Capítulo 22

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SHANA

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SHANA

Rendida. Entre los brazos de Eliot, de la misma persona que días atrás ni siquiera quería tener delante. Había dejado que todo el peso que mi padre había ido colocando sobre mi espalda me hundiera, cuando estaba tratando de quitarlo poco a poco. Todo se había juntado, el chico del sótano, el jefe, Eliot, mi padre, mi verdadero padre. Todo se estaba convirtiendo en un nudo del que no podía escapar, un nudo que seguía ahí, cada vez que volvía a despertar más prieto, ahogándome.

Era todo tan pesado y cansino que ya no quería tan siquiera sentirme triste. Por mucho que intentaba pensar en otra cosa no podía sacarme de la cabeza que debía volver al instituto, sólo unas horas me separaban de volver a verle la cara a aquel hombre. A quien podía hundirme en el momento en el que él lo quisiera.

Volví a casa después de todo lo ocurrido, ya había sido suficiente, preparé la cena y no pronuncié ni una palabra en todo lo que transcurrió de noche. Puse la alarma para la misma hora que la última vez que me habían hecho levantarme para asistir allí y me tapé con las sábanas hasta que me quedé sin aire y tuve que volver a salir.

A las 6:30 AM ya estaba duchada, vestida y maquillada de forma que no se me reconociera mucho. Nada abundante tampoco, para no llamar la atención. De ropa escogí unos vaqueros con un jersey y unas botas negras, además del abrigo.

Subí a la furgoneta con la misma expresión que se había fijado en mi cara la tarde anterior y pasé todo el camino escuchando palabras del jefe y mirando el día nublado que se iba a quedar. Puse todos mis esfuerzos en pensar en el futuro, pero seguía pesando demasiado todo lo que me encadenaba al pasado.

Bajé de la furgoneta y sólo me despedí, asintiendo con la cabeza para que el jefe supiese que lo había entendido todo; ''No saldrá tan mal'', ''Con el tiempo te acostumbrarás'', ''Procura no hablar con quién te cause malestar'', ''No vuelvas a huir así, en caso de que quieras escapar de ahí, llámame, nos pones en peligro tanto a ti como a mí''.

Bla bla bla, las mismas palabras de siempre, esperanzadoras, precavidas, repetitivas.

A estas alturas sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Avancé hasta la entrada del instituto y aspiré todo el aire que fui capaz para mantener mi pulso relajado. Entré por la puerta principal volviendo a examinarlo todo como el primer día, me dirigí a mi aula para no tener que abrirme espacio minutos después entre la multitud de chicos y chicas, recibiendo miradas que ahora mismo sólo me producían asco.

Casualmente la puerta estaba abierta, así que entré y busqué el mismo sitio apartado que me había asignado a mí misma. Coloqué mis cosas y miré por la ventana. Ya empezaban a caer las primeras gotas del día.

El timbre sonó estridente y los murmullos y pasos comenzaron a llenar los pasillos. Esperé a que apareciera de nuevo el profesor, el cual no podía ver como mi padre, sino como un desconocido que podría haber estado en cualquier otra parte del mundo, y no justo en esa. Mi corazón se aceleraba cada vez que escuchaba a alguien acercarse,  cuando una persona atravesaba la puerta, esos segundos justo antes de que puedas verle hacían que dejara de respirar inconscientemente, creando un estado de nerviosismo extremo dentro de mí.

Luz y OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora