Nunca había hecho algo como esto ¡me siento la peor de las hijas! Pero solo de escuchar el discurso hipócrita de Damián Salvatore hizo que mi sangre hirviera a niveles insospechados ¿Acaso pretende que todo lo qué pasó mi hermana se borre de plumazo? ¡Casi pierde a su hijo! Y Cassandra tuvo que irse por la culpa del abuelo de Rodrigo, por ser un estupido misógino.
Salí de casa aun vestida con ese largo y estorboso vestido verde, no tenía ni idea de a donde ir o que hacer, me sentía perdida y para colmo unas pequeñas gotas comenzaron a caer en mi cabello, parece que el cielo esta acorde con mi estado de ánimo o quiere joderme más la noche, realmente no lo se.
Sigo caminando sin rumbo cuando me encuentro con mi prima, a la única que considero mi prima, Valentina, tiene la edad de Juliette y por lo que veo está igual o peor de perdida que yo.
—¿Tina? —Me acerco con cautela y toco su hombro, esta sentada en una banca dejando que el sereno la moje así como a mi— ¿Estas bien?
Nunca he sido alguien cariñoso o que empatice con los demás, supongo que es parte de mi educación, pero cuando estoy cerca de Valentina no puedo evitar sentir...pena.
¡Ya! Se que es lo que menos debo de sentir, pero ¿Cómo no hacerlo con todo lo que han pasado ella y su madre?
Para empezar, debo decir que mi tío Marcos es un cretino y no solo lo digo yo, entonces no se en que momento la señora Carolina pudo haberse enamorado de él, ya que con Victoria me queda claro que de lo que se enamoro fue de sus muchos millones en el banco.
Entiendo en parte que no sea feliz con Victoria, nadie lo sería, pero ¿por qué arrastrar a dos personas inocentes a semejante...lodazal?
Valentina voltea a verme y por un minuto pienso que me mandará muy lejos, veo como sonríe con irónica y me contesta:
—¿De dónde has salido? ¿Me he perdido alguna fiesta de los León? Espera...¡nunca me invitan! —Se notaba muy molesta y no podía culparla.
—Tienes suerte de que no se te requiera en esos circos —Me siento a su lado— Todo es hipocresía.
—Tardaste mucho en darte cuenta ¿no salió bien la cena de compromiso con los Salvatore?
—¿Y tú cómo sabes eso? —Vi como se mordió los labios, creo que lo hace para no reírse de mi.
—Toda la socialite de España sabe sobre el compromiso de Ana María León con Rodrigo Salvatore, aunque...
—¿Aunque?
—Los rumores también dicen que se van a casar para poder adoptar al hijo bastardo de Massimo.
La interrumpo con furia.
—¡Roy no es ningún bastardo!
—Baja la voz —Ve hacia todos lados, como asegurándose de que nadie nos haya oído— ¿Te parece ir a mi casa? Estas gotas están comenzando a ser molestas.
Asentí, era más que claro que no me iba a decir lo que la atormentaba a mitad del parque con la lluvia mojándonos por completo.
Caminábamos en silencio hacia la pequeña casa que mi tío Marcos había comprado para la señora Carolina y Valentina, aunque en parte supongo que fue por la presión que el abuelo puso en él, porque de no ser así, lo más probable es qué hubieran quedado en la calle.
—¿Mamá? —Valentina me dio el paso a su casa— Ya llegue.
Una mujer de cuarenta años más o menos con el rostro un poco demacrado, pero con una sonrisa, se nos acercó.
—Bienvenida...¡Oh! No esperaba visitas ¿Cómo estás, Ana María? —Me sentía avergonzada por mi vestimenta extravagante, pero ella no le dio importancia.
—Muy bien, tía ¿Y usted? —Se mostró sorprendida, creo que no esperaba que la llamara de ese modo, pero sonrió.
—Un poco cansada ¿Gustan té? —tanto Valentina como yo negamos y mi prima le indicó a su madre que estaríamos en el cuarto.
—Lo primero: Quítate eso que traes puesto, pareces un maniquí —Nomas al entrar al cuarto me tendió un pijama para estar más cómoda.
—¿Gracias? Ahora que estamos en tu casa ¿me dirás qué hacías en el parque mojándote como si fueras planta?
—Eso no tiene interés, lo importante ahora es ¿Cómo fue que llegaste tú ahí? ¿La cena no salió como esperabas?
—La cena fue un fiasco y me gustaría no hablar de eso.
—Entonces ¿De qué quieres hablar? No voy a contarte mis secretos, al menos no por ahora.
Me dejó caer en la cama.
—¿Por qué nos odias? —preguntó tomándola por sorpresa.
—¿A quién?
—Sabes a lo que me refiero, a Juliette y a mi.
Ríe mientras niega.
—No las odio, pero...—puedo ver una mueca de tristeza en su rostro— Siento que no aprovechan todo lo que les da la vida.
—Mira que con mucho gusto te doy mi vida.
—No Ana, yo no te deseo mi vida, no se la deseo a nadie —susurro, a veces no la entiendo, pero estamos bien y es la primera vez que hablamos tan cómodamente, no quiero arruinarlo.
—Entonces ¿qué hago?
—¿Resignarte? No lo sé Ana María, lo que hagas será decisión tuya, no de tus padres ni de tu hermana, si vas mandar todo por la borda hazlo por algo que tú deseas ¿o crees que no me he dado cuenta de que tienes algo con uno de los chicos de la fábrica?
Siento mi cara enrojecer.
—¡¿Cómo sabes eso?! ¿Alguien más lo sabe?
Niega mientras me sostiene de los hombros.
—Tranquilízate, yo lo sé porque la fábrica queda cerca de aquí y porque suelo ser observadora, eso si —clavo sus ojos oscuros en mi— Deberías tener más cuidado, por él más que nada ¿Quién es por cierto? No se me hace conocido.
Muerdo mis labios, estoy a punto de contarle a mi prima detalles sobre mi que ni siquiera mi hermana conoces ¿y lo peor? Qué no me importa.
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Amor y Deber #LatinoAwards2020
Chick-LitSegundo libro de la saga amores. Ana María y Rodrigo han vivido siempre a la sombra de sus hermanos mayores, los chicos perfectos... hasta este momento. Para su desgracia, el único error que sus hermanos cometieron los ha condenado para siempre. ¿Po...