Veo mi vestido de color verde que se me enmarca al cuerpo como un guante, mi cabello corto peinado en bucles aún en contra de mi voluntad, guantes blancos que destacan mis dedos delicados, me sigo contemplando y no me reconozco, esta Ana María no me gusta.
—¿Ana? —limpió la lágrima que amenaza con salir de mis ojos y volteó a ver a mi hermana con su pancita de dos meses, que era penas un pequeño bache, tenía una mueca tensa y una mirada de tristeza que hasta podía verme reflejada en ella.
No pude resistirlo más y me lance a sus brazos, nunca habíamos tenido ese tipo de acercamiento, al menos no desde que éramos niñas, y ahora realmente necesitaba de su consuelo.
—¿Cómo has podido soportado Juli? ¿Qué tengo que hacer para que padre y madre me dejen ser feliz con el hombre que amo?
Ella me acarició la cabeza como cuando me ponía a llorar por no haber conseguido la muñeca que quería.
—No lo se, preciosa, yo tuve la suerte de encontrarme con Alexander, no llores, yo se que quieres estar junto a Vicente, pero papá y mamá hacen lo mejor para ti, Vicente no...
—¡A mi no me importa! Sabes que nunca he sido materialista, prefiero pasar penurias a casarme con Rodrigo Salvatore.
—Eso no lo sabes Ana María —me regaño—Nunca has vivido en condiciones precarias, siempre te han dado, corrijo, siempre nos han dado todo lo que hemos pedido, no conocemos la verdadera cara de la pobreza.
Quería pegarle ¿acaso a ella le importo cuando hizo lo que hizo con Alexander? Al parecer vio mi semblante ya que suspiró:
—Entiendo que es raro que yo te lo diga, después de como he sido toda mi vida y lo que he provocado por mi egoísmo, pero hermana ¡por eso mismo te lo digo! No quiero que termines en una situación en la ni el abuelo te pueda sacar.
—¡No hay peor situación que está Juliette! —ya no me molesto en ocultar mi odio por todo lo que estoy pasando ¡ella más que nadie debería entenderme! Pero parece ser que ser la "perfecta esposa" del capitán Salvatore se le ha subido a la cabeza— ¡Y todo es por tu culpa!
Ya, se que me he pasado, pero en mi defensa si ella no se hubiera casado de la forma en la que lo hizo, quizá mis padres me hubieran dejado más tiempo en mi cuento de hadas con Vicente.
Veo como suspira.
—De nuevo lo siento, Ana, no sabes cuando daría por ahorrarte este sufrimiento, por favor cuando estés lista baja, la familia Salvatore no tardará en llegar, bueno al menos una parte de ella.
Algo que me hacía saltar de felicidad era que, a diferencia de la desastrosa cena que tuvieron Alex y Juliette, la mía con el maldito capullo de Rodrigo sólo estarían mis padres, los de él y nuestros hermanos, mi abuelo quiso venir, pero la abuela Maria enfermo y no quiso despegarse de su lado, en ese momento me sentí contrariada, por un lado estaba preocupada por mi abuelita con la que compartía nombre y miles de historias juntas, pero por otro lado, anhelaba con fervor que por ello padre cancelara todo este circo.
Y hubiera sido posible de no ser porque mi "querido abuelo" dijo que no era nada grave y que esto era algo que no se podia posponer, a veces creo que solo tiene ojos para lo que hace su "querida Juliette".
Si, me siento triste por eso, papá siempre estuvo al pendiente de William, mamá es un punto neutro, ella tiene amor para todos y el abuelo solo tiene ojos para su descarriada nieta.
¡Pues ahora yo soy la descarriada! Es justo que me ayude.
Estaba maldiciendo mi suerte y a toda mi familia cuando volvieron a tocar la puerta.
—¡Dije que ya voy! —grité en caso de que fuera Juliette otra vez o una sirvienta, para mi sorpresa no era así— Vicente...
Estaba más arreglado que de costumbre, ya que siempre lo veía con su uniforme de la fábrica donde, a mi punto de vista, le pagaban un misero salario a comparación de todo lo que se tenía que matar armando un maldito automóvil, aunque ya que esto es inapropiado es mejor que les cuente como conocí al amor de mi vida.
Desde siempre, o al menos desde que tuvimos edad para poder valorar el trabajo duro, Juliette jamás se vio interesada en la empresa familiar, por lo menos en los puestos más bajos, ella siempre iba a lo más alto y por eso en vez de ayudar contestando llamadas prefería ir a reuniones con su maestra, Clara Campoamor.
Pero ese no es el punto, sino las consecuencias que trajo, a padre y madre no parecían importarles las "actividades" de mi hermana mientras una de sus hijas estuviera en la buena vereda para acallar a la sociedad, es decir yo.
Yo no podía negarme, quería ser reconocida, quería que vieran que era una buena hija, que podían contar conmigo y fue así como acepté trabajar de telefonista a lado de mi madre, Julia.
Era tedioso y llegue a odiar mi trabajo, yo no tenía la experiencia para pasar llamadas de un lugar a otro, aparte de que se murmuraba que yo era una enchufada por ser hija del dueño, pensé en dejarlo todo hasta que un día sucedió.
Ese día yo iba tarde, mi madre se había ido a una junta y confiando en mi, no me despertó ¿resultado? Corría por medio Madrid tratando de llegar a tiempo a mi puesto de trabajo, antes de que alguien se diera cuenta.
Era tal mi apuro que no me fije que casi era atropellada por un auto, fue ahí donde lo conocí, a mi querido salvador: Vicente.
—Estas muy bella Ana —salí de mis recuerdos para sonreírle y besarlo— Lamento no estar a la altura.
Lo vi con ternura.
—Tu siempre estás a la altura —lo beso en la comisura de sus labios, no puedo evitarlo, con él me siento como una niña que se sonroja todo el tiempo.
—Ana... —las palabras de Vicente quedaron sofocadas por unos toques en la puerta que los paralizaron por completo.
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Amor y Deber #LatinoAwards2020
ChickLitSegundo libro de la saga amores. Ana María y Rodrigo han vivido siempre a la sombra de sus hermanos mayores, los chicos perfectos... hasta este momento. Para su desgracia, el único error que sus hermanos cometieron los ha condenado para siempre. ¿Po...