Entry 5

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Guardé la última carta que pensé recibir de aquella pequeña.

Cerré la caja decorada que ella me había hecho a sus 3 años.

-¡Sebastian! -

Aquel era mi nuevo amo, le había dicho cómo me habían puesto, cuando ella venga aquí, necesitaré que el Señor Máximo me reconozca así.
Claramente, no dejaría que la Señorita Elizabeth se la quede por un segundo más, esa desgraciada mujer. Daba gracias porque le daba de comer, o bueno, el mayordomo de allí le daba de comer.

-¿My Lord? - sonrió -

-cuando podré conocer a la chica que vuelve loco a mi demonio - una media sonrisa pasó por mi cara -

-En 6 años - bufó -

-No estaré aquí tanto tiempo - me encogí de hombros -

-Puede que sí, mi señor - se paró en la silla y luego a la mesa -

-¡wohoo! ¡6 años más! Conseguiré un novio - se mordió el labio - con un trasero... -

-Desearía que oculte su emoción y sus deseos impropios - negó y dio una vuelta en el aire al saltar-

Mi Señor, llamado Máximo Cunningham, es un exitoso actor, escritor, director, periodista y acróbata.

Se encarga de una de las mejores revistas y periódicos que pueden ofrecerse al mercado en Londres y Asia en general, también, llega a cumplir su deber, editando los textos a otro idioma.

Por el contrario, también es acróbata de Circo, realizó y realiza algunas y muchas funciones, aunque por esto mismo fue que lo raptaron.
Es uno de los amos más valerosos, divertidos y sonrientes que he tenido, y me gustaría que mi niña lo conociera.

Aunque el señor tendría poco más de 19 o... Creo que tendría 18 cuando la señorita cumpla sus 16.

Más tarde, omiti su carta y fui a su casa, las ventanas estaban sin sus cortinas, la miraba, estaba leyendo un libro en la sala, cuando la señora Elizabeth la toma de la oreja y la empuja hacia las escaleras, le grita que se vaya a su cuarto y simplemente ella le asiente, le dice que tiene que irse a clases en una hora y se va con la queja del Señor Godrik.

Ella sube las escaleras y se tira a la cama, comienza a llorar.

-No llore, Señorita Bonnie - susurré, sin embargo, ella no me escucha.

Al día siguiente vuelvo a ir, mi señor es mucho más independiente de lo que querría, pero eso me deja más tranquilo y con más libertad para verla mejor.

Se ríe escribiendo en el patio de la mansión, tenía un tierno vestido que le dejé la semana pasada en su closet, era celeste con algunas rayas blancas y corazones negros como puntos, su sonrisa era hermosa aún, pero lo que más me captó la atención, no fue que hiciera frío y no llevase consigo nada, si no que sostenía una caja consigo.

-Está leyendo las cartas-

Cuando llegó a la primera que le mandé, su cara entristecio y a punto que romper los papeles, lloriqueó y los guardó.

-¿por qué no eres real? ¿Por qué no te recuerdo? ¿Por qué estoy tan loca? - negué rápidamente recordando que ella no podía verme.

Tomé un papel de mi bolsillo y una pluma de su cuarto el cual tenía la ventana de la terraza abierta.

Escribí: Soy real, y aún te quiero mucho, Conejita.

Dudando un poco (mucho), respiré profundo llenando mis innecesarios pulmones, y simplemente lo doblé y lo dejé cerca de su mano y corrí hacia uno de los árboles de allí cerca.

Cuando ella doblegó el papel, a los segundos que lo leyó, sonrió, esa pura esencia que tenía se liberó y se paró de un salto.

-¡escríbeme por favor! - reí - ¡lo haré también! ¡Lo prometo! -

Pero toda la felicidad se acabó, cuando Elizabeth salió y y tomó las cartas y las rompió a la mitad, la llevó del brazo y...

-¡Sebastian ya volví! -

Sin embargo, no le di importancia a ese grito de mi amo.

Elizabeth la estaba reprendiendo y cuando vi un cinturón, no pude contenerme.

-¡Vete de aquí! No vas a llevártela - soltó.

Le cubrí los ojos a Bonnie, sostenía el cinturón con la mano desocupada, se la quité y simplemente, cuando ella me acarició el brazo, me sentí temblar, corrí fuera de allí, hacia el árbol en dónde había estado, ella se dió la vuelta lentamente, unas lágrimas salieron de sus ojos, y volteó a ver a su tía, la cual le gritó.

-¡Ya vete a tu cuarto! - gruño y fue sentarse en uno de los sillones de allí, veía una de las revistas de mi amo, era de moda y marcaba los vestidos que le gustaban.

Bonnie subió a su cuarto, se encerró allí con llave y salió a su balcón, se decepcionó al no verme, pero entró y comenzó a escribir.

Cartas para la pequeña Phantomhive (Sebastian Michaelis)  (Temporada 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora