Prólogo

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El teniente Chiba de treinta y un años, estaba parado frente a la puerta de un prestigioso colegio.
Esperaba a su pequeña niña, de tan sólo seis años, para llevarla a casa.

En su trabajo estaba preparado para ver lo peor de las personas, pero nada lo había preparado, para el día en que la conoció.

Dos años atrás, perseguía a un fugitivo por las calles de la gran ciudad en la que vivía.
Después de largos minutos corriendo tras él, lo perdió de vista en un gran descampado, no lo volvió a ver.

Su búsqueda tuvo que terminar, pero cuando regresaba a la seccional donde trabajaba, diviso un pequeño bulto a lo lejos, su curiosidad lo llevo hacía el.

Era una hermosa pequeña, con el cabello rosa, peinada con dos moños, seguidos de dos pequeñas coletas, esos moños se asemejaban a orejas de conejo.

Estaba inconsciente tirada en el pasto, vestía con un hermoso vestido blanco, con ribetes dorados alrededor de su torso.

Estaba herida, pero aún respiraba, lo supo al acercarse rápidamente a tomar sus signos vitales, ese día odio más al mundo, de lo que ya lo odiaba.
Como era posible que alguien le hiciera daño, a una pequeña tan inocente.

A partir de ese momento, no pudo alejarla de su vida, ella conquistó su corazón, siempre sentía, que debía protegerla.

Le costó mucho adoptarla por ser un hombre soltero, también porque no había registro de ella en ningún lugar.
Los médicos terminaron por decirle, que tenía aproximadamente cuatro años, no hablaba y era un tanto violenta, pero no tenía heridas graves.

Aún así se encariño con ella, le tuvo gran paciencia y después de un año, comenzó a hablar.
La adoptó después de largas audiencias. Le puso por nombre Usagi, recordando esos moñitos con los que la encontró.
Y le dieron como fecha de cumpleaños, el treinta de junio.

Hoy es su adoración y también la causante de todos sus problemas.

_Hola pequeña dama, te ves hermosa hoy.

La niña subió al asiento trasero del coche, haciendo un puchero.

_No quiero conocer a tu novia.

El sonrió, eso siempre ocurría cada vez que tenía una relación. La niña espantaba a cuanta mujer se cruzará en su camino, desde el momento en que la conoció.
Cuando ni siquiera hablaba, mordía y ahora que podía hablar era un poco peor, era muy inteligente para su edad y siempre arruinaba cada cita de su papá.

_Sólo será un momento, iremos por un helado y ya verás que te agradara.

El auto marcho, ella volteó su cara al paisaje, aún furiosa con su padre.

_Yo quiero que te cases con mi mamá, es hermosa, la mujer ideal y ...

El interrumpió.

_Y una reina, lo sé, siempre me lo dices, pero nunca me dices quien es y donde está.

Ella lo miro triste muy triste.

_Es que no lo recuerdo.

Sus lágrimas aparecían, cada vez que esa conversación surgía.
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Y ella, ella caminaba recostándose a las paredes de ese lúgubre lugar.
Su cabello rubio, por debajo de la cintura, todo enmarañado.
Su mirada perdida, perdida en si misma.
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_Te lo dije papá, ella no era buena para ti.

El la arropó en su cama y beso su frente.

_Claro que no, quien no pueda soportar un helado dentro de su blusa, nunca será buena para mí.

Cada noche le decía la misma frase, antes de que se durmiera.

_Dulces sueños princesa.

Ella siempre respondía del mismo modo.

_Si papi, yo soy una princesa.

Dulces sueños princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora