Había pasado un mes, un maldito mes desde aquella cachetada y yo simplemente no podía olvidarlo, el recuerdo seguía fresco como si hubiera sido ayer. Desde ese día ni madre ni yo habíamos hablado y dudo que eso fuera a cambiar de buenas a primeras, era consiente de que tanto padre como Juliette intuían que algo pasaba entre nosotras, pero preferían no intervenir cosa que agradecía enormemente.
Escuchó unos toques en mi puerta que me hacen dar un respingo, todavía es muy temprano para que alguien del servicio venga a interrumpir mi sueño reparador, que en estos últimos días de reparador no tiene nada.
—Adelante —digo con la voz más amable que puedo fingir, aunque para mi sorpresa no es ninguna chica del servicio, es Juliette—. ¿Qué haces tan temprano aquí? ¿Alexander se ha hartado de ti? —Se que no es muy correcto hablar de eso con ella, pero no puedo evitar sentir celos, mi hermana siempre se ha salido con la suya.
—No vengo a pelear Anita —Encarne una ceja al oír el apodo que ella me puso de niña— De acuerdo, Ana, he venido porque madre me lo ha pedido, me ha dicho que se han peleado.
—¿Eso te dijo? —Mi voz era ácida, quería terminar con esta estupidez de una vez— Eso ya lo sabias hermana ¿A qué has venido?
Juliette suspiro como si el darme esta noticia fuera de vida o muerte.
—Mañana tienes una cita en un restaurante de lujo con Rodrigo —Lo dijo rápido, pero capte el mensaje y lo único que pude hacer fue agarrar a mi hermana del brazo y sacarla de mi habitación para después cerrar con seguro la puerta.
—¡Ana María! ¡Abre!
—¡Vete al demonio! ¡Tú y esos malditos que se supone me han dado la vida!
No escuche nada más, me tire al suelo mientras dejaba que miles de lágrimas rodaran por mis mejillas, estaba harta, harta que decidieran por mi y por primera vez consideré el plan de Valentina.
Era hora de tomar las riendas de mi vida.
(...)
Baje con ligereza las escaleras para dirigirme hacia el despacho de mi padre, era por la tarde así que madre debería estar ahí, toque con cuidado y cuando me indicaron que podía pasar, asomé mi cabeza.
Ella se sorprendió al verme, pero me hizo un gesto para que me decidiera a pasar.
—¿Qué puedo hacer por ti, cariño? —Su presencia es muy imponente, a pesar de era una madre cariñosa, su mirada era la de una mujer a la que la vida le había dado muchos golpes.
—Quería disculparme por mi comportamiento —Me sentía mal por mentirle, pero necesitaba que me creyera—, se que padre y tú hacen lo mejor para mi e iré a esa cena con la mejor disposición.
Ella me sonrió y se levantó a abrazarme.
—Yo se que puede ser difícil, pero verás que con el tiempo todo irá mejor.
Si, todo irá mejor, al menos para mi. Lo siento madre.
(...)
Después de haber interpretado mi papel de la mejor forma, me fui a mi cuarto donde Juliette estaba esperando.
—¿No tienes un marido al cual atender? Últimamente te veo mucho por aquí —No es mi intención correr a mi hermana, solo señaló lo obvio, es decir, tanto que se peleo para salir del yugo familiar y ahora la veo más que antes, siento que la vida de casada la cambio.
—Quiero ayudarte Ana y lo sabes, Alexander está ayudando a Rodrigo.
—No necesitamos ayuda Juli, mucho menos de ustedes ¿o quieres que te recuerde todo lo qué pasó?
Veo cómo ella bufa y hace un puchero.
—Vale —alza las manos en señal de rendición— ¿sabes que te vas a poner para la cita con Rodrigo?
—¿Importa? Igual no es que lo quiera impresionar.
—¡Ana! —me reprocha y comienza a hurgar en mi armario— Tienes que demostrar lo mucho que vales, así se lo pensará dos veces antes de engañarte.
Sus palabras no me hacían sentir mejor ¿cómo estaba completamente segura de que Rodrigo me seria infiel? ¿Sabe algo que yo ignoro? No quise responder nada y solo me acerqué a donde estaba ella tirando todo lo que no le gustaba de mi armario.
—Opinó que el azul te favorece —asiente mientras me pasa un vestido de dicho color.
—Eso has dicho con los últimos cuatro vestidos, Juliette —suspiró cansada— ¿Cómo te has sentido? —trate de distraerla preguntándole por su embarazo.
—Bien, Alex sigue muy al pendiente —suspira.
—No es para menos —La regañe—, las que le hiciste pasar al pobre.
—¿Me lo van a recordar toda la vida?
—Al menos yo si, tu marido no se, no debería perdonarte.
Toque una fibra sensible, lo se y no me arrepiento, Juliette hizo una estupidez al confiar en papá y el abuelo. Recordar ese incidente me hace pensar en algo más.
—¿Te has comunicado con Cassandra? Mamá y yo nos turnamos para cuidar de Roy, pero se nota que extraña el calor de su madre.
Adoro a ese niño desde que llego a casa en brazos de papá, no se si es porque igualmente tengo debilidad por los pequeñines o por su desafortunada situación, es decir, su madre es prófuga de la justicia en España y su padre está hundido en su propia mierda, de manera literal.
Juliette me vio con tristeza.
—Nada desde que la ayudaron a cruzar la frontera, no se si llegó bien o si está en problemas y por mi embarazo no puedo hacer nada, nunca me había sentido más impotente, Anita.
—Confiemos en Cass ¿Vale? Cuándo Rodrigo y yo la llevamos a la frontera con Francia, vimos que cruzó sin problema, al parecer las comunicaciones todavía no son tan efectivas, aunque está mal que yo lo diga —reí por mi propio chiste, pero mi hermana no— También puede ser que el abuelo de tu esposo no tenga tanta influencia como aparenta.
Vi como se mordía el labio.
—De acuerdo, mejor centrémonos en lo que usarás mañana para la cita ¡debes de ir despampanante!
Asentí, de todos modos una cita no cambiaría ni mis planes ni los de Roy.
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Amor y Deber #LatinoAwards2020
ChickLitSegundo libro de la saga amores. Ana María y Rodrigo han vivido siempre a la sombra de sus hermanos mayores, los chicos perfectos... hasta este momento. Para su desgracia, el único error que sus hermanos cometieron los ha condenado para siempre. ¿Po...