Que esconde la Luna?

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Era una hermosa mañana, el sol brillaba en el firmamento, ninguna nube opacaba el azul del cielo.

La ciudad comenzaba a despertar y sus habitantes comenzaban sus rutinas diarias.

El viejo reloj despertador sonó en la mesita de noche de Mamoru Chiba.
Como todas las mañanas se sentó en su cama, la luz de los rayos del sol se colaban por su ventana, dejando vislumbrar, el torso perfectamente trabajado del teniente.

Se levantó y se dirigió a su armario color caoba, que hacía juego con su cama y el resto del mobiliario de la habitación.

Tomó una toalla y fue hasta el baño.

Desde que era teniente, siempre le gustó ser puntual, era el primero en llegar y el último en irse.
Gracias a su inteligencia y perseverancia estaba en ese puesto, a pesar de no tener tantos años de experiencia y es por eso que le gustaba colmar las expectativas de todos y no defraudar a nadie.

Tomo una ducha rápida y cuando salió de la regadera, paso su mano por el espejo, para desempañar el vidrio.
El atractivo rostro de facciones morenas y ojos azul añil se reflejó en el espejo. Mamoru tomó su máquina de afeitar, se rasuró, terminó de asearse. Peino su corto cabello negro azabache, con pulcritud y salió hacia su habitación para vestirse.

Se colocó un traje negro perfectamente planchado y se calzo unos zapatos de igual color especialmente lustrados.

Salió hacia la cocina para preparar el desayuno, el lugar era pequeño, decorado con placeres en color azul espectral, junto a la cocina una encimera en color blanco marfil y en el medio una isla del mismo color, con dos sillas altas, de color amarillo, donde desayunaba cada mañana con su niña.

La heladera hacia su ya clásico sonido estruendoso y más cuando la abría.
Tomo las cosas y cuando terminó de preparar todo, fue a la habitación de su niña para despertarla.

_Pequeña, es hora de levantarse, tienes que ir al colegio.

La niña dormía aparatosamente en su cama, había tirado al piso todos sus cobertores rosas estampados con conejitos.

Si algo sabía de ella era que le gustaban los animales, así que cuando la trajo a vivir con él, se preocupó en decorar su habitación en color rosa, pero con conejitos por cada rincón.

_Sólo un poco más, papi.

Se acurrucó en su cama, para seguir durmiendo.
Mamoru abrió las cortinas, para dejar entrar todo el sol de la mañana.
La niña apretó sus párpados y tapó su rostro con sus manos.

_Anda, ven, llegaremos tarde.

La tomo en sus brazos y la llevo hasta el baño, luego salió para preparar su mochila de conejito.

Cuando ya estuvo lista desayunaron, el su café, tostadas y ella su achocolatada, cereales y fruta.

_Naru aún no llega, llegaremos tarde, tendré que llevarte al colegio.

Ella sólo sonrió, había días así en los que no decía nada, días que lo dejaban triste, porque aún no podía llegar a ella y saber que le había pasado.

Media hora después una joven de ojos azules y cabello castaño ligeramente ondulado, que le llegaba por encima de los hombros entró al apartamento con su uniforme de mucama en colores blanco y negro.
Era una chica de estatura promedio, aunque no lo aparentaba, debido a que por su timidez andaba siempre cabizbaja.

_Naru, porque llegas tarde?

La joven mujer lo miro nerviosa, temiendo la reprensión de Mamoru.

Dulces sueños princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora