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Mi nombre, mi nombre no tiene gran importancia, únicamente fue fruto de una amistad que fue arrebatada por los fríos brazos de la muerte.

Mi abuela, una dulce omega que compartía la casta con mi madre, ella era el escudo que la protegía, siendo el costal de mi asqueroso abuelo, un alfa oportunista que disfrutaba del alcohol y de sus efectos embriagantes.

Mi madre era la 4ta omega de una camada de 5 omegas y 2 alfas, pero ninguno de salvaba de los tortuosos castigos de mi abuelo. Todos eran víctimas, algunos ocultaban secretos para apoyar a sus hermanos, mientras que otros los traicionaban convirtiéndose en cómplices, contando sus inocentes juegos y escondites de la comida que alcanzaban a almacenar para que los más pequeños sobrevivieran.

Los castigos implementados por mi abuelo eran considerados medievales y severos, ganándose el odio y admiración de muchos a su alrededor. "Viejo malo", "abusador" e "ingenioso", eran algunos de los apodos que lo hicieron famoso en todo el pueblo, no era de extrañarse que algunos alfas estuvieran a favor de sus abusos, al fin de cuentas, esta sociedad se encuentra abastada de alfas puercos y lame botas.

Una fría noche sería el fin de la única felicidad que le quedaba a mi preciosa madre y sus hermanos. Mi abuela se encontraba encinta del 8to cachorro de esa camada, seria un parto arriesgado, le habían advertido que ya no podía embarazarse, pero el alfa de mi abuelo no escuchó. Su esposo se disponía a volver a la casa con ese peculiar olor a cigarro y alcohol que tanto lo caracterizaba, no era de extrañarse siendo fin de mes y el pago de su trabajo ya se encontraba en sus bolsillos y en aquella botella de vodka barato que tanto le gustaba.

Ese día mi madre junto con su hermana, un año menor que ella, se habían reunido con sus compañeros de la secundaria a celebrar el cumpleaños de una de ellos. "Una simple celebración", fue lo que pensaban, mientras que mi abuela era la única cómplice de aquella aventura, tan inocentes e ingenuas.

Mi abuelo había llegado más temprano de lo normal, encontrándose con la sorpresa de que mi madre y tía no se encontraban en sus camas. Mi abuela intentó calmarlo, mencionándole donde se encontraban y rogándole que no las lastimaran enfrente de sus compañeros, ya mucho tenían con los maltratos en su casa y lo único que deseaba era un poco de diversión para ellas.

El asqueroso progenitor de mi madre, azotó fuertemente a mi inocente abuela contra el suelo, comenzando a patearla sin compasión y siendo cegado por un frenesí encolerizado, ya nada podía detenerlo. Ella con lágrimas en sus ojos, siendo observada por sus hijos mayores sin poder pedirles ayuda, ya que temía que ellos terminarán de la misma manera o peor, abrazo fuertemente su estómago, protegiendo al último de sus cachorros que llevaba dentro de ella, un ser inocente.

Más tarde los gritos no se dejaron de escuchar, dando aviso a las personas cercanas que algo no estaba saliendo bien en aquella casa. La ambulancia apareció, tarde como siempre, haciéndose sonar una estruendosa sirena que aturdía a cualquiera que se acercara a ella, llevándose a una mujer de cabellos platinados inconsciente, aferrada aún a su estómago que destilaba líquidos carmesí por todo el lugar. Después de unas cuantas horas, mi madre regresó a la casa, encontrándose con aquella escena llena de sangre. Al día siguiente recibió la noticia de que mi abuela había muerto, pero que su cachorro vivía, siendo ella el último de sus sacrificios.

Los días pasaron y mi madre se convirtió en la víctima constante de mi abuelo, mientras que él la culpaba por la muerte de su esposa. El día que enterraron a mi abuela, mi madre había sido encadenada en su hogar, siendo este su mayor castigo, no poder despedir a su difunta madre, la mujer que le dio la vida, la mujer que tanto la había protegido y la mujer que nunca volvería a ver en esta vida.

Cuando pudo volver a dormir en su cama, no dudó en tomar sus pocas pertenencias y salir por la pequeña ventana que se encontraba en su habitación. Antes de dar un último paso a su libertad, sintió unas pequeñas manitas tomando de su brazo.

—Hermana, ¿a dónde vas? —la más pequeña omega de la familia le llamaba.

Ella le explicó que se tenía que ir de allí, ya que un día de estos terminaría igual que su madre. La pequeña le rogó que la llevara con ella, mi madre teniendo tan solo 15 años de edad, nunca pensó en que sus hermanos también le temían a su padre. Pero se cuestionó cómo podía ella cuidar de una pequeña omega de 4 años de edad.

«¿Cómo podré cuidarla, si ni siquiera sé cómo me cuidaré a mí?», pensó mientras se negaba ante ese dulce rostro. —Lo siento, Anna. —y simplemente, saltó...

Mi madre, una fuerte omega que supo sacarme adelante y la más independiente que he conocido en mi vida. ¿Su nombre?, aunque después se lo cambió tomando el apellido de mi padre, Sasha Nikiforova.

¿Mi nombre?, mi nombre es simple, sin chiste, pero que porto con mayor orgullo, siendo el obsequio de la mujer que me dio la vida, como muestra de amor y de afecto a uno de sus mejores y grandes amigos. Mi nombre es Viktor Nikiforov, un simple omega portando aquella casta disminuida por la sociedad. Y esta es mi historia, la historia de cómo llegué hacia ti.



Quiero agradecer especialmente a Boa-Katsuki, que me ayudo en betear este cápitulo!!! te adoro mujer!!!, eres mi idolo!!!!

Espero que les agrade y decidan emprender este viaje conmigo...

Les entrego esto, que es un pedacito de mi corázon!!!...

NOS LEEREMOS PRONTO

Mi camino hacia ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora