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Dimos la vuelta en el estacionamiento abandonado. El camión traqueteó en el pavimento. Mientras miraba aquel entorno desolado, mis ojos captaron el infame Mercedes negro casi oculto al otro lado de la tienda.

Todo lo que podía ver era la parte delantera del parachoques y del capó. Harry llevó el camión hasta una señal de stop, y apagó el motor.

—Oh Dios, creo que voy a vomitar —murmuré.

Harry me dedicó una enorme sonrisa.

—Todo va a salir bien. Ya lo verás. —Quería creerle. Terrance, el más alto de los dos secuaces, dio un paso fuera del Mercedes—. Creo que ya estamos todos —dijo Harry, abriendo la puerta.

Con las palmas sudorosas, deslicé mis temblorosas manos en la manilla de la puerta. Tuve que intentarlo dos veces antes de ser capaz de mantenerla abierta. Mis también temblorosas piernas apenas me sostuvieron cuando me bajé de un salto. Harry me esperaba al frente del camión.

Deslizó sus igualmente sudorosas palmas en las mías y me llevó al otro lado, donde se encontraba Terrance.

—Me alegro que llegaran a tiempo. El Sr. Jensen aprecia su puntualidad —dijo.

—¿Y dónde está Jensen? —preguntó Harry.

—Está en el punto de encuentro con el Sr. Montgomery.

— ¿Punto de encuentro? —repetí.

—El intercambio no será aquí —le eché una mirada a Harry.

—Entonces, ¿dónde va a ser?

—Ya lo averiguaran. Primero, necesito que los dos entren en la parte trasera.

En ese momento, un hombre que nunca antes había visto se bajó del asiento del copiloto del Mercedes. Con su alta estatura y enormes músculos, él tenía que ser el portero-gorila-del equipo. Se movió atropelladamente hacia nosotros. Lo que llevaba en las manos me hizo lanzar un grito apagado. Vendas y sogas. Harry siguió mi mirada. Su cuerpo se tensó antes de volverse con furia hacia Terrance.

—¡No me jodas! Nadie dijo nada sobre vendarnos los ojos o atarnos.

—Lo siento, pero Jensen insistió. Es tanto para su protección como para la suya. Los meteremos en el auto antes de que tengan que ponérselas. Pero primero, me temo que tenemos que registrarlos. —Me sonrió—. Las damas primero.

Cuando no me moví, Harry apretó mi mano tranquilizadoramente. Él había previsto todo esto, pero no el resto.

Ahora que lo tenía justo delante, la idea de ser registrada no solo me asustaba, también me aterrorizaba. Terrance me tiró del brazo, alejándome de Harry.

Grité mientras me empujaba contra el muro de ladrillos de delante, forzando mis brazos encima de mi cabeza. Pasó sus manos por mi aun húmedo cabello, apartándome el pelo del cuello con sus ásperos dedos.

—¿E-Es esto realmente n-necesario? —pregunté.

—Me temo que sí. Hay órdenes estrictas de no portar armas ni dispositivos de comunicación —respondió, deslizando sus manos a los lados de mi cuerpo.

Cuando llegó a mi abdomen, aguanté la respiración, esperando y rezando para que no fuera más arriba y descubriera el teléfono en mi sujetador.

Finalmente, bajó su mano hacia mi cintura. Sentí vergüenza cuando metió sus dedos dentro del cinturón de mis jeans antes de revisar mis bolsillos.

Miré sobre mi hombro hacia Harry. Tenía los puños apretados a los lados, y sabía que estaba luchando para no retorcerle el pescuezo a Terrance.

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