Capitulo 4: La nueva oveja negra

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Me siento especialmente malévolo, tanto que casi me suelto a reír al cruzar la puerta, pero se que se vería mal, así que me contengo

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Me siento especialmente malévolo, tanto que casi me suelto a reír al cruzar la puerta, pero se que se vería mal, así que me contengo. Ver la cara desencajada de la chica León sin duda hace que todo esto valga la pena, todavía no olvido lo mucho que me atormento cuando íbamos a ayudar a Massimo con el problema que tenía.

Me detengo a pensar en Massimo un momento ¿Por qué se involucró con esa...pérdida? Esa mujer sin honor ni sentido de la responsabilidad, admito que el castigo que le iba a imponer mi abuelo era demasiado, pero supongo que por algo se lo merecía, yo no estaba tan de acuerdo en ayudarla, pero Ana María no me dio opción, quizá una parte de mi quiso ayudarla porque sabía que eso era rebelarme ante mi familia y esa sola idea me excitaba como nunca antes ninguna puta lo había hecho.

Creo que siempre voy a estar dividido entre el deber para con mi familia y lo que realmente quiero, aunque si hay algo que siempre voy a respetar y por lo único por lo que no he huido hacia la otra punta del país, es por mi nana, por ella y por nadie más.

No puedo seguir en mis pensamientos, ya que mi padre, hermano y yo, vemos el auto de Francisco León estacionándose en la acera, vemos que es él mismo quien conduce, algo raro para alguien de tan alto estatus, pero no es algo que importe la verdad.

Baja del auto y al vernos saluda con mucho afecto a mi padre y hermano, a mi con más reservas, lo entiendo, soy el que se llevará a su hija menor y no me conoce de nada, salvo de todo lo bueno y maravilloso que parece decir mi familia de mi.

—Rodrigo —Asiento a su saludo—Lamento el retraso, con los nuevos trabajadores e inversionistas y sin mi padre al mando, hay más cosas y menos tiempo —Ríe y todos lo imitan, yo no veo el chiste ¿qué puede tener de gracioso llenarse de trabajo? Aun así decido fingir, lo que menos quiero es un ambiente pesado en la cena, al menos, por causa mía.

Todavía recuerdo la dichosa cena que se hizo en honor de Juliette y Alexander, esa si que fue una cena hostil, la cachetada que le dio Francisco a su hija mayor estuvo mejor que la novela que ve mi madre a las seis.

Espero que en esta cena, al no haber tanto por lo que jugarse ni tanta tensión no acabe en cachetadas, matrimonios a escondidas o algo peor.

—¿Qué tal si pasamos? Julia debe estar queriéndome matar, con lo especial que es para la puntualidad —Lo seguimos cual mansos corderos al matadero, aunque creo que soy el único que va de esa manera, papá y Alex van felices de la vida ¡ja! Como no son ellos los que están atrapados en semejante situación.

No se porque me sentí sofocado al entrar, tanto que tuve que quitarme mi saco para quedarme en la camisa verde que mi madre me había obligado a usar para no desentonar con Ana María, todavía recuerdo sus palabras:

"¡Un hombre siempre debe de ir en sintonía con su mujer!"

Por eso papá traía una camisa azul oscuro, el señor Francisco una color vino y mi hermano una color rosa claro, me parece una ridiculez, pero no voy a decir eso en voz alta, quiero conocer a mis descendientes, aunque dudo que pase si me caso con Ana María, aunque quizá tener un hijo bastardo por ahí no sea tan malo...¡¿En que estoy pensando?! Dios espero que nana jamás se entere de esto.

—¡Rodrigo! —mi madre me zarandea sin disimulo y yo volteo a verla molesto— No me mires así, llevamos diez minutos tratando de que pases al comedor, tú prometida ya entro y ni te dignaste a darle una sonrisa —Mamá iba a seguir con su regaño, pero la ignoré para entrar al comedor, en cuanto vi la distribución quise largarme, pero sabía que no sería posible.

Como siempre los hombres están en las cabeceras, a su lado sus esposas, de un lado estábamos Alexander y yo, y del otro Ana María y Juliette ¡y oh sorpresa! Justo nos pusieron de manera que Ana y yo quedáramos de frente, que incomodo.

—¡Bueno! Debo decir, Damián que es un honor que nuestras familias estén juntas por tan maravillosos matrimonios, primero el de nuestros primogénitos y ahora el de nuestros hijos menores ¡A la salud de los novios! —Observe de reojo a Ana María y sentí pena ajena por ella, por lo menos mi padre no haría algo así, me retracto, ya lo vi levantarse para uno de sus típicos brindis.

—Gracias por tu amabilidad Francisco, tus hijas siempre serán bienvenidas en la familia y los nietos que vendrán también ¿No es así? ¿Alex? ¿Rodrigo?

Alexander asiente con una mueca tensa, creo que todavía no se le olvida del todo por lo que su esposa ha pasado por culpa de nuestra familia.

—¡Basta! —parece que la única que no piensa callarse es mi "prometida"— ¡¿Acaso no tiene vergüenza?! ¡Su padre casi mata a mi hermana por ser un misógino de lo peor! ¡Querían divorciarla de Alexander mientras se pudría en una celda bajo la comisaría!

—Ana María, querida —vi como su madre la tomaba del brazo, quizá de una forma muy ruda— Eso ya quedó atrás y ahora debemos concentrarnos en el futuro.

—¡Futuro mis huevos! —todos nos quedamos sorprendidos, menos Juliette que parecía que iba a reírse, pero supongo que por prudencia no lo hacia—. No me voy a casar con este...soldado de quinta ¡no me importa el rango que tenga o a quien se la chupe! —¿Y Juliette era la oveja negra? Parece que alguien quiere quitarle el trono.

No le importo ser grosera y se retiró con naturalidad ¡tenemos una nueva oveja negra, señores!

Amor y Deber #LatinoAwards2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora