demás, que sentían necesidad de ayudar. No entendía de otras emociones que no fueran las mías, egoístas, extremistas, inaceptables para el resto del mundo. Pero ese día supe que aquello no terminaría bien, al menos para mí, porque en el mismo momento en que la tuve destrozada ante mis ojos sentí miedo, sentí que debía protegerla y también sentí que había bajado la guardia y que aquella chica era diferente, y no a mí, sino a los demás. Algo la había traído a mí, acaso sólo podía ser casualidad?

La única explicación que le di era la maldita verdad, que no quería hacerle daño, ni con palabras ni con ningún acto. En su interior pude percibir como rasgaba algo, algo frágil que no debía tocar, pero como siempre terminé dañando. Se formó un silencio enorme, me desviaba la mirada, como si le diera vergüenza que la viera allí, débil. Con las piernas temblando se fué. No quería dejarla sola, sabía de qué era capaz y aun no me había contado nada de lo que realmente sucedía con ella. No conocía la verdad, no conocía de qué huía, no conocía el motivo por el cual su mirada ahora era fría y triste, más que antes. Le grité que esperara pero ni siquiera sus pasos cambiaron cuando escuchó mi voz, caminaba perdida y cansada a través de los árboles.

-Shana!! Escúchame, te voy a ayudar!.- Nada, nada servía para hacer siquiera que me mirara, así que corrí y la sujeté por el brazo. Su mirada se dirigió hacia mí, desafiante, pronunciando una sola palabra; ''Suéltame''.

Un día soleado su melena rubia, esa tan particular que cuando se reflejaba el sol en ella parecía color plata, apareció en medio del bosque más triste y solitario del mundo y para mí se convirtió en el sol que nunca hubo en mi vida, en la pieza del puzzle, esa que aunque falten muchas más, ya sabes que te queda poco para terminarlo y te entran ganas de tirarte hasta cinco horas más ahí. Shana era como esa sensación, o como la de ver el cielo reflejado en el lago, o bañarme en él cuando hace mucho calor. Algo que me asustaba, que ni siquiera quería pensarlo porque sabía que darle tanta importancia a alguien significaba quererlo, o amarlo, quizás yo la quería... 

Su voz, sus ojos y la forma en que se soltó de mi agarre de un solo tirón en seco, me dio a entender que no era la misma. Pero, qué acababa de pasar? Si hacía menos de diez minutos lloraba entre mis brazos... 


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Luz y OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora